El Lutetia, emblemático hotel Art Déco de la parisina Rive Gauche (orilla izquierda), reabre hoy sus puertas convertido en cinco estrellas y en busca de la etiqueta Palace para ensalzar los orígenes de un edificio centenario, testigo de los movimientos literarios y de los destrozos de la II Guerra Mundial.
Tras cuatro años cerrado por obras, la habitación en la que Charles de Gaulle pasó su noche bodas en 1921 ya no existe; tampoco es el mismo el vestíbulo donde los familiares de los deportados a campos de exterminio nazi buscaban a los supervivientes, ni lo es el bar donde Albert Cohen escribió parte de “Belle du Seigneur”.
Aún así, recuperar el espíritu de uno de los lugares más significativos de la orilla izquierda de París, protagonista de una novela de Pierre Assouline en 2005, es uno de los objetivos del grupo israelí Alrov, que compró el hotel en 2010 por 145.000 millones de euros (170.000 euros al cambio actual) y ha invertido otro tanto en su restauración.
La estancia ya no cuesta 350 dólares (como mínimo), sino 1.000, y de ahí subiendo hasta los 23.400 dólares que la clientela más exquisita deberá pagar para disfrutar de una de las suites más caras.
De sus 184 habitaciones, 40 son suites y siete de ellas temáticas, retomando el nombre de los personajes que marcaron su historia, como la cantante estadounidense Joséphine Baker, o el eco literario que dejaron Jean-Paul Sartre, James Joyce o André Gide, algunos de sus escritores habituales.
“La idea es que vuelva a ser la referencia de la Rive Gauche, que atraerá probablemente a un público anglosajón, quizá también mexicano y brasileño. Es un turismo más de barrio, aquí te puedes encontrar a Inès de la Fressange haciendo la compra o a Brigitte Bardot paseando”, opina el experto en lujo Abraham de Amézaga.
Como todos los grandes hoteles de la ciudad, el Lutetia sirvió de sede para los servicios de inteligencia de la Alemania nazi, y se redimió después acogiendo a los soldados de la Resistencia, a su regreso a París, y alojando a los supervivientes del Holocausto, otro de los motivos que lo ha convertido en un escenario de cine.
En realidad, su renovación va en la línea de las que han afectado ya al Ritz, junto a la Ópera, al Plaza Athénée, en la lujosa Avenue Montagne o al Crillon, situado en la Place Concorde, pero el Lutetia pretende distinguirse entre los Palace (gran lujo) y cinco estrellas haciendo gala de su localización y de una atmósfera menos elitista.
“Ahora que el turismo empieza a remontar después de los atentados, se nota la fuerte competencia entre los hoteles parisinos de lujo, cuyo mercado está ya prácticamente saturado”, apunta De Amézaga.
Construido en 1910 por los herederos de la familia Boucicaut, fundadora de los almacenes de lujo Bon Marché que buscaban alojar a los proveedores de la provincia, a su cierre, en 2014, el Lutetia se aquejaba de los años por su mala sonorización y su falta de luz, subsanada ahora con vidrieras y patios interiores.
En cambio, la memoria de la Belle Époque pervive en creaciones de bronce o en los frescos de la entrada y el bar Joséphine, originales de su apertura, que han sido restaurados en el estilo naturalista del momento, a juego con una fachada que no ha borrado su forma de olas del mar.
Tras mejorar las instalaciones, hacer habitaciones más amplias e incluir un spa y piscina, Lutetia (nombre con el que los romanos bautizaron la ciudad que precedió París) reabre con la categoría de cinco estrellas pero deberá mantener una calidad inmejorable durante los próximos seis meses para obtener el título de Palace.
El hotel prevé ofrecer conciertos de jazz viernes y sábado por la noche y abrirá en noviembre un restaurante dirigido por Gérald Passedat, chef del Petit Nice de Marseille (tres estrellas Michelin), además de su bar, accesible a los parisinos, que los dueños esperan que sigan siendo los clientes más frecuentes.
“Aquí un sandwich no te va a costar 40 euros (46 dólares), la comida y la bebida serán asequibles. El Lutetia pertenece sobre todo a los parisinos y queremos que desde fuera quien pase tenga ganas de entrar y sentirse bien”, arguyen desde la institución. EFE