En un búnker construido de madera especial para resguardarse de ataques de sus enemigos, con pisos de cerámica y muebles importados, estaba recluido el capo Pablo Escobar en la cárcel La Catedral. Con el dinero de la cocaína convirtió el centro penitenciario en una lujosa sede de la criminalidad, que burló a la justicia colombiana cuando se fugó de ella solo pateando un endeble muro de yeso que ubicó para tal fin, reseñó Infobae.
Cuando el narcotráfico consumía a Colombia, las acciones terroristas del cabecilla del Cartel de Medellín se expandían por las calles de todo el territorio nacional como represalia al acuerdo de extradición con Estados Unidos. Para frenar la violencia, el entonces presidente César Gaviria pactó con Escobar su entrega a cambio de no enviar a ningún colombiano a pagar condena en otro país.
Así, el 19 de junio de 1991 Pablo Emilio Escobar Gaviria, el mafioso más temido de la historia nacional, se entregó a las autoridades y escogió las montañas de Envigado, municipio de Antioquia, para pagar su condena en la famosa cárcel La Catedral. Antiguamente, la edificación era un centro de rehabilitación de drogadictos. Pero a sabiendas de su reclusión, el capo la adecuó a sus comodidades antes de ingresar a ella.
Además de las habitaciones como celdas, que contaban con la máxima seguridad, la prisión estaba decorada con cuadros y demás objetos importados desde Italia, contaba con salas de billar y pool, una cancha de fútbol, cascadas naturales, un gimnasio, un sauna, una discoteca y hasta pista de aterrizaje para helicópteros. El lugar fue encuentro de orgías y fiestas excesivas. Visitada también por grandes personalidades como los futbolistas René Higuita y Leonel Álvarez.
Los guardias de La Catedral eran de la misma gente de Escobar, y hasta los militares que custodiaban fueron cómplices. Nada de esto se supo hasta el 22 de julio de 1992, cuando el presidente Gaviria envió un fuerte equipo del Ejército a intervenir el centro penitenciario al descubrir que el capo seguía delinquiendo y hasta asesinando desde adentro.
Los medios de la época le apodaron a la que se convirtió en una vergüenza nacional como “Cárcel de Máxima Comodidad”. Pero la verdadera noticia que sorprendió al país al día siguiente fue que el mafioso Pablo Escobar, había huido de la cárcel antes de la incursión armada, y después de secuestrar a dos altos funcionarios. Ese sería el principio de su fin.
La fuga
El 21 de julio de 1992, pasado un año desde la reclusión del capo en La Catedral, el viceministro de Justicia de la época, Eduardo Mendoza, y el director de Prisiones, coronel Hernando Navas Rubio, fueron a coordinar el pedido del presidente de controlar el penal que debía terminar con el traslado de Escobar a una guarnición militar. No fue lo que sucedió. Los funcionarios fueron secuestrados.
Los internos de la cárcel habían armado un motín. El viceministro Mendoza llamaba a Presidencia a advertir la situación cuando el sicario John Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, lo apuntó en su cabeza con una subametralladora. A la vez, ordenaba desde una radio portátil desatar el terrorismo en Medellín.
Con la alerta, altos mandos del Ejército y fuerzas especiales cogieron camino hacia Envigado para restablecer la seguridad.
En momentos en los que se enfrentaban los guardias y los comandos del Ejército, Escobar, junto a su hermano Roberto y nueve de sus lugartenientes, corría por el patio hasta llegar a un muro de cinco metros que con anterioridad habían construido de yeso. Bastó unas patadas de sus hombres para que la pared se viniera abajo. Y entre la niebla de la madrugada desaparecieron caminando.
“Vi cuando salían vestidos de distintas formas; unos vestidos de guardianes, otros de campesinos, otros bien vestidos y con pasamontañas y una mujer que lucía peluca (que al parecer era Pablo Escobar)”, dijo en esa época a El Tiempo un soldado.
El suboficial del Ejército, Filiberto Joya Abril, confesaría más tarde que había facilitado la fuga al convencer a otros soldados de colaborar a cambio de una jugosa suma de dinero y otros beneficios. Se descubrió entonces una red de sobornos que mantenía el poder de Escobar incluso estando preso. Por ello, fueron detenidos 25 guardias, aunque se relacionaron con el caso unas 49 personas, entre ellas el coronel Navas Rubio.
Los allanamientos posteriores en el centro penitenciario revelarían en su interior grandes caletas de arma, dólares y drogas, avanzados aparatos de comunicación, líneas telefónicas con el exterior, telescopios, centrales de buscapersonas y hasta casas de muñecas para la hija menor del mafioso.
Después de la fuga, Pablo Emilio Escobar Gaviria se convirtió en el hombre más buscado del país, tanto por las autoridades como por sus propios socios y amigos que conformaron el grupo Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) luego de que el capo asesinara a varios de ellos.
La persecución conjunta no dio tregua, y un año y medio después del suceso de La Catedral, finalmente dieron con su paradero. Lo asesinaron encima de un tejado de una casa de Medellín cuando intentaba escapar, el 2 de diciembre de 1993.