La situación caótica de Venezuela, debido a su intensidad, se ha convertido en un problema regional con repercusiones internacionales. La inexistencia de instituciones democráticas en este país, la permanente violación de los derechos humanos, la utilización de militares y grupos civiles armados para hostigar y asesinar oponentes, así como la criminalidad desatada contra la población civil que padece sin sosiego una inseguridad promediada en 25.000 asesinatos anuales en medio de una impunidad generalizada. A esto se suma la carencia de servicios y el desabastecimiento de alimentos y medicinas que han forzado al éxodo o huida de 2,3 millones de personas de acuerdo con datos de la ONU y al exilio y al autoexilio a cientos de miles de conciudadanos de nuestra nación.
En este momento circula en las redes una versión de Constitución que, de ser impuesta, significaría el establecimiento definitivo del comunismo, Estado Comunal. Aquí resulta obligatorio que la oposición democrática actúe con sentido de responsabilidad para construir la estrategia capaz de enfrentar tan grande amenaza. Ese texto abortado de la ANC irrita, de llegar a sobrevivir e implantarse, significaría la pérdida definitiva de la democracia. No es poca cosa lo que tenemos por delante.
Se trata de un Estado fallido donde altos funcionarios civiles, militares están asociados con los narcotraficantes, guerrilleros y organizaciones terroristas internacionales. Según la cual conforma una situación propicia para que la Organización de las Naciones Unidas intervenga a fin de remediar esta crisis humanitaria. En días recientes, Michelle Bachelet, alta comisionada para los Derechos Humanos, dijo: “tomar todas las medidas disponibles para abordar las graves violaciones a los derechos humanos en Venezuela”.
No se tienen noticias de si el caso venezolano ha pasado a consideración del Consejo de Seguridad de la ONU, pero la urgencia en detener la sistemática violación de estos derechos podría forzar a sus conciudadanos desarmados y víctimas de un Estado fallido, a clamar por la intervención de otros gobiernos democráticos en una coalición bajo la doctrina de la “guerra justa”.
La frase guerra justa o derecho a hacer la guerra, aparece en los escritos de San Agustín (siglo IV d.C.), quien consideraba que “toda guerra es malvada pero que existe una guerra justa al ser librada por una causa justa como es la de restaurar la paz, si bien hay que recurrir a ella con remordimientos y como último recurso”. Santo Tomás de Aquino (siglo XIII), también hace referencia a esta doctrina: “Que la guerra se haga para defensa de la nación y evitar que esta sea oprimida por la fuerza de algún tirano o dictador. Incluye la defensa de las personas y las cosas que se encuentren en el propio imperio.
La guerra defensiva, es lícita aun para los particulares que no cuentan con la autoridad del príncipe o del superior, en virtud de que la ley natural les autoriza a la defensa”.
¡Ojala! la ONU decida jugar un rol sin rodeo para restablecer la seguridad y la paz en Venezuela para salvarnos del genocidio de un nuevo Adolf Hitler.
Albert Speer estuvo vinculado con Adolf Hitler durante los últimos 12 años de vida del dictador. Después de la guerra, este funcionario fue condenado por el tribunal de Nuremberg Alemania a 20 años de prisión. En ese período escribió su autobiografía, un texto de más de 900 páginas.
En sus Memorias, Speer registra que entre 40 y 50 personas podían acceder a la mesa de Hitler en la Cancillería del Reich. Ahí generalmente acudían los jefes regionales y nacionales del partido, algunos ministros y las personas del círculo íntimo. También indica que los integrantes de dicho círculo nunca habían traspasado las fronteras de Alemania, y agrega que tampoco Hitler había visto nada del mundo ni había adquirido los conocimientos necesarios para comprenderlo. “…los políticos del partido que lo rodeaban no tenían, por lo general, instrucción superior. De los 50 jefes regionales y nacionales, la élite de la jefatura del Reich, solo 10 tenían título universitario. Algunos se habían quedado atascados (sic) en los estudios superiores, mientras que la mayoría no había pasado del instituto. Casi ninguno de ellos había destacado en ningún campo; casi todos evidenciaban una sorprendente falta de curiosidad intelectual”.
La pasión por las grandes edificaciones tiene un importante talón de Aquiles del que Speer dejó constancia: “Su pasión de construir para la eternidad lo llevó a desinteresarse totalmente de las estructuras de comunicación, las urbanizaciones y las áreas verdes: la dimensión social le era indiferente”. En consecuencia las personas no importan para nada, son solo fichas en su tablero de juego bélico.
