Lo que está sucediendo en este momento ante el silencio de una oposición cada vez más aletargada es que las llamadas “viudas del chavismo”, léase Ramírez Carreño, Jorge Giordani, Andrés Izarra y otros delincuentes del chavismo que nos llevó al madurismo y a la ruina, están pidiendo la cabeza del inepto y corrupto Nicolás Maduro. Esto suena muy bien porque, en efecto, Maduro es todo eso y bastante más. Sin embargo, ello conduciría a la oxigenación del chavismo y a su sobrevivencia política. El país ve este forcejeo en silencio y parecería conformarse con la desaparición del clan Maduro, aunque ello signifique el regreso del clan Chávez.
Esta aceptación pasiva de iniciativas de una pandilla de criminales, para arrancar el poder de manos de otra pandilla igualmente corrupta, representa el colmo de nuestra degradación como sociedad. Permitir como solución que se vaya el madurismo y regrese el chavismo sería el golpe de gracia para la democracia venezolana.
El lema de Venezuela no puede ser: Maduro no, Chávez sí. Tiene que ser: Maduro no y Chávez tampoco. Hay hasta analistas de la democracia quienes advierten este proceso en marcha pero lo aprueban, diciendo que primero salgamos de Maduro y luego saldremos del chavismo. Quienes así piensan se equivocan de manera trágica y pecan de pragmáticos. Los venezolanos no podemos olvidar que el chavismo es uno solo y que está en la raíz del actual régimen. Maduro es una imposición de Chávez y quienes lo apoyan, así como quienes lo adversan hoy desde el chavismo, son caimanes de un mismo pozo. Walter Martínez ahora llama ladrón a Andrés Izarra pero era su amigo cuando ambos chupaban del erario público. Son un caso de claro de morrocoy diciéndole conchudo al cachicamo. Giordani, un cómplice de la ruina financiera promovida por Chávez, dice ahora que Maduro es un criminal. Ambos lo son. Ramírez Carreño parece que durmió durante toda la etapa chavista porque ahora critica todo lo que se ha hecho desde el régimen donde él fue ministro, canciller, embajador y donde se mantuvo en silencio cómplice hasta que Maduro comenzó a llamarlo, con inesperada sagacidad, lavador de dinero.
Este forcejeo entre bribones por quedarse con los restos del botín es ya suficientemente degradante. Pero aún peor es la indiferencia con la cual este espectáculo se desarrolla frente a los ojos de los venezolanos que no son ni chavistas ni maduristas. Es una apatía total, una resignación que bordea los límites del autismo colectivo.
Es preciso rebelarnos contra el chavismo en sus diversas manifestaciones. Este grupo arruinó al país y debe ser castigado de manera ejemplar. Si dejamos que una sub-pandilla elimine a la otra y se quede con el poder tendremos más de lo mismo. Aprovechemos que las ratas se muerden entre ellas para terminarlas políticamente y obligarlas a que devuelvan a la Nación todo el dinero que se robaron. En este momento las autoridades estadounidenses están haciendo la labor que nosotros hubiésemos debido hacer: están sacando a la luz el hediondo pantano de corrupción en el cual chapotean bolichicos, banqueros, tuertos criadores de caballos, contratistas y funcionarios del chavismo, incluyendo familiares del presidente. Hasta el mismo presidente Maduro ha sido mencionado en la investigación.
La tragedia venezolana no se soluciona con la salida de Maduro y la llegada de Giordani o Ramírez Carreño y su carro de dólares. Se resuelve metiéndolos a todos a la cárcel. Y eso lo debe hacer la sociedad venezolana con la ayuda de la región.