Solemos hablar de las víctimas de las grandes o pequeñas campañas de terror psicológico, mas no de los victimarios. Y es que nadie monopoliza el miedo, una poderosa bacteria que afecta, incluso, a quienes sistemática y patológicamente la generan.
Los altos funcionarios públicos venezolanos, incluyendo a familiares y relacionados, sujetos a las severas sanciones impuestas por países que, por cierto, suelen o solían preferir para sus viajes y promesas de futuro, obviamente que están aterrados. No es para menos, de revisar las consecuencias personales que acarrean antes que las políticas que, al fin y al cabo, se suponen compartidas, diluidas o rifadas en caso de caer en desgracia la tribu o logia del poder.
Por casualidad, ayer presencié la disertación de cuatro especialistas en distintas áreas sobre la materia, acompañados por varios periodistas con escasa oportunidad de preguntar, antes y después del consabido apagón que no podía prever Transparencia, la ONG promotora del evento. Cada vez que escuchaba la reflexión y la advertencia de cada expositor, pensé en lo astronómicamente lejos que están los chavomaduristas de los burócratas y familiares de Juan Vicente Gómez o Marcos Pérez Jiménez que hicieron una vida despreocupada y sencilla en cualquier lugar del mundo, al caer éstos regímenes, como no la harán aquéllos creyendo que bastará con la extraordinaria, masiva y gigantesca campaña que tanto ayudó al allendismo derribado.
El repentino y universal vacío del estómago que, recurriendo a un venezolanismo, llamamos cagazón, está lo suficientemente fundado y, en la medida que se informe, permeará en los estratos medios y más bajos de la actual estructura represiva de lo que queda del Estado. De las redes sociales, arrepentidos partidarios del régimen, simples simpatizantes que no están involucrados en sus tropelías, comienzan a recoger o a esconder las fotografías y videos que los vinculan al partido de gobierno, por inocente que fuese el selfie con algunas de sus super-estrellas: huelgan los comentarios en torno a los involucrados que bajan la santamaría digital, escudándose en pseudóimos.