Mucho bandolero interesado y oportunista sinvergüenza que se creen auténticos representantes de la malhadada era postchavista, que, según Maduro, será una maravilla dentro de pocos años. Después de dos décadas de errores y desastre, de facilismos, estira-y-encoges de la oposición, siempre soñando con épocas anteriores que dirigencias derrocharon entre fallas y promesas nunca cumplidas, ahora se saca de la manga, cuando la incompetencia generalizada y una especie de pava abrumadora que lleva al madurismo no sólo a empeorar lo que toca, sino a destruirlo, nos sale con ese baño de agua fría.
Con descaro que pretende pasar por fuerza, reconoce que al menos parte de la responsabilidad es de él, pero que ahora sí llevará al país a esa fantasía adjetivada que tánto le gusta a los rojos, lo de Venezuela-potencia.
Del otro lado, ramos de floridos rosales, solórzanos en sobrevuelo de falcones caprileros, abonados con fermines, mujicas, semteyes, las siempre mala hierbas de los sin pares zambranos, y demás criaturas de la fauna politiquera que alardea de oposición “al régimen”, se creen y, peor aun, están convencidos de que son los investidos como herederos de la transición y dueños de la Venezuela post-chavista. Afortunadamente, no lo son en realidad; insistir terca y obsesiva es su más grave error porque indica que además de dialogueros y cómplices necesarios, siguen siendo sordos y ciegos ante la verdad del país.
¿Puede alguien creerles que este país donde nació Chávez, y se arrepiente entre el hambre, la escases, apagones y la más increíble variedad de fallas, va a ponerse nuevamente en manos de sus alter egos, o finalmente se ubicara bajo la guía de personas íntegras, honorables, de principios y buenas costumbres ciudadanas con ética y moral suficientes que les permitan reconstruir la nación casi extinta?
Seamos sinceros, ¿No son todos esos los que llevan años criticando al mismo régimen con el cual dialogan, conversan y negocian a cada rato? Que sean confiables y creíbles, respetuosos y respetables, que honran su palabra es su constante canto de sirena en el cual, por aburrimiento y comprobación creciente de la hipocresía, ya nadie les cree.
Ciertamente hubo, una vez, la oposición dura, frontal, que se plantó y cometió errores de apreciación, pero lo hizo a pecho descubierto. No fueron muchos, y la mayoría de esos valientes no está en el país o hace tiempo que guardó sus banderas en el baúl de los recuerdos.
Desde aquellos tiempos se ha mantenido firme, acosada, obstaculizada e incluso exiliada una oposición con cara y valentía. Peleando en el extranjero con eficiencia y empeño, e internamente llevando un mensaje claro, coherente y recto pueblo a pueblo y cara a cara dentro de Venezuela, de diversas especialidades hermanadas en el objetivo común de regresar a Venezuela a la verdadera democracia, a la rectitud gubernamental.
Allí está la verdadera y confiable esperanza, en ese coraje del venezolano que al mismo tiempo es trabajador, padre, madre y dirigente, que abre sus propios caminos, que no se deja carajear y no transige por unas cuantas monedas, aún a riesgo de su tranquilidad y propia vida, esa es la creciente cantidad de mujeres y hombres de la Venezuela profunda, real, la que de verdad cuenta, que está consciente de su equivocación y se dejó engañar por las fábulas del disfrazado renovador justiciero, sintiendo en lo profundo del alma que ya es hora de rectificar y cambiar. La gran oportunidad, la verdadera potencia, está en una ciudadanía que ha vivido en carne propia la consecuencia de las mentiras del comunismo, y que está pagando con miseria, pobreza, abandono y frustración la ligereza de dejarse seducir por el populismo y el mito del caudillo como resolvedor de problemas.
Los caudillos solucionan los problemas y vacíos de sus bolsillos, de familiares, amigos de confianza y cómplices, a todos los demás los dejan siempre peor que como estaban antes que ellos aparecieran.
La tragedia venezolana es el desastroso gobierno de incapaces y corruptos, pero también es trágica una oposición de simples declaradores de adjetivismos, grandes proclamas vacías y diálogos a escondidas. Insurgió la prometología de Chávez para criticar cuarenta años de gobierno de dos partidos que se intercambiaban el poder, para establecer este régimen de grupos asociados en el egoísmo, el amor por negociar agazapados en secreto, el desastre de la incompetencia y el no saber nunca escoger la ruta adecuada.
Aquellos venezolanos que aún tengan la osadía de confiar en ellos, sólo tienen que recordar cómo engavetaron y traicionaron el 16 de julio del año pasado el mandato clarísimo y directo que una mayoría aplastante les otorgó, e hicieron no lo que los ciudadanos querían, sino lo que a los dirigentes de esos partidos les interesaba, sus cargos y “espacios”, mientras el Gobierno madurista seguía su propio camino, como si el 16 de julio no hubiera existido –o más decididos justamente porque se produjo- hacia una Asamblea Constituyente sin legitimidad ni participación ciudadana, rechazada por todos pero decidida por la minoría en el poder, para perpetuarse en él.
Ya es la hora de que se encarguen y estén los que de verdad, sin pensar en bolsillos ni escondrijos, están listos y dispuestos a darlo todo por este infortunado país.
@ArmandoMartni