Las expectativas tienen un rol fundamental en las economías. Se basan en las creencias que tienen los agentes económicos sobre el desempeño futuro de las variables económicas. Si los individuos piensan que los precios, salarios, inflación, tipo de cambio, etc se van a comportar de una forma determinada, comenzarán a tomar acciones para anticiparse a los valores que esperan.
Un caso típico del efecto que pueden tener las expectativas en una economía acabamos de experimentarlo en Venezuela con el anuncio del Ejecutivo Nacional de que el salario mínimo va a ser fijado en 180.000.000 de Bs Fuertes.
Para el momento de escribir estas líneas habían transcurrido varios días sin que se hubiese publicado en la Gaceta Oficial, que es lo que le daría fuerza legal al anuncio.
Todo tipo de rumores comenzaron a circular. Decían que se había cometido un error matemático. Que en realidad el aumento que se publicaría en Gaceta llevaría el salario mínimo al equivalente a 18 millones de Bolívares Fuertes, o sea, Bs S. 180,oo en lugar de 1.800,oo.
Esos rumores tenían una base económica indiscutible. El Estado carece de recursos para afrontar ese incremento. La única forma de hacerlo sería exigiéndole al Banco Central de Venezuela la emisión de ingentes cantidades de Bolívares Soberanos lo cual desataría una incontenible inflación.
No entiende el régimen que lo que hay que aumentar es el salario real, no el nominal. Lo que importa es lo que se puede comprar con el salario que se gana, no los bolívares que se ganan. El conjunto de medidas anunciadas no contemplan acciones que estimulen la producción, pero sí medidas que aumentan los bolívares para comprar la escasa producción.
Ricardo Hausmann, desde la Universidad de Harvard, está advirtiendo que en base a las mediciones sobre la inflación semanal que se realizan en ese centro de estudios, la inflación anual se encamina hacia un inimaginable nivel de 44 millones %. Quizá la más alta de la historia.
Independientemente de que al final del día se materialice o no la promulgación en Gaceta Oficial del citado aumento salarial, las expectativas de los individuos comenzaron a ajustarse con anticipación.
En efecto, a sabiendas de que el brusco salto salarial acarrearía un severo impacto inflacionario, los agentes económicos están aumentando los precios, por una vía o otra otra, anticipándose a la medida. Saben que el costo de reponer sus inventarios subirá fenomenalmente y buscan la forma de protegerse.
El segundo impacto es a nivel laboral. Muchas empresas intuyen que no podrán subsistir ante una medida que sin duda empujaría toda la escala de salarios hacia arriba. Por otra parte, también escuchan lo que dice el Jefe del Estado cuando afirma: “No voy a aceptar que aumenten los precios porque aumentaron los salarios”.
Si no pueden aumentar el precio, ¿cómo van a pagar el aumento del salario? Adelantándose pues a los acontecimientos son muchas las empresas que comenzaron a buscar la forma de liquidar a sus trabajadores o cambiar las condiciones del contrato laboral, con la anuencia de los afectados, que están tan asustados como sus patronos.
Las economías no toleran los cambios bruscos. Las cifras de desempleo están creciendo rápidamente ante la expectativa de lo que pueda ocurrir. Muchas otras empresas -particularmente en el sector comercio, los servicios, la pequeña y mediana industria y otros- no van a poder sobrevivir. Tampoco cuentan con reservas para poder liquidar a sus trabajadores en base al nuevo salario, razón por la cual irán a la quiebra y dejarán un ejército de desempleados que ni siquiera podrán ser liquidados. Es asombroso el número de tiendas que ya han cerrado.
Lo mismo está ocurriendo con el tipo de cambio. Las expectativas inflacionarias generadas por los anuncios presidenciales desencadenaron una aguda devaluación del bolívar soberano (que aún no ha terminado de nacer).
No tiene nada que ver con la fulana “guerra económica”, producto de mentes ignorantes. Todo depende de las expectativas que es un tema exhaustivamente analizado por uno de los grandes economistas de la historia: John Maynard Keynes (1883-1946). Si finalmente se materializa el aumento, ya el mismo se habrá diluido como sal y agua entre las manos de los trabajadores.
Quizá para la fecha en que se publique este artículo ya el tema haya quedado dilucidado con su promulgación en la Gaceta Oficial, pero independientemente de que haya ocurrido o no, buena parte del daño ya está hecho.
@josetorohardy