Y, por contraste, los populosos electorados brasileños escogen a un ultraderechista que, al menos hasta ahora, nada importante parece tener en la cabeza militar –Bolsonaro llegó a capitán, si no estamos equivocados, o sea, menos que Hugo Chávez y sus principales camaradas- nada más allá de amenazas, castigos y ya vas a ver lo que te pasa por comunista y cabrón.
En Argentina ya estamos viendo lo que viene pasando, un Mauricio Macri hijo de empresario, electo democráticamente y tan de derecha que hasta amigo personal de Donald Trump es, y que como detalles de cortesía argentina acaba de regalarle en Buenos Aires al Presidente (comunista oficialmente) de China un caballo de verdad verdad, de los que relinchan, y un casco, ambos para jugar polo, ¿hay algo más derechista que el polo?
En Colombia el joven Iván Duque no es precisamente izquierdoso, formado en la escuela de Álvaro Uribe y con claro pensamiento moderno y de avanzada, un Presidente de la era electrónica para un país que parece enrumbarse en esa dirección, mientras sus guerrilleros del ELN y de las FARC derrotados en Colombia y sin siquiera ambiente popular, se pasan a Venezuela a imponer su control, sus normas y su salvajismo, como ha podido comprobar en carne propia la Guardia Nacional Bolivariana.
El empresario Piñera en Chile, el sorprendente Lenín ecuatoriano que ha abierto las puertas de la cárcel no para que salga sino para que entre el agresivo Rafael Correa, y otros mandatarios hispanoamericanos y sus equipos y ciudadanías, son ahora testigos de cómo se va desbaratando el socialcastrismo venezolano que se sacó de la boina militar Hugo Chávez tras ser seducido abiertamente por el experto (en seducciones) Fidel Castro, y heredado un poco a la cañona por un Nicolás Maduro que ni siquiera tiene expertos que le adviertan los riesgos de rechazo masivo en México. Socialismo tropical y corrompido, inepto y desconcertado que se va deshilachando y quedando en el camino entre devaluaciones que dejan los bolsillos hechos polvo, fantasmagóricos aumentos de salarios y controles de precios que tampoco funcionarán.
En España triunfó hace meses el socialismo aprovechando la decepción y la indignación de los electores españoles por la cómplice indolencia del Partido Popular ante la corrupción descarada de algunos de sus dirigentes de importancia, aunque es necesario reconocer que más que por avanzar mucho el PSOE de Pedro Sánchez, quizás el triunfo en mucho fue por quedarse algo corta la centro derecha juvenil de Ciudadanos, tomados por sorpresa por un pacto PSOE de Pedro Sánches/Podemos de Pablo Iglesias.
Pero que ahora en elecciones regionales adelantadas por el PSOE en Andalucía, justamente por sentirse más fuerte en este final de año que en la fecha prevista en el primer trimestre de 2019, resulte que el PSOE recibe una avalancha de bofetones electorales y justamente queden mano a mano los dos grupos de derecha, la moderada de Ciudadanos y la extrema de VOX, es como para que los socialistas –Rodríguez Zapatero incluido- exclamen avergonzados ¡apaga y vámonos!
Todo indica que ya no son aquellos tiempos heroicos de los inicios del PSOE y Pablo Iglesias (el fundador, no el desnutrido de hoy con mucha coleta y poco baño), ni de los del relevo con grandeza de Felipe González y su grupo. El péndulo europeo se mueve hacia la derecha, y ese viaje apenas comienza. La Unión Europea tiene muchos problemas, el gran continente se agota y se estanca, pero mientras discuten cómo hacer algunos relevos necesarios y ajustes económicos y sociales, nada indica que el péndulo político se prepare a regresar a una izquierda y un comunismo que no quieren ni en Rusia ni en China.
Y tampoco en Andalucía, chavales…