Manuel Malaver: Los pemones, la bulla del oro y la resistencia a Maduro

Manuel Malaver: Los pemones, la bulla del oro y la resistencia a Maduro

Manuel Malaver @MMalaverM

Quiso Maduro el miércoles pasado en una rueda de prensa con corresponsales extranjeros enmendar el ecocidio que desde el 24 de febrero de 2016, -y como consecuencia del decreto que creó “El Arco Minero del Orinoco”, AMO-, viene promoviendo en el “Parque Nacional Canaima” y lo que logró fue levantar en su contra a la mayoría de los caciques de la etnia Pemón que, no dudaron en llamar a la resistencia contra su régimen corrupto, antinacional y depredador.

Y es que, si bien el AMO se detenía justo en los límites del “Parque Nacional Canaima” respetando la legislación que lo regía desde 1962 cuando fue creado por Rómulo Betancourt, hasta la que formuló Rafael Caldera en su segundo gobierno cuando aprobó la “Reserva del Imataca”, la bulla en torno al oro desatada por Hugo Chávez desde que llegó al poder y exasperada por Nicolás Maduro a partir del 24 de febrero del 2016, fue suficiente para que mineros ilegales de todo tipo (pranes, guerrilleros, colectivos y aborígenes pemones) se movieran también para hacer realidad la riqueza fácil y prometida.

Tenían cientos de razones para hacerlo, pero sin duda que la más importante es la pobreza generalizada que la caída de la actividad turística ha promovido el socialismo en el Estado Bolívar, como en todo el país, y que obliga a ciudadanos que jamás pensaron en asociarse en actividades ilegales, a delinquir.





Por eso, si no puede negarse que, tal como denunció Maduro en la rueda de prensa con corresponsales extranjeros, hay grupos de “indios” pemones que participan en la minería ilegal y depredan el parque con la misma saña que lo hacen los pranes, guerrilleros, colectivos y militares, la causa fundamental se encuentra en las políticas de un sistema eminentemente improductivo como el socialismo, cuyos jefes, y principalmente Maduro, no tienen empacho en asociarse con mafias internacionales y de conjunto van destruyendo la riqueza petrolera, la agroganadera, la industria manufacturera, la minería del hierro y el aluminio y el turismo que es tan necesario para que los clases y sectores de menores recursos vivan decente y civilizadamente.

Le tocó el turno ahora al oro, -después de reducir la producción petrolera a menos de un millón de barriles diarios y la del hierro y el aluminio a un 10 por ciento del total que se producía hace 20 años-, y las principales minas de oro se encuentra en el sur del Estado Bolívar, una superficie de 240 mil km2 –tres veces el tamaño de Cuba-donde se abrigan en la principal reserva forestal y acuífera en la cual nacen y corren ríos como el Orinoco, el Caroní, el Caura, el Río Negro y otros.

Es la zona del salto de agua más alto del mundo, el Salto Ángel (Kerepakapai en Pemón (“el salto del lugar más profundo”), de los tepuyes (formaciones geológicas únicas en el mundo, con mesetas especialmente abruptas, paredes verticales y cimas relativamente planas) y de la Gran Sabana, de 10.820 mts de extensión y que ofrece paisajes únicos, con ríos, cascadas, quebradas, valles profundos y extensos y selvas impenetrables.

En otras palabras, el “Parque Nacional Canaima” (Canaima: temido, maligno, venganza en Pemón), escenario de la novela “El Misterioso Orinoco” de Julio Verne y también de la novela homónima de Rómulo Gallegos, donde se describe una trama de ilegalidades, miedos, terrores, acosos, persecuciones y esperanzas como las que parece no escapan a la vuelta de tuerca que está representado para Venezuela y la región el experimento narcosocialista que empezó Chávez y ha sido continuado con ventajas por Maduro.

Pero que, igualmente, cuando el sabio Codazzi lo recorrió en el siglo antepasado visualizó como la columna vertebral del desarrollo agroindustrial que esperaba al futuro del país ya independizado.

Y fue así como lo vio Rómulo Betancourt cuando en su primer gobierno constitucional (1958-63) creó el “ Parque Nacional Canaima” el 12 de junio de 1962 y Carlos Andrés Pérez cuando lo amplió en el 75, pero no en el sentido de que se preparan para instaurar una “fiebre del oro” tipo Chávez y Maduro, sino para empezar el enorme desarrollo de la energía hidroeléctrica que con las represas del “Complejo Hidroeléctrico de Gurí” (Guri, Macagua, Tocoma y Caruachi) son responsables del 70 por ciento de la energía que se consume en el país.

Obras que, no son solo producto de las inversiones de los gobiernos democráticos sino de varias generaciones de tecnócratas que, empezando por el general Rafael Alfonzo Ravard, y continuando con Leopoldo Sucre Figarella, Arnoldo José Gabaldón, Humberto Calderón Berti, Andrés Sosa Pietri y Luis Giusti, convirtieron a Venezuela en el país de punta que durante el siglo XX era primero en crecimiