En un basural de equipos electrónicos en la Universidad Simón Bolívar, en Caracas, nació la “startup” que recicla plástico para hacer filamento para impresoras 3D.
A pesar de la profunda crisis económica que hace el financiamiento de proyectos casi imposible y dificulta el emprendimiento, dos jóvenes ingenieros de la universidad pública crearon Nedraki, una compañía que además imprime piezas como pequeños engranajes para transmisiones automotrices.
El proyecto inspirado en la experiencia pionera de Holanda busca suplir la falta de producción nacional de filamento reciclado y virgen para que los dueños de impresoras 3D puedan abaratar costos y reducir tiempos de importación y transporte a la hora de imprimir.
En un país donde el internet esta entre los peores del continente y el rezago tecnológico es notable, el emprendimiento de los dos ingenieros destaca por la capacidad de superar e innovar en medio de las dificultades.
Luego de concursar en programas para jóvenes emprendedores y conseguir donaciones de equipos, lograron probar su primer metro de filamento a principios del 2017.
La firma recicla plásticos ABS y PLA, dos de los materiales más utilizados por los usuarios de impresoras de piezas en 3D.
“Ya muchas empresas -trece en total- en Venezuela están imprimiendo con nuestros materiales y lo que nos gusta es que hay una comunidad que se reactivó”, dice Albermar Domínguez, de 26 años, uno de los fundadores de la firma.
Según explicó, Nedraki significa “un nuevo dragón”, un animal de fuego, y el fuego es energía y desarrollo tecnológico.
Al hablar sobre lo poco rentable que se estaba haciendo para las compañías comprar el material importado, debido a los altos costos, Domínguez aseguró que el filamento que ellos producen puede abaratarlos hasta en un 40 por ciento, deduciendo los costos de importación y transporte.
Nedraki vende el kilo de filamento por 17 dólares.
En el 2017, comenzaron la recolección en un basurero de desechos tecnológicos, buscando carcasas de computadoras, impresoras y distintos aparatos. Más tarde contactaron a una planta de reciclaje en Valencia, una ciudad cercana.
La recicladora les entrega el material limpio y listo para ser reducido a los pequeños trozos que serán fundidos para sacar el filamento, que por último será enrollado en un carrete por una máquina armada por ellos mismos en un pequeño cuarto de la universidad.
Por ahora pueden producir hasta un kilo de filamento al día e imprimen piezas mecánicas que son escasas o muy costosas en el país, como engranajes y piezas plásticas de transmisiones automotrices.
“Es raro y la gente no cree que se desarrolle tecnología en el país, nos costó un poco entrar y conocer quienes estaban imprimiendo”, agregó Domínguez.
Por Andreina Aponte y Liamar Ramos/Reuters