Entre las perniciosas habilidades que tiene el régimen venezolano está la de correr la arruga. Al igual que la de su inagotable habilidad de hacer que la sociedad —y sus líderes- desvíen el debate de lo trascendental a lo irrelevante y, cuando no le funciona, recurre entonces a alguna estrategia populista y demagógica con la que logra una ilusión colectiva desmovilizadora. Como mago de circo de pueblo, y cuando menos lo esperamos, saca un conejo blanco del sombrero con el que logra asombrar y animar a ese público ignorante e ingenuo. Y con esos trucos y maniobras manidas y recurrentes, contra toda lógica racional y pronósticos ha logrado siempre fortalecerse y mantenerse en el poder.
Es increíble que después de haber visto, vivido y sufrido las nefastas consecuencias de la permanente estrategia populista y de dominación del régimen, hoy en un amplio sector de la oposición no se haya aprendido nada y se esté discutiendo si es un acto insurreccional sacarse el carnet de la patria o si hay que evitar sacárselo y perder la dignidad; preocupa ver a diputados de nuestra Asamblea Nacional exigiendo que los empresarios liquiden sus inventarios por debajo de los costos de reposición y exigiendo que el gobierno los “fiscalice”. Raya en lo trágico y desmoralizante presenciar que a estas alturas otro prominente diputado de la misma AN, sea capaz de pensar y decir que en las políticas que implementa el régimen no hay mala fe. En vez de estar todos exigiendo unidos en una sola voz y con la única proclama y objetivo de la salida del poder de Maduro y sus cómplices.
A pesar de que su palabrerío revolucionario le ha sido tan útil hasta ahora, es innegable que ya ni Maduro ni sus ministros, logran articular un discurso convincente. Su narrativa está agotada. La realidad del país, las consecuencias de su grotesca corrupción y los resultados de su incapacidad para la gestión pública los ha hecho perder toda credibilidad; sin embargo, frente a esto no ha habido una exposición y discurso homogéneo, serio, sensato ni claro. Por el contrario la inmensa mayoría de las voces de la oposición se pierden en discusiones estériles y, peor aún, muchas veces hemos visto a esos dirigentes en actividades populistas y demagógicas o los hemos escuchado planteando propuestas de corte socialista, muy similares a las que nos condujeron a este desastre que vivimos hoy.
Lamentablemente debemos reconocer que desde la oposición no se han hecho esfuerzos firmes y eficientes para explicarle a los ciudadanos de forma inteligible, didáctica y propositiva, que nuestra lucha no debe ser contra el comerciante, ni el director del colegio, ni contra el dueño de la clínica, o el de la bodega; que el único responsable de este desastre económico —que hace que su dinero no alcance para nada- es el régimen de Nicolás Maduro. Que el profundo empobrecimiento de todos, es producto de la hiperinflación originada por el desmesurado gasto sin soporte del Estado, por las malas políticas públicas que, pretendiendo inútilmente controlar los precios —y el dólar- solo ha generado esta alarmante escasez y profundizado la corrupción y abusos de los representantes de las distintas instituciones mediante las cuales el chavismo tiene sometida a la sociedad.
Debemos explicar que por medio de sus organismos represores el Estado podrá obligar a vender a pérdida, pero ese comerciante no repondrá inventarios y cerrará su comercio. De igual forma nadie producirá nada si no puede asegurar una ganancia. Quien arriesgando su patrimonio y capital funda y levanta una industria, empresa o comercio con tantas horas de enorme esfuerzo y sacrificio, solo debe ser considerado como generador de empleo y riqueza. Esa riqueza que es necesaria para el bienestar de los pueblos. Ya Winston Churchill nos lo había advertido: “Algunos consideran que la empresa privada es como un tigre al que hay que abatir y otros la ven como una vaca que se puede ordeñar, pero muy pocos la ven como lo que realmente es; un robusto caballo que tira del carro”.
Hace falta que quienes reciben los bonos y subsidios del régimen, logren comprender que mientras más dinero ficticio e inorgánico haya circulando, menos valor tendrá nuestra moneda. Es imperioso que distingan que el dinero no es riqueza, que es tan solo un medio de pago; que el valor y la riqueza no se logran imprimiendo billetes, que es mucho más complejo que eso. Que la economía no funciona así. Que la riqueza solo se crea produciendo y ahorrando.
Hay que explicar por qué el régimen necesita ciudadanos pobres y dependientes de los subsidios para mantenerse en el poder. Hacer ver cómo se impide que la ayuda y soluciones que necesitan para salir realmente de la pobreza lleguen a sus destinatarios. Resaltar que la revolución ha ido destruyendo empresas exitosas y productivas convirtiendo al Estado prácticamente en el único patrono, representado por burócratas ineficientes, abusadores, déspotas, arrogantes, todopoderosos y, principalmente, impúdicamente corruptos.
Si quienes pretenden conducir el cambio en el país no se despojan de toda ideología socialista y conductas populistas, para asumir con firmeza y convicción que ser rico no es malo; que sin producción de riqueza no hay –ni habrá- nada que administrar para combatir la pobreza y la desigualdad. Que esta se forma a través de estabilidad y confianza, de la libre competencia, libertad económica y de una economía que atraiga la inversión privada generando empresas y empleos estables, habremos perdido no solo 19 años de nuestra historia y más del 15% de la población, sino además toda posibilidad de ser algún día un país de primer mundo.
La Venezuela de hoy está en ruinas y no soportaría otro gobierno —de la ideología que sea- de quienes en aras de la “igualdad” sigan satanizando la riqueza y repartiendo lo que no se ha producido, porque lo único que logrará será seguir distribuyendo pobreza de manera igualitaria.
Paul Samuelson, ganador del premio Nobel de Economía, dijo “todas las malas experiencias enseñan algo útil”. Esta que estamos viviendo los venezolanos ha sido tan mala que debería dejarnos grabado en nuestro ADN nacional que nunca más debe dársele poder a quienes hagan política desde el populismo y prometan salidas fáciles. Solo la educación, el trabajo duro y el ahorro; así como la libertad y la verdadera democracia, nos harán salir del profundo pozo en que nos metió el chavismo.
@judithsukerman / judithsukerman@yahoo.com