Creo que fue en el año 2000 que el sr. Chavez ordenó al entonces ministro de transporte y comunicaciones la eliminación de los peajes en las carreteras nacionales y estadales por considerarlos contrarios al libre tránsito del pueblo por su patria y los calificó como una forma de expoliación capitalista de la malentendida descentralización. En verdad el sr. Chávez no ordenó sino que impuso su tesis demagógica y populista, la cual fue recibida con alborozo por Diosdado Cabello, a la sazón ministro del ramo: con el manotazo de Chávez fue atropellado el derecho competencial de las entidades federales (léase “estados”) sacralizado en la CRBV, herencia, por cierto, de la Constitución del 61, a partir de la sana interpretación de su artículo 137 por el Congreso que dio origen a la ley de descentralización y a la ley de elección de gobernadores.
La instalación de los peajes en Venezuela a partir del primer lustro de los años 90 generó un efecto positivo en la responsabilidad sustantiva de los ejecutivos estadales en la administración de sus respectivas entidades, así como un sentido práctico de contraloría social de las comunidades regionales para la mejora de la vialidad, tránsito, señalización y semaforizacion en autopistas, puentes y carreteras; así como la rendición de cuentas -papeles en mano- de la eficiente (o deficiente) administración de los proventos venidos de los peajes, en su expresión material como era buenas carreteras, sin huecos, baches ni fallas de borde, etc, a lo largo y ancho de Venezuela. Sin obviar los defectos propios del experimento descentralizador, la puesta en práctica de los programas de administración de la vialidad por los ejecutivos estadales trajo mayormente buenas carreteras, patrullaje policial para la protección de los viajeros -con conspícua ventaja a los transporte de carga, que hoy son asaltados por pandillas armadas en las solitarias carreteras venezolanas-, auxilio vial oportuno y demarcación de los tramos viales con rayado y orientaciones en beneficio de usuarios y comunidades aledañas.
Luego del manotazo de Chavez que liquidó la descentralizacion de los servicios de administración de autopistas, puentes y carreteras se desmejoró el mantenimiento de dichos servicios a tales niveles que el deterioro ha hecho intransitable una buena cantidad de vías, y todas con fallas y defectos que casi nos acercan a épocas de las vías de granzón, de los años 50 del siglo pasado.
Hoy la vuelta al cobro de peajes en las carreteras -habilitando las hoy destartaladas construcciones que florecieron como peajes en los años 90- tiene otra connotación, distinto objetivo original y, desde luego, persigue otros resultados. Primeramente, es un acto centralista que no reivindica la confiscada competencia originaria de los estados; segundo, si acaso se desconcentran tareas, en el ramo, a los gobernadores se ratifica el aberrante centralismo del régimen chavomadurista; tercero, la reinstalación de los peajes busca resolver un problema de caja del gobierno nacional y de ninguna manera hacer eficiente un servicio para la comunidad y el desarrollo regional, devolviendo en obras y servicios las altas tasas impuestas. No tendremos mejores carreteras, la inseguridad seguirá campeando en nuestra desoladas carreteras y los apoyos viales brillarán por su ausencia. Queda como corolario la convicción del fracaso del modelo centralista propio de re?imenes castrenses y autoritarios como la necesidad de retomar la descentralizacion administrativa en la obligada reinstitucionalización que exige la desbaratada, corrupta e ineficiente administracion pública delineada por los planes socialistas.