La XXVI Cumbre Iberoamericana celebrada en Guatemala ha sido inesperadamente conciliadora, pasó casi de puntillas sobre las graves crisis en Venezuela y Nicaragua y hasta esquivó otros asuntos espinosos, tales como la corrupción.
Eduardo Davis/EFE
Ni en la reunión de cancilleres ni en la sesión plenaria de los mandatarios, que hoy clausuró la cita, la situación de Venezuela y de Nicaragua se llegó a discutir abiertamente, aunque el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, intentó encender el debate.
Alvarado pidió que la comunidad internacional utilice “la diplomacia y el multilateralismo como herramientas válidas frente a los graves acontecimientos” en Nicaragua y criticó las “reiteradas violaciones a los derechos humanos” en Venezuela.
Pero el costarricense fue el único jefe de Estado que citó esas crisis directamente en la sesión plenaria y sus declaraciones fueron contestadas en tonos tan moderados como firmes por los cancilleres de Venezuela, Jorge Arreaza, y de Nicaragua, Denis Moncada.
“Venezuela o Nicaragua son utilizadas con frecuencia como cortinas de humo” para “ocultar problemas internos”, declaró el canciller venezolano, que representó al presidente Nicolás Maduro, quien no viajó a Guatemala.
Moncada, que acudió en representación del también ausente Daniel Ortega, fue hasta más duro en su respuesta, pero antes se valió de la tribuna iberoamericana para presentar numerosos datos positivos sobre Nicaragua, avalados por organismos internacionales.
Sobre la intervención de Alvarado, aseguró que había “irrespetado la soberanía, la independencia y la autodeterminación del pueblo nicaragüense” y que actuaba como “ficha de los Estados Unidos”.
También afirmó que Costa Rica está “ardiendo” con huelgas y con “represión policial” y hasta exigió que Alvarado fuera “corregido” para “no interrumpir el trabajo pacífico” del foro iberoamericano, pero nadie se hizo eco de ese reclamo y la cuestión se aparcó.
Según la secretaria general iberoamericana, la costarricense Rebeca Grynspan, esa discusión muestra que “se dio el debate” y que “cada país dijo lo que tenía que decir”, pues en el foro iberoamericano cada Gobierno plantea libremente los temas que considera “importantes”.
Así como fueron virtualmente ignoradas las crisis de Nicaragua y Venezuela, dos asuntos candentes en la Organización de Estados Americanos (OEA), que también faltó a la cita, muy poco se habló en esta cumbre sobre corrupción, un tema central del debate político en toda América Latina y en especial en la propia Guatemala.
Tan es así que el presidente anfitrión, Jimmy Morales, aseguró en la cumbre que su país es “ejemplo de lucha contra la corrupción” y criticó la “justicia selectiva”.
Fue una aparente alusión a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), auspiciada por la ONU para ayudar a la Fiscalía guatemalteca en la investigación de tramas corruptas y a la que Morales ha decidido no renovarle el mandato que vence en septiembre de 2019, lo que fue considerado una virtual expulsión.
Sobre ese caso, la canciller guatemalteca, Sandra Jovel, declaró que no se trató en la cumbre pues en ella se abordan “asuntos de interés iberoamericano”, en tanto que Grynspan garantizó que el debate sobre la corrupción estuvo “muy presente”.
Aunque ninguno de los mandatarios se refirió a ello en la sesión plenaria, la secretaria general iberoamericana subrayó que ese tema se abordó a fondo en un foro empresarial celebrado al margen de la cumbre.
Tampoco se habló sobre el viraje a la derecha que ha dado en los últimos meses la política latinoamericana, reforzado desde Brasil con la victoria en las urnas del ultraconservador Jair Bolsonaro, un polémico capitán de la reserva del Ejército.
Pese a que la opción elegida por los brasileños ha creado cierta inquietud en la región, el presidente Michel Temer, que entregará el poder a Bolsonaro el 1 de enero, garantizó que la transición es “tranquila” y permitirá que el próximo Gobierno “siga trabajando de manera responsable”.
Aún ausente, Bolsonaro se coló en la cumbre a través del canciller cubano, Bruno Rodríguez, quien lamentó que declaraciones del presidente electo de Brasil hayan llevado a La Habana a retirar a los 8.300 médicos que mantenía en el país suramericano.
Rodríguez dijo que los médicos regresan a su país “víctimas de la manipulación política”, en alusión a unas críticas de Bolsonaro, que puso en duda su preparación y afirmó que el 70 % de los salarios que se les pagaban servía para “financiar una dictadura”. EFE