La antipolítica como expresión de rechazo a los partidos políticos puede tener justificación, pero decididamente es una posición que le ha salido cara al país. Cabalgando sobre ella llegó Chávez al poder y todos sabemos el inmenso daño a la nación que este funesto personaje produjo. Trump, también es una expresión de la antipolítica y ya vemos sus efectos sobre el crecimiento de la economía mundial. De manera que más que buscar destruir a los partidos, lo que corresponde es transformarlos, intentar influirlos o aproximarnos a ellos, sobre todo a su juventud, para lograr que cambien, porque la verdad es que gústenos o no nos guste, los políticos gobernarán a Venezuela, a través de los partidos políticos, debido a que para eso se forman desde muy jóvenes y en eso son profesionales. Lo que debemos tener muy claro en nuestro disgusto, que no debe llegar a la rabia destructora, es que igual que nos enojamos profundamente con un familiar, también es cierto que el reclamo, el diálogo, el parentesco y el tiempo, nos llevarán a reconciliarnos nuevamente.
De las cosas que los políticos debían estar claros es que la sociedad civil tiene razones para mostrar su rechazo: el poco interés mostrado para defender el revocatorio, el diálogo inconsulto, el desmontaje de las protestas de 2017, la participación de algunos partidos en la elección de mayo de este año, constituyen acciones no bien sopesadas, que disgustaron seriamente a los venezolanos y que evidenciaron una cierta soberbia de los partidos. Estos deben ya entender que en una nueva gobernanza actuar conforme las expectativas de la gente, es lo que tiene sentido. Por otra parte, los dirigentes políticos deben asumir que los cargos dentro de su carrera política hacia el pináculo del poder, comienzan dentro de la estructura misma de los partidos, siguen con cargos de elección popular, iniciando con el de concejales, alcaldes, diputados regionales, gobernadores, diputados nacionales, Ministro del Interior, Secretario de la Presidencia y culminando con el cargo de Presidente de la República. De manera que su desarrollo de carrera es amplio y tiene largo alcance. En este sentido deben resistir la tentación de ocupar cargos de especialistas; es decir que un político, así fuera profesional en economía, no debería ser Ministro de Planificación, Finanzas, Producción, etc., ya que para ejercer estos cargos se requiere haber desarrollado una carrera y estudios que el político no tiene.
Actualmente el tema de la Transición se está abordando por diferentes especialistas. Algunos la ensalzan como un período muy importante, que permitirá un cambio en el modelo de conducción del país. Otros desarrollan muy agudos y originales planteamientos acerca de cómo puede darse este escenario. En este último caso, llama la atención que se enarbole la bandera de una nueva elección presidencial para finales de año, algo que como simple espectador de la política, no veo que en este momento sea una aspiración del pueblo venezolano; pero sobre todo no comparto que la propuesta acerca de la escogencia del liderazgo que presidiría la transición, se haga con prescindencia de los partidos políticos, entre “la iglesia, las universidades, los estudiantes, los líderes de la sociedad civil organizada y las fuerzas productivas del país (empresarios y trabajadores), sin la participación del Consejo Nacional Electoral”. Por supuesto que estos actores fundamentales de la sociedad civil, son muy respetados y gozan de gran credibilidad, pero la realidad es que su naturaleza no es política, ni nunca se prepararon para asumir la dirección del país. Las encuestas indican claramente que a pesar del rechazo mayoritario a los partidos, una persona que encarna y representa a los partidos políticos, goza de las preferencias y confianza del país para asumir las tareas de conducción del Estado. De manera que no veo como en el análisis se puede excluir a María Corina. Además tengo muy claro porque lo he estudiado mucho que la transición, ese escenario de reconstrucción, primero humanitaria y después de restauración de la infraestructura, los procesos y los equipos humanos, no debe exceder de dos años, de manera que hablar de una elección presidencial me genera dudas.