“El cambio nunca ocurrirá cuando la gente carezca de la habilidad y coraje de ver quiénes son”. Bryant H. McGill.
“Ayer fui al Noriega Trigo y ni me vieron, me regresaron a la casa porque el hospital estaba full y ahí no hay nada”. Ese fue el comentario de un amigo maracucho que está aquejado de salud, cuando le pregunté cómo seguía.
Esa es la triste realidad de los venezolanos en la época del madurismo: carencias. Carecemos de dinero, de comida, de medicinas, de bienes y servicios, carecemos de justicia y de equidad. Hasta de un gobierno que gobierne y que, más allá de esa forma tan maliciosa y artera de hacer política que aprendieron, se ocupe de la verdadera situación del país.
Carecemos también de orden, de disciplina y de valores. Permeó aguas abajo, desde las cabezas del estado, el caos y la mediocridad. Carecemos ya como ciudadanos del sentido crítico de las cosas, nos da lo mismo los disparates y dislates que desde el gobierno se hacen y dicen así como que nuestro vecino esté agonizando por una medicina que nosotros tenemos. Nos despojaron de todo lo que nos unía en el bien y solo nos dejaron tragedias en común que nos desunen aún más.
Carecemos ya de calidad de vida y de capacidad para el ocio y la recreación, no tenemos ya casi nada, solo algo de voluntad para preservar la supervivencia individual a costa de lo que sea.
Nos conculcaron la voluntad de lucha, nos hacen arrastrar los pies buscando comida o peregrinar de banco en banco para conseguir efectivo, que al igual que la comida, también está racionado.
Dejamos de tener libertad. Si, esa libertad de comprar o tramitar, sencillamente de hacer cualquier cosa sin que nos tengamos que someter a largas e interminables colas.
Perdimos la capacidad de asombro y ya asumimos que “en Venezuela las cosas más locas son posibles”. Ver niños comiendo de la basura, mujeres dando a luz en las puertas de los hospitales y tumbas desmanteladas en los cementerios dejaron de ser noticia, para ser “vainas que solo pasan en este país”.
La desgracia continúa y no nos podemos detener en la ajena, tenemos que vivir la nuestra. Lo más triste es que carecemos ya de conciencia ciudadana, nos olvidamos que tenemos derechos y deberes ante la patria y ante nuestros semejantes.
Solo espero de verdad que no perdamos la fe y la esperanza, ni tampoco las ganas de recuperar nuestro país y
nuestra dignidad.
José Manuel Rodríguez Analista / Consultor Político @joserodriguezasesor josemrbconsultor@gmail.com