El dilema político ante la dictadura en Venezuela y Nicaragua, por Antonio de la Cruz

El dilema político ante la dictadura en Venezuela y Nicaragua, por Antonio de la Cruz

Antonio De La Cruz

 

El ex primer ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia bajo la presidencia de Boris Yeltsin, Andrey Vladimirovich Kozyrev (1991-1996), declaró en el programa de Fareed Zakaria (GPS) el domingo que en su juventud “Moscú auspiciaba el lema político ¡Proletarios de todos los países, uníos! (Manifiesto del Partido Comunista); y hoy lo que escucha desde Moscú es ¡Autócratas de todos los países, uníos!, es decir, Putin promueve la unión de los autócratas para acabar con los valores de la democracia liberal estadounidense.

Según la organización no gubernamental Freedom House, en 2017 la democracia enfrentó su crisis más grave en más de una década, pues sus principios básicos –las garantías de elecciones libres y justas, los derechos de las minorías, la libertad de prensa y el Estado de Derecho– fueron atacados en todo el mundo. 71 de 175 países sufrieron disminuciones netas en derechos políticos y libertades civiles, y solo 35 Estados registraron avances. El año pasado marcó el duodécimo año consecutivo en el que cae la libertad global.





Asimismo sucedió con la medición realizada por The Economist del Índice de Democracia 2017. El puntaje global promedio bajó. Cerca de 89 países experimentaron una caída en su registro total en comparación con 2016, 3 veces más que los países que lograron una mejora (27), el peor desempeño desde 2010-2011, tras la crisis económica y financiera mundial. Y el resto de los países (51) se estancaron, sus marcas se mantuvieron sin cambios con relación al año anterior.

Hace un cuarto de siglo, al final de la Guerra Fría, parecía que el totalitarismo había sido finalmente vencido y la democracia liberal había ganado la gran batalla ideológica del siglo XX (Francis Fukuyama).

Para The Economist, la mayoría de los países de América Latina registraron cambios menores en sus puntajes generales en 2017. La región sigue siendo la más democrática en el mundo en desarrollo. Sin embargo, dos países cambiaron de categoría. Ecuador mejoró, pasó de ser un “régimen híbrido” a una “democracia imperfecta”. Y Venezuela, por el contrario, abandonó el “régimen híbrido” para convertirse en un “régimen autoritario”, uniéndose a Cuba en esa categoría en el continente. Lo que refleja el continuo deslizamiento de Venezuela hacia una dictadura.

Por lo tanto, las fuerzas democráticas venezolanas deberían enfrentar el régimen de Nicolás Maduro como una dictadura caribeña. Como se combatieron las dictaduras del siglo XX en Centroamérica y el Caribe de Anastasio Somoza en Nicaragua, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Batista en Cuba, Pérez Jiménez en Venezuela, Ríos Montt en Guatemala, Duvalier en Haití, Romero Mena en El Salvador y Manuel Antonio Noriega en Panamá, por mencionar algunos.

Todos estos dictadores usaron el Estado para reprimir a los opositores de la misma manera que lo hacen hoy Nicolás Maduro y Daniel Ortega, utilizando grupos paramilitares –colectivos en Venezuela y turbas sandinistas en Nicaragua– para combatir las organizaciones que luchan por la democracia y los derechos humanos.

En estos regímenes autoritarios, la violencia es el único medio de expresión política para resolver la ingobernabilidad y “defender la soberanía”. Además, usan el pretexto de la violación del principio de “No injerencia en sus asuntos internos del país” –hilo conductor de los regímenes autoritarios del siglo XXI–para aislar a quienes denuncian las violaciones graves de derechos humanos, buscando neutralizar los esfuerzos de la comunidad internacional que demanda la restitución de la gobernabilidad democrática (sanciones individuales y económicas, Carta Democrática).

Actualmente, las dictaduras de Maduro y Ortega salen por tres vías: el levantamiento general civil, la sublevación militar y la invasión militar. Estas tres salidas son interactivas.

En Venezuela, la ruta más probable del cambio es “la unificación nacional de la resistencia contra el régimen por el hambre y la deslegitimación total de la camarilla política dominante. Esa unificación, nunca lograda por los partidos políticos, ya es perceptible en la creciente autoorganización de las masas, generada por la falta de medios de subsistencia básica y las ridículas remuneraciones salariales. Sin centros nacionales de dirección todavía, pero con nuevos liderazgos que nacen en la lucha, esta autoorganización se está extendiendo horizontalmente por el país. Paralelamente, se opera un gradual cambio de su carácter político: va de la protesta económica hacia la rebelión política. Cuando la protesta se vuelva masiva y violenta, fenómeno que es inevitable ante la frustración y el odio a los usurpadores, los generales de pacotilla y la tropa tendrán su prueba de fuego: ¿dispararán contra el pueblo, como todos los gobiernos de clase, o no?” (Heinz Dieterich).

Por ello, la discusión de la oposición en Venezuela si participa o no participa en los procesos electorales y en la inscripción de los partidos forma parte de “las formas patológicas de relacionarse con la realidad” de la dictadura, porque hoy la salida en Venezuela está fuera de la legalidad del régimen.

Los factores internos y externos en Venezuela confluyen para el levantamiento civil.

El último análisis del banco británico Barclays prevé que el régimen de Maduro perderá la empresa estadounidense Citgo en septiembre; estará en default de capital de la deuda soberana y Pdvsa con las demandas correspondientes; tendrá la masificación de las demandas privadas como la de ConocoPhillips, y habrá un proceso de aislamiento del régimen. Además, el FMI acaba de pronosticar un estallido de la inflación hasta 1.000.000% para el fin de 2018. Y Nicolás Maduro pierde su legitimidad de origen el 10 de enero de 2019, cuando vence el período presidencial, convirtiéndose en un presidente ilegítimo.

La lucha entre la democracia y la dictadura del proletariado durante la Guerra Fría (1947-1987) la ganó la democracia liberal (Juan Pablo II, Reagan y Thatcher). En ese tiempo la democracia liberal coexistió con dictaduras militares para derrocar el comunismo de la Unión Soviética y China (guerra proxy). Sin embargo, al desaparecer la amenaza comunista, la democracia combatió las dictaduras.

La democracia vuelve a ser amenazada en todo el mundo. En esta oportunidad es por los regímenes autoritarios, principalmente por Putin y Xi Jinping. En Nicaragua y Venezuela adoptan prácticas dictatoriales para mantener el poder.

Por lo tanto, las estructuras que defendieron la democracia en la Guerra Fría deben realinear las estrategias para vencer los regímenes autoritarios esta vez. En Venezuela es “la unificación nacional de la resistencia contra el régimen por el hambre y la deslegitimación total de la camarilla política dominante”, porque la electoral Maduro la cerró en 2016.