En lo que va de año, en el casco central de Carayaca, estado Vargas, han cerrado dos supermercados, una farmacia, dos quincallas, tres abastos, una panadería, dos ferreterías, una rencauchadora y una venta de línea blanca, sumado a otro lote de negocios que ha cambiado de ramo para poder subsistir, pues las familias solo compran comida, pero en pocas cantidades, según aseguran los comerciantes, publica el diario La Verdad de Vargas.
Aunque prefirieron resguardar sus identidades, pues el que se queja “se mete en el ojo del huracán”, explican que son pocos los que han logrado resistir a las regulaciones de precios y los aumentos salariales, y los que lo hacen es porque son negocios familiares con una nómina mínima.
“Antes para esta fecha ya se iniciaban las ventas navideñas y todo salía, ahora el mayor movimiento lo vemos cuando el gobierno paga algún bono, de resto la gente compra exclusivamente comida”, manifestaron.
Explican que las constantes supervisiones y la hiperinflación dejaron a muchos sin poder reponer inventario, por lo que muchos bajaron la Santamaría, para esperar a que las condiciones mejoren.
“Hasta los chinos cerraron y cada día son menos los que tienen sus estantes surtidos. Es una batalla constante para estar abiertos”.
En un recorrido realizado por la calle principal comprobamos que lo que antes era un restaurant chino ahora es una venta de verduras; en una mueblería colocaron una venta de detergentes artesanales; una zapatería ahora vende productos agrícolas y una venta de ropa ofrece plátanos.
“Los que venden verduras tampoco es que tienen mucha variedad: solo cambur, ají dulce, cebollín, cilantro, aguacate, yuca, chayota y a veces plátanos, ya muy poco se consiguen tomates, papas, pimentones, zanahoria o lechuga. Nos surtimos con lo que la gente más compra y con lo que conseguimos barato”, resalta un vendedor.
“Antes las frutas como la guayaba, el melón y la piña volaban, ahora la gente como que no hace jugo por lo caro que salen”.