Solo un partido de este deporte, podría contrarrestar las lluvias, la crisis, la hiperinflación, el desabastecimiento y la inseguridad, aunque sea por un breve momento… Es que solo un Caracas-Magallanes puede con todo, es a prueba de balas, y el pasado martes 23 de octubre, un “aguacero” de personas inundó el estadio de la Universidad Central de Venezuela (UCV), para disfrutar del clásico de la pelota venezolana.
Lucho Suárez | LaPatilla.com
De acuerdo con registros del cuadro melenudo, la asistencia al templo capitalino fue de -al menos- 20 mil personas, dato que no pasa desapercibido y su vez deja en evidencia que, a pesar de las circunstancias desfavorables que azotan al país día tras día, el venezolano busca despejarse un par de horas del desastre nacional.
Hoy fuimos más de 20.000 ? ¡Gracias por el apoyo! Son los mejores fanáticos #Orgullocaraquista ? pic.twitter.com/LBiqXhWx7G
— Leones del Caracas (@leones_cbbc) October 24, 2018
Tanta fue la impresión que lo comentaristas televisivos no dejaban a un lado su asombro por lo abarrotado que estaba el recinto, puesto que no se había visto una entrada así desde hace unas cuantas temporadas.
El pueblo nunca deja de sorprender, y cuando se pensaba que el deporte nacional había sido consumido por el declive ocasionado por el fraudulento “socialismo del siglo XXI“, se dio un golpe sobre la mesa para exclamar que todavía, en lo que cabe, se puede disfrutar de un buen juego de pelota.
Para corresponder el masivo apoyo de su fanaticada, unos inspirados Leones del Caracas no dejaron pasar la oportunidad para propinarle soberana paliza (1-7) a su histórico rival, y escalar a la primera posición de la tabla del campeonato, arrebatándosela también a la nave turca, como si de un “toma y dame” por el liderato entre acérrimos enemigos se tratara.
No es secreto para nadie que, así sea a través de señales de humo, el venezolano buscará la manera para gozarse sus partidos, ya que al fin y al cabo, el régimen y la crisis podrán acabar con todos los espacios de esparcimiento en el país, pero la pelota y el guante nunca se manchan.