El sorprendente aumento de la popularidad de Lula complica aún más las inciertas elecciones presidenciales de octubre en Brasil, incluso para la izquierda, dado que su encarcelado dirigente histórico será con toda probabilidad excluido de la contienda.
AFP
La intención de voto por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva aumentó de 30% a 39% desde junio y se sitúa veinte puntos por delante del ultraderechista Jair Bolsonaro, su más inmediato seguidor, según una encuesta de Datafolha publicada el miércoles. Otras dos encuestas le atribuyeron el lunes un 37%, el doble que a Bolsonaro.
“El pueblo quiere a Lula”, proclamó el Partido de los Trabajadores (PT) del exdirigente sindical de 72 años, jefe de estado de la mayor economía latinoamericana de 2003 a 2010.
El análisis de los sondeos puede ofrecer interpretaciones menos concluyentes, a un mes y medio de la primera vuelta del 7 de octubre.
Lula es citado espontáneamente como el candidato preferido de un 20% de las personas interrogadas por Datafolha (eran 10% en junio) y Bolsonaro por 15%, en tanto que ninguno de los otros once es mencionado por más de un 2%. Y un 41% aún “no sabe” por quién votará.
“Lula crece por efecto de ‘notoriedad de la marca'” y por “el desconocimiento de la mayoría de los demás candidatos”, Bolsonaro exceptuado, afirma Jason Vieira, de la consultora Infinity Assets, recordando que el líder del PT multiplicó los actos proselitistas antes de ser encarcelado en abril, adelantando de hecho la campaña electoral.
Lula es, además, una figura central de Brasil desde el fin de la dictadura militar (1964-85). Desde 2002, ganó directamente dos elecciones y otras dos a través de su herederera política Dilma Rousseff, destituida en 2016 por el Congreso.
“Lula domina el panorama político desde hace veinte años o más” y “cuando él no figura, la indecisión [del electorado] es muy grande”, sostiene José Augusto Guilhon Albuquerque, profesor emérito de Relaciones Internacionales de la Universidad de Sao Paulo (USP).
La campaña de Lula evoca sus años de gobierno, de crecimiento con programas de inclusión social. “Lula presidente, para que Brasil vuelva a ser feliz”, es su consigna.
Y el PT denuncia dentro y fuera de Brasil la detención “injusta” de su líder, que purga en Curitiba (sur) una pena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción y lavado de dinero. El Comité de Derechos Humanos de la ONU instó a permitirle participar en la elección, incluso desde su celda, mientras tenga recursos judiciales pendientes.
El Tribunal Superior Electoral (TSE) ha hecho hasta ahora caso omiso de esos pedidos y con toda probabilidad decidirá, a mediados de septiembre a más tardar, invalidar la candidatura de Lula, invocando una ley que impide a condenados en segunda instancia presentarse a una elección.
– Los dilemas del PT –
Una clave de los comicios residirá en la capacidad de Lula de transmitir su caudal de votos a Fernando Haddad, su compañero de fórmula, que debería ser investido en su lugar cuando el TSE se pronuncie.
Según Datafolha, el exalcalde de Sao Paulo tiene apenas 4% de intenciones de voto en los escenarios sin Lula. Y solo un 31% de los electores de Lula afirma que votaría indefectiblemente por quien indique su líder.
Algunos analistas creen que la omnipresencia de Lula complica a Haddad, que hasta ahora no fue designado como reemplazante oficial.
“Era correcto insistir en la candidatura de Lula, pero lanzando tempranamente el nombre de su eventual sustituto (…). Eso le hubiera dado buenas perspectivas”, afirmó el académico Ruy Fausto, autor de “Caminos de la izquierda: elementos para una reconstrucción”.
El PT, sin embargo, “prolonga la candidatura de Lula hasta el límite, y visiblemente está dándole largas a quien será su candidato real”, agregó.
Jason Vieira cree que el PT mantendrá esa postura mientras sea posible. “La puesta en escena exige que [a Lula] se le niegue el derecho (…) de ser elegido”, dijo.
Otros candidatos en condiciones de repartirse el electorado lulista hacen oír sus críticas.
“Nadie está por encima de la ley (…). Faltan pocos días para la finalización del proceso electoral y aún estamos en una situación que fragiliza mucho la decisión de los electores”, declaró el martes la ecologista Marina Silva, exministra de Lula, segunda en las encuestas sin el expresidente.
Para otro candidato y exministro de Lula, Ciro Gomes, “el PT actúa con mala fe”, porque “todo el mundo sabe que Lula no será candidato”.
Las líneas podrían moverse con el inicio de la campaña por televisión, el 31 de agosto.
Muchas conjeturas apuntan a una segunda vuelta Bolsonaro-Haddad o Bolsonaro-Geraldo Alckmin, el candidato más apreciado por los mercados, que hasta ahora no supera el 10% de intenciones de voto.
“El número de indecisos es lo más enigmático de esta elección” y ellos solo “se van a definir en la segunda vuelta”, estimó Vieira.