Érase una revolución, por Guido Sosola

Érase una revolución, por Guido Sosola

 

Un 3 de octubre de 1968,  amanecieron de golpe los  peruanos. Se creyó uno más, pero a los pocos días, afectando los intereses petroleros, resultó otra cosa y no es difícil imaginar el cuadro al acercarse la experiencia allendista de Chile, en un continente de acostumbrados manejos del sable y con una Venezuela de excepcional vida democrática, digan lo que digan.

La llamada revolución peruana, no duró mucho y se despidió, con Morales Bermúdez, sumergido el país en una crisis  indecible. Hubo muy buenas intenciones, hay que decirlo sin ambages, de una élite militar que, en su tránsito por Venezuela, estudió en profundidad Manuel Urriza para revelarnos una irrefutable superioridad ideológica, académica y profesional respecto al grupete que un 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992, intentaron asaltar el poder en Venezuela.

Mucho fue el  entusiasmo que levantó acá Velasco Alvarado, circulando una abundante bibliografía y auspiciando un debate que la derrotada insurgencia marxista procuraba reflotar. E, incluso, por entonces, estudiantes de periodismo, Marianella Salazar, Aquilino José Mata, Taelman Urgelles o, no faltaba más, Angela Zago, entre otros, suscribieron un documento de apoyo a la expropiación de los diarios peruanos (Deslinde, Caracas,  nr.  17 de abril de 1970).

Vargas Llosa comenzó a marcar una heroica pauta al diferenciarse del nuevo régimen que, por muy buena fe que exhibiera la referida élite, incluso, reclamada una perspectiva del humanismo cristiano, repitió el recetario y se hizo promesa de un curso totalitario, aunque se quedó en los terrenos de un autoritarismo insalvable.  Sin embargo, es lo que queda de sus consecuencias de largo plazo, como cadete que cumplía con un viaje para sendos actos protocolares,  a Chávez Frías le impresionó demasiado y, sobrando los testimonios, alimentó ese mesianismo pretoriano, pisando suelo peruano.

Sólo puede explicarse el impacto emotivo, por la juventud del cadete, mas no el ideológico y duradero, reconocido  alguien que hizo gala de una inmensa simplicidad, batiburrillo de creencias dispares que ocultaba las cartas marcadas de una arraigada convicción castro-comunista, pues, por bolivariano que se diga, encabezó un proceso de burda imitación de la dictadura que se ha dicho inspirada en Martí.  El aniversario del golpe limeño pasaría de largo, si no fuese porque en la Venezuela de la catástrofe humanitaria, represión y hambre por casi veinte años, lo tiene por  antecedente.

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