Lo vi partir con el alma en vilo. Se cansó de guardar los sueños en el armario y de esa sensación terrorífica de no saber qué hacer al abrir los ojos. Sentía un miedo tortuoso al fracaso. Pero estaba hasta el hastío de andar sin rumbo y tener los días apretujados en el almanaque. Todos eran iguales, extraviados y complejos, reducidos a medio conseguir qué comer, a solventar las discusiones gastadas con la familia sobre las maneras para poder sobrevivir.
Se cansó de pensarlo y de escarbar en su mente por una excusa para no salir del país. Ya uno de sus hermanos lo había hecho, con el equipaje quebrado en sollozos y con una idea empecinada por el éxito. No le había ido mal, pero su talento parecía exterminado en una silla de conserjería en el país austral, donde los sueños y las pesadillas están alojados en la misma vidriera.
A él le tocaría otra cruzada. Quería probar de qué estaba hecho. Pagaría las viejas cuentas con el destino. Por eso, decidiría por un sendero distinto; absolvería sus culpas de no intentarlo, como tantos y tantos que abren las fronteras de sus propias dudas. Su meta era Perú, por no tener muchos baches en el papeleo y por contar con una comunidad casi interminable de venezolanos que asumieron la misma aventura de la huida.
No tenía tiempo para tramitar el pasaporte. Partió a la buena de Dios, con unas maletas menguadas, un presupuesto de risa y un teclado para hacer lo que más amaba: su música de mil sabores.
Al arribar a la frontera con Colombia se enfrentó a unos malhechores que lo extorsionaron, para evitar que pasara al otro lado. Estos rufianes vestían verde oliva, los mismos que juraron en el pasado defender la patria a costa de sus vidas. Hoy se la arruinan a un pueblo entero. Debió entregarle gran parte de los pocos dólares que poseía, sometido a su fantasía irresistible por triunfar.
Pasó un día entero esperando por el autobús que le recorrería toda la nación neogranadina y lo dirigiría hasta Ecuador. Tuvo las maneras alegres y la virtud cierta para entusiasmar a los pasajeros, todos venezolanos y con un valor inminente, quienes repetían las notas que él cantaba con un entusiasmo indecible.
Cuando llegó a las nuevas tierras, se sintió abandonado a su suerte. No había paralelismos con lo leído sobre esta nación, ni similitudes instantáneas con lo dejado en Venezuela. Aquí debía romperse el lomo para demostrar de lo que era capaz. Era empezar de cero, pero con las dudas rebotando en su cabeza.
Con los bolsillos agónicos, arrendó una habitación en la que apenas podía estar parado, con una cama desvencijada y las paredes tapizadas de baldosas turbias.
Recorrió calles marchitas buscando un empleo rápido. Hasta un matón de barrio le apuntó con un revolver en las narices, quien lo confundió con un partidario de su banda contraria. Cuando hasta el agua para tomar se le había acabado, pudo recibir 30 soles por unas horas de canto con su instrumento, en un restaurante en el que el dueño apreció su talento y su temeridad infranqueable para buscar una nueva senda.
Esta dura prueba la viven más de tres mil venezolanos que a diario cruzan las fronteras de nuestro país hecho trizas. Excavan en cualquier posibilidad, pues en Venezuela no existe ninguna. Así arriesgan, atiborrados de enigmas y con un desconcierto supremo, por algo distinto. Lo importante es levantar la cabeza y poder en el futuro, enviarles a sus familiares para que no mueran de hambre.
Ya el Gobierno de Perú se lo tiene bien pensado con respecto al tema. Han señalado sin reparos su canciller, Néstor Popolizio, que, como nunca ha reconocido las elecciones fraudulentas del pasado 23 de mayo, se ha decidido proponerle al Grupo de Lima, romper las relaciones con Venezuela y prohibir el ingreso de los miembros del nefasto gobierno de Maduro, a cualquiera de los países integrantes del bloque.
Pese a esta decisión sin ambages, las puertas de la nación inca siguen de par en par para los venezolanos de a pie, con algunas limitantes a solventar, siendo quizá la más engorrosa y diversa, el llegar con el corazón constreñido y la carencia de un mapa reflexivo de cómo comenzar. Pero así es el coraje nacional, apto para esquivar situaciones aciagas y hábil para demostrar una musculatura emocional en los momentos más inciertos. Todas esas capacidades las requeriremos para reconstruir pronto a la nación más hermosa del mundo.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
@Joseluis5571