Hola que tal mi gente, la democracia, por sí misma, no puede resolver los problemas de una comunidad. “No puede hacer nada contra la pobreza, la desigualdad, la delincuencia o el desempleo, es, apenas, una forma de gobierno que fomenta la libertad y la igualdad”.
Alrededor del año 590 antes de Cristo, los ánimos en Atenas se encontraban polarizados, por un lado, la concentración de la riqueza y el poder en muy pocos y, por otro, la extrema pobreza de muchos intensificaron la discordia, poniendo a la ciudad en una situación muy delicada, tanto que parecía necesaria la tiranía para lograr recuperar la tranquilidad. Así describe Plutarco la vida en Atenas, en el libroVidas paralelas.
Se vivían momentos difíciles, el orden público y el imperio de la Ley estaba roto. La mayoría, desencantada y endeudada, convocaba a no mirar con indiferencia las vejaciones, a buscar un caudillo que los sacara de sus deudas, angustias y cambiar completamente el gobierno. Plutarco narra que los hombres más prudentes, conscientes de los riesgos del momento y de las consecuencias de una revuelta social, encontraron en Solón —un ciudadano fuera de extremos— a alguien capaz de asumir el liderazgo. Solón logró conciliar los intereses de pobres como de ricos. Para los pobres, su mayor activo fue la honradez, para los poderosos, su posición acomodada.
Solón consideraba que Dios le había dotado de sabiduría, viviendo en la medianía estaba lejos de engreírse por bienes y cosas que se perdían en el tiempo; consideraba que la verdadera felicidad radicaba en la dicha con la que cada uno terminaría su vida, en tanto, el hombre debía cuidar no perjudicarse por la seducción de decisiones inestables, así lo hizo saber al majestuoso Creso, rey de Lidia, dando una lección a quien creía poseerlo todo y, sólo por ello, merecer ser el más dichoso.
Los hombres prudentes le rogaron se pusiera al frente de los asuntos públicos, su perfil aseguraba que no formaría parte de los atropellos de los ricos y no estaría sujeto a las angustias de los pobres. No le faltaron alientos para que constituyera la tiranía, sus convocantes justificaban el uso de la ley y la razón en una sola persona para acabar con la discordia. Solón no se sometió a los intereses de los poderosos ni consintió hacer leyes a modo de los que lo eligieron. Fue tal el prestigio logrado en sus actos de gobierno, que lo hicieron receptor del poder completo, desde reformador y legislador hasta el poder sobre tribunales y consejos.
Mediante la publicación de leyes, reguló las herencias, hasta el derecho de unos a comer en casa de otros, desde las dotes de las novias hasta castigar a los hombres holgazanes o indiferentes, y alivió la pesadumbre de los pobres, al reducir las deudas y la moderación de las usuras.
Dotó al pueblo de mayor participación en asuntos públicos, dejó las magistraturas en los hombres acomodados, a los jornaleros les permitió concursar para jueces. La resolución de las controversias, que las leyes no precisaban, recaían entonces en el poder representado por el pueblo. Se convirtió en el precursor de la democracia participativa, al encontrar en ella la estrategia para equilibrar los poderes ciudadanos y acabar con la discordia.
Concedió a cualquier ciudadano el derecho de interponer querella en nombre del que hubiese sido agraviado: “Porque, herido que fuese cualquiera, o perjudicado, o ultrajado, tenía derecho el que podía o quería citar o perseguir en juicio al ofensor”.
Solón no tenía mayores ambiciones, no se le conocieron actos de corrupción, la sabiduría era su fortuna; logró hacer un buen gobierno, impartir justicia y evitar la revuelta social. Quizá es momento de buscar a un Solón, evitar caer en el error de elegir a un caudillo o redentor; aunque las causas de la discordia son distintas, la inclusión y participación social pueden ser una alternativa, lo que hace falta es la prudencia de aquellos hombres, quienes con visión hicieron de Solón, el mejor jefe político de su tiempo.
¡Como siempre, usted elige!
#ElLIDEReresTU
@joseluismonroy