La manifiesta manía está en plena sintonía con otro sentimiento del Führer: en cuanto dejan de triunfar en la guerra, los alemanes ya no son su pueblo, y él, sin ningún titubeo, les niega el derecho a la vida. Y, aunque organiza la última batalla en torno a Berlín, le dice a Speer: “No combatiré; corro el enorme peligro de ser solamente herido y caer vivo en manos de los rusos. Tampoco me gustaría que mis enemigos trataran mi cuerpo como una carroña: he ordenado que me incineren (…) Si perdemos la guerra, el pueblo también se perderá”. Así, pues, su única preocupación es que no le ocurra nada a su cuerpo una vez muerto.
Él era incapaz de sentir compasión por algo o por alguien. La prueba más palpable de ello fue la orden que impartió al general Dietrich von Choltitz, gobernador de las fuerzas invasoras alemanas en la capital francesa. Cuando las tropas aliadas se aproximaron a París, el Führer ordenó a Von Choltitz que, antes de partir con sus soldados, volara hasta el más pequeño edificio histórico. Siguiendo las instrucciones de Hitler, se dispusieron cargas de dinamita en el Arco del Triunfo, la torre Eiffel, la Opera, Les Invalides, Notre Dame y la Madeleine. Sin embargo, al momento final, el general nazi no fue capaz de ejecutar la salvajada que le fue ordenada y prefirió rendirse al general Jacques-Philippe Leclerc, el liberador de París.
La locura nazi no dejó otra alternativa a los aliados: la destrucción total que Hitler quería ejecutar sobre Londres se concretó justificadamente en grandes ciudades alemanas, las cuales fueron arrasadas de la misma forma en que él deseaba destruir a la capital inglesa para dar el ejemplo y demostrar su enorme capacidad devastadora.
Así mismo ocurrió en Venezuela con el plan Ávila, cuando Chávez y JV Rangel ordeno su ejecución y no lo obedecieron porque era una locura masacrar el pueblo indefenso de Caracas en la gran marcha de protesta, el 11 abril 2002, el cobarde mandamás de Miraflores renuncio ante el alto mando militar bajo coordinación de L. Rincón “el cual renuncio”. Después el locuaz delirando en paños menores en la orchila, el compadre Baduel desde Maracay lo repuso en Miraflores, el hoy general, Raúl Baduel, degradado, preso, sepultado en la “TUMBA” de la plaza Venezuela. Así se paga, la sumisión ante el déspota.
Hoy continua el desastre, septiembre 2018 sucede la desvergüenza más atroz con el paquetazo de Maduro y su nuevo cono monetario: el gobierno decide dictatoríamente que los funcionarios tendrán un solo salario pírrico anclado al Petro virtual (barril de petróleo en el subsuelo), no importa si estas menos o más capacitado, si eres profesional o no, se eliminan de un solo plumazo los beneficios alcanzados por trabajadores del Estado en toda una historia de lucha gremial- sindical.
Si alguna semejanza existe en esta pesadilla o dictadura es mera coincidencia con destructores consuetudinarios de Venezuela; uno ya fallecido y el otro a punto de desaparecer con sus esbirros militares pero con lagrimales de tanto llorar como hizo el demente Nerón cuando incendio a Roma para contemplar el ardor, olor de carne de víctimas inocentes seguidores de Jesucristo.
La locura es manía contagiosa por el Poder omnímodo: creo que Maduro está listo para vender a Venezuela como una finca a cualquier precio“, dijo Diego Arria, ex representante de Venezuela ante la ONU, ahora exiliado en Nueva York. “No hay límite para lo que puede entregar a los chinos en esta etapa“. El suelo de Venezuela contiene dos cosas que China necesita: las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo y abundante coltán, un mineral que se usa en los teléfonos inteligentes.
Diego Arria, un diplomático que se desempeñó como presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 1992, dijo que los chinos nunca habrían provocado a Estados Unidos al buscar una presencia militar en este hemisferio en el pasado. Ahora, no está tan seguro.
En consecuencia son una amenaza.
¡Ojo! el Artículo 150 de la Constitución Nacional vigente, cualquier acuerdo estratégico de préstamo tiene que ser aprobado por la Asamblea Nacional de 2015. Si se produce como en efecto se producirá la instalación de un nuevo gobierno democrático por la Paz, no habrá reconocimiento ni garantía de cobrar préstamos o contratos írritos.
En consecuencia se justifica como nunca: el derecho a hacer la guerra por la Paz de Venezuela. Venezuela llora por dentro como payaso cuando hace reír a la concurrencia.
Así de las cosas