(A propósito del fascismo social y la Misión Vivienda)
Hace más de un año leí un artículo titulado “Los pequeños monstruos del chavismo” escrito por Aquarela Padilla. Tomo prestado su título para escribir mi texto, pues quisiera advertir sobre el avance de otros pequeños monstruos que van creciendo con el amparo de la denominada Revolución Bolivariana. Hablo específicamente de esos sujetos que creen poseer para sí una especie de mandato divino; como si en ellos descansara el sentido último de la justicia.
Gente seguramente carente de alguna manera, encuentra en el ahora madurismo un pequeño nicho para devenir jefe, poseedor de una verdad inescrutable y total. Gente que se siente muy bien persiguiendo a quienes no comulgan con su credo político, como si la política y lo político se tratasen de dogmas de fe. Gente que hace listas y censos, que tiene el mal de la reunitis aguda (le encanta convocar a reuniones para explicar “la verdad” que ellos sólo poseen) o para seguir construyendo su pequeño universo de fantasías y absurdos.
Bueno, de esta gente hay también en la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), específicamente en los apartamentos construidos por el gobierno nacional en lo que hoy se denomina Ciudad Tiuna (tanto en el sector “Los Chinos” como en el sector “Los Rusos”). Gente que cree poseer para sí una ética tan revolucionaria e impoluta que hace “dibujo libre” de las normativas legales; las adapta de acuerdo a su nivel de fanatización partidista. Esa gente que es capaz de echarle paja al vecino sin el mayor complejo, creyendo que está asumiendo su deber revolucionario; dejando de lado cualquier viso de humanidad y bondad que pueda anidar en su corazón. Por lo general, y esto lo confieso luego de haber estado trabajando con gente “así”, esta gente sufre del síndrome conspiranóico, todo el que no piense como ellos está equivocado, anda por el camino de la conspiración. De hecho, no es capaz de construir sus propios enunciados, sólo asume la voz del gobierno como válida.
He escuchado de viva voz, incluso conozco el caso, de Limbania Ramírez, a quien desalojaron de su apartamento en el sector Los Chinos, apartamento A-10, porque supuestamente se había burlado del atentado contra el presidente Maduro por un mensaje de whatsapp; evidentemente, fueron sus mismos vecinos quienes, haciendo uso de una “moral revolucionaria”, atropellaron a Limbania en su derecho fundamental a tener vivienda; pero no sólo eso, hay unos asuntos más complejos en este atropello: unos pocos decidieron que ella no tenía el legítimo derecho de no estar de acuerdo con Nicolás e incluso a burlarse de él.
Recuerdo que mi padre me contaba que hace años, a finales de los 80, era muy fans de Paul Guillman, quien en algunos de sus toques les arrancaba la cabeza a ex presidentes como Lusinchi, CAP o Luis Herrera, y no por eso Guillman fue procesado; siguió adelante con sus conciertos y gritaba a viva voz su total desacuerdo y repudio contra los gobiernos adeco-copeyanos.
El asunto es que estos fanáticos monstruosos son tan pero tan revolucionarios que son capaces de ir contra todo aquel que muestre algún rasgo de disgusto o enojo en contra del gobierno de Maduro. Pero van más allá. A través de mecanismos perversos como los censos de los Comités Multifamiliar de Gestión (CMG), especie de condominio que se encarga de velar por el buen funcionamiento de los edificios de la GMVV, estos pequeños monstruos tienen la capacidad de establecer todo un régimen del terror, crear todo un clima de desasosiego entre quienes habitan esos apartamentos.
Heisy Mejías
Secretaria Juvenil de Unidad Visión Venezuela
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