Seis meses después de cerrarle la puerta al acuerdo nuclear con Irán, Donald Trump restablecerá el lunes las últimas sanciones contra Teherán, las más draconianas, aunque aún persisten las dudas sobre el objetivo final de esta campaña estadounidense de “presión máxima”.
Un primer conjunto de medidas punitivas, que habían sido levantadas a cambio del compromiso firmado en 2015 por Irán y las grandes potencias para que Teherán no se dotara de una bomba atómica, ya habían sido reimpuestas en agosto.
Y, como prometido, el segundo bloque entrará en vigor el lunes, pese a la seguidilla de protestas de dirigentes iraníes, aliados europeos de Washington, así como de China y Rusia. Se trata de sancionar a entidades o empresas extranjeras que continúen comprando petróleo iraní o relacionándose con los bancos de la república islámica, impidiéndoles el acceso al mercado estadounidense.
“Las sanciones van a hacer daño”, predijo un diplomático europeo, puesto que Irán, su economía, y principalmente su moneda, ya sufren desde hace meses. “Se trata del mismo plan de batalla aplicado a Kim Jong Un y Corea del Norte: sanciones, presión máxima, para que luego estén dispuestos a negociar”, agregó.
Washington no esconde su intención de reproducir esta estrategia que considera exitosa, pues el líder norcoreano se comprometió con la “desnuclearización” tras una cumbre histórica con Trump tras una escalada verbal y el reforzamiento de las sanciones internacionales.
– Doce condiciones –
El millonario republicano repite que está dispuesto a reunirse con dirigentes iraníes.
Desde el 24 de octubre, doce días antes de que sean reimpuestas las sanciones, el Departamento de Estado comenzó una cuenta atrás y cada día publica en Twitter las doce condiciones de Washington para un “acuerdo global” con Irán.
Entre ellas figuran restricciones más firmes y duraderas sobre el programa nuclear que las incluidas en el pacto de 2015, que Washington consideró demasiado suaves, así como el fin de la proliferación de misiles balísticos y de actividades consideradas “desestabilizadoras” de Teherán en países vecinos (Siria, Yemen, Líbano…).
Para obligarlo a plegarse a sus condiciones, el gobierno estadounidense pretende imponer a Irán las sanciones “más fuertes de la historia”, pues se esperan nuevas medidas punitivas en los próximos meses.
“Eso es pensar en soluciones mágicas”, dijo a la AFP Ali Vaez, del International Crisis Group. “Pese a la presión económica, los iraníes han sido capaces de continuar apoyando a sus aliados regionales en los últimos 40 años”, tras la revolución islámica de 1979, dijo.
Por otro lado, la situación ahora es diferente a cuando el gobierno demócrata de Barack Obama impuso en 2012 las sanciones que serán restablecidas el lunes.
“No estamos en 2012 cuando el mundo estaba unido frente a las sanciones contra Irán”, explicó Barbara Slavin, del centro de reflexión Atlantic Council. “Esta vez, se trata de la administración Trump que intenta imponer al resto del mundo una política que la mayoría de países no quiere”.
Aunque las principales grandes empresas extranjeras han optado por abandonar Irán, el efecto de la prohibición de exportar el petróleo iraní, fuente clave de ingresos para Teherán, sigue siendo difícil de evaluar.
– Cambio de régimen –
Según numerosos observadores, será difícil reducir a cero esas ventas, como pretende Estados Unidos, que es consciente que deberá aprobar algunas exoneraciones, en tanto Irán se ha ganado una reputación de saber cómo eludir las sanciones.
De otro lado, la Unión Europea está decidida a hacer cualquier cosa para ayudar a Irán a mantener algunos beneficios económicos producto de su adhesión al acuerdo de 2015, para evitar que lo abandone y relance su carrera nuclear.
Más allá del nivel de presión que ejerzan los estadounidenses, la incertidumbre se mantiene sobre todo en sus verdaderas intenciones.
“Depende las personas en el seno del gobierno. El presidente parece querer un acuerdo más global y mejor con los iraníes, pero tengo la impresión que su equipo de seguridad nacional busca desestabilizar Irán o apoyar un cambio de régimen en Teherán”, afirmó Vaez.
Para Slavin, “ejercen presión” porque “no les gusta Irán y eso es todo”.
En cualquier caso, esa estrategia se ha complicado con la tensión en las relaciones con Arabia Saudita tras la muerte del periodista Jamal Khashoggi. Riad es un aliado clave de Washington, que espera organizar una alianza estratégica en Medio Oriente que reúna a los países árabes del Golfo, Egipto y Jordania para contrarrestar al Irán chiíta.
Pero “ese proyecto murió junto con Jamal Khashoggi”, aseguró la experta del Atlantic Council. AFP