Sin duda, que cuando la soberbia llega al paroxismo, es posible ver en la humanidad individuos con poder político y económico que entran en una especie de patología que los lleva a creer que son todopoderosos y omnipotentes.
Ese es el caso de Diosdado Cabello, quien luego de haber perdido el poder político en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), después de la salida de su pupilo Gustavo González López, y “reconocer” que transcurrido más un año no existe ningún proyecto de “nueva constitución”, mientras sabemos que Hermann Escarrá ha trabajado en eso desde la instalación de la fraudulenta “constituyente” que preside el propio Cabello, pues estamos ante las puertas de otro caso de prosopagnosia política que al parecer se hace cada vez más común en la cúpula del madurismo, aunque con diferentes matices.
Por ello, cuando Cabello dice que no perdonará¹ a los dueños de los medios de comunicación social, concretamente a Miguel Henrique Otero de El Nacional, Alberto Federico Ravell de La Patilla, y Teodoro Petkoff ahora desde la eternidad y fundador de Tal Cual, el autodenominado “hijo de Chávez”, por una supuesta matriz de opinión en su contra, se erige en una especie de Poncio Pilato, quien determina quién o quiénes son los pecadores, mientras se lava las manos ante las barbaries que se han denunciado sobre el Sebin, entre ellas, el “suicidio” de Fernando Albán.
Ignoro si alguna vez Cabello ha leído a Nietzsche quien en La genealogía de la moral habló de la “mala conciencia” y sobre la misma nos aclaraba que esta se originaba cuando el individuo había llegado a la máxima y siniestra de las enfermedades: “el hombre enfermado por el hombre, por sí mismo”, y en donde la violencia y la tiranía se hacen los espacios que sólo ocupan las mentes perversas por el control del Estado y los hechos políticos, es evidente que alguien que irónicamente nos habla de “paz” mientras modera un programa que lleva por título Con el mazo dando, aquí sólo bastaría decirle a un psiquiatra que no sea precisamente Jorge Rodríguez – aquejado por una patología similar – que comience por orientar a Cabello sobre el significado de las conductas de autosuficiencia y delirios.
En otras palabras, ahora Diosdado Cabello, puede decidir desde su trinchera política que esa es una tribuna en donde quienes sean mencionados con su verbo son una suerte de impíos quienes para ser objeto del “perdón” tiene que estar proclamada por la deixis de arrepentimiento contra lo que ellos consideran ha sido una ofensa contra el madurismo y el régimen neototalitario, porque de lo contrario, el averno está asegurado para quienes no reciban semejante prerrogativa.
La verdad es que la hesitación que separa dónde está el bien o el mal, acaba de tener en las palabras de Cabello la apoteosis de su programa televisivo. Decir públicamente un enviado de la “paz” madurista que él no va a perdonar a determinada persona, sin que pesen sobre éstas más que una condenas administrativas en donde el debido proceso se convierte en entelequia, pero además previamente el supuesto agraviado o calumniado, incluso sin que previamente existan sentencias definitivamente firmes, se atreva a asegurar que hará con tales medios en el futuro, son la muestra de que este individuo se considera precisamente, por encima del bien y del mal.
Sí Luis XIV dijo en algún momento L’État, c’est moi – El Estado soy yo – pues Diosdado Cabello al decir a quien puede o no perdonar, ha convertido su frase palabras más, palabras menos en una suerte de inquisición madurista. Sí el perdón es Diosdado, ahora entiendo porque González López o la Harrington desaparecieron sin tampoco recibir su perdón ¿Se declara Diosdado “todopoderoso”? A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.
Publicado por aporrea.org