AFP PHOTO / Federico PARRA
En Venezuela, 8 millones de personas ingieren dos o menos comidas al día. ¿Irse a Colombia para sobrevivir o quedarse para morir de hambre? Para algunas madres la segunda no es una opción. Historias desde un comedor comunitario en Cúcuta.
En la cama 306 del Hospital Universitario Erasmo Meoz (HUEM) de Cúcuta, Colombia, una niña venezolana de un año y tres meses lucha por recuperarse. El 14 de abril ingresó al centro de salud con un peso de siete kilogramos y una estatura de 74 centímetros. El motivo de la consulta: “se me puso hinchada”, dijo su mamá. El diagnóstico: desnutrición aguda severa, riesgo de talla baja, infección respiratoria baja, dermatitis viral, estomatitis oral, anemia, negligencia y abandono. Así lo detalla el informe médico. El 9 de mayo otros 4 niños también se encontraban hospitalizados por diagnósticos similares.
La madre alegó crisis humanitaria en Venezuela. Reconoció que no tenía cómo alimentar a su hija, que el salario que devenga no es suficiente, que no podía darle tetero todos los días y que, cuando lo hacía, lo preparaba con leche de cabra o de vaca mezclada con agua; dijo que la sopa de auyama con arroz es lo más común en su dieta.
Esta escena se ha repetido cientos de veces en el último año que la crisis humanitaria en Venezuela tocó fondo. En enero pasado, la Unicef alertó que “hay claros indicios de que la crisis está limitando el acceso de los niños a servicios de salud de calidad, medicamentos y alimentos”, lo que se ve reflejado en el innegable aumento de niños que sufren de desnutrición. La ausencia de datos oficiales que permitan dimensionar el problema, ha obligado a organizaciones de la sociedad civil, como Cáritas de Venezuela, a levantar sus propios monitoreos sobre el hambre. En su cuarto informe del 2017, realizado entre mayo y agosto, la organización reportó que solo en el Hospital de Niños J.M de Los Ríos, de Caracas, el ingreso de menores con desnutrición severa aumentó 260% en comparación con los mismos periodos en años anteriores.
Caritas comenzó en octubre del 2016 a estudiar tres indicadores sobre situación alimentaria y nutricional (desnutrición aguda, diversidad de la dieta y estrategias de sobrevivencia), en 38 parroquias de siete estados venezolanos. Para entonces, según la coordinadora del proyecto, Susana Rafalli, la desnutrición aguda (el nivel más grave) en menores de 5 años era de 8%. El último informe, correspondiente a enero-marzo de 2018, indica que ese porcentaje se duplicó (17%).
Otro 27% de los niños tienen desnutrición leve, 34 % están en riesgo de desnutrición (han comenzado a deteriorarse) y 22% no tienen déficit nutricional.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando el porcentaje de desnutrición en un país supera el 15% se puede reconocer que se está viviendo una emergencia humanitaria de carácter nutricional. “Ahora estamos en el 17%. Esto es una emergencia”, puntualiza Rafalli
Un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) el año pasado, sobre el Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de América Latina y el Caribe, indicó que la subalimentación en Venezuela creció 3,9 % entre 2014 y 2016: esto se traduce en 1,3 millones de venezolanos. Ya para el periodo 2013-2015 existían otros 2,8 millones de personas subalimentadas en el país.
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