Una imponente jirafa, leones africanos y tigres de bengala sobreviven en un zoológico creado por narcotraficantes como una especie de Edén entre las verdes montañas de Honduras, pero que hoy languidece por la falta de recursos para su mantenimiento.
AFP
“El parque ecológico era muy rentable, era nuevo, tenía mucha inversión pero ahora no tenemos el capital que tenían los dueños” para mantenerlo, asegura a la AFP la bióloga guatemalteca María Díaz, clamando por un arreglo económico con el gobierno, que se lo otorgó en concesión.
Las manifestaciones que estallaron contra la reelección del presidente Juan Orlando Hernández en los comicios de noviembre pasado, y que se prolongaron hasta febrero de este año, mantuvieron bloqueadas las vías de acceso al zoológico y -en consecuencia- cayó mucho el número de visitantes.
Las instalaciones están ubicadas en la cima de una colina 150 km al norte de Tegucigalpa, donde un rótulo de piedras pintadas en blanco sobre césped verde -con la inscripción “Zoológico Joya Grande”- da la bienvenida a los turistas.
La jirafa de cinco metros asoma su largo cuello para saludar, mientras las cebras se alimentan en un establo. Tras bajar una empinada cuesta van apareciendo los establos de los venados, camellos, tapires -una de ellas recién parida con su cría- y las piscinas de los hipopótamos.
Luego vienen jaulas con atractivos leones africanos, tigres de bengala, jaguares y pumas. En otros establos: bisontes, llamas, ñus, avestruces, pavos reales y demás animales exóticos.
Además de los animales, el parque ofrece atracciones como bicicletas acuáticas, lanchas pantaneras, caballos y vehículos, cafeterías, piscinas, restaurantes y 15 cabañas a disposición de los turistas, que así y todo escasean.
El zoológico fue construido al estilo de la Hacienda Nápoles, del fallecido capo colombiano Pablo Escobar, por el cartel hondureño los Cachiros, cuyos líderes se entregaron a la justicia de Estados Unidos al ser declarados extraditables.
Las instalaciones fueron decomisadas por la Oficina de Bienes Incautados (OABI), tras lo cual la bióloga Díaz -hasta entonces encargada de cuidar a los animales- lo obtuvo en concesión en abril de 2014, a un costo de 7.400 dólares mensuales.
En crisis
Para administrar el parque, que recibió con 300 animales, creó la empresa Servicios Veterinarios Arca de Noé.
Todo iba bien financieramente hasta que llegaron las tomas de carreteras de los opositores del presidente Hernández.
El público dejó de acudir al zoológico como consecuencia de los bloqueos y, en paralelo, la OABI y el Ministerio Público le llevaron 200 animales decomisados por malos tratos, con lo que aumentaron los costos del ecoparque, que debe mantener a 500 ejemplares de 58 especies.
“Aunque no vendamos, tenemos que pagar a los empleados, a los proveedores y los animales siempre comen”, argumentó Díaz.
El pago a 65 empleados, la alimentación de los animales, agua y luz consumen un presupuesto de unos 42.000 dólares al mes.
En tanto, arrastra una deuda de 83.000 dólares que no puede pagar por la baja asistencia.
Tras las elecciones, además, “la situación ha ido empeorando cada vez más económicamente para el país y somos afectados porque la gente prefiere gastar en lo más básico y no en diversión, como visitar un zoológico”, lamentó la bióloga.
El mal estado de la carretera de acceso, con trechos sin asfaltar, complica la situación.
Para sobrevivir, “esperamos una condonación de la deuda y una rebaja en el pago mensual” que se ha gestionado ante la OABI, explica esta apasionada por los animales, vestida con traje de safari, en su oficina dentro del zoológico.
El director de la OABI, José Luis Andino, dijo a la AFP que los abogados están estudiando la solicitud para ver “si legalmente es posible”, en una transacción “meramente comercial”.
Pero también “estamos haciendo un trabajo con las personas que trabajan allí para darle sostenibilidad al zoológico”, darle mantenimiento y mejorar sus instalaciones, dice, resaltando la importancia educativa del ecoparque, más allá del turismo.
A pesar de los problemas financieros, Díaz no concibe como posibilidad el cierre del parque. “Hay 500 animales que tienen que comer” y “a todos los quiero, me conocen y me quieren”, asegura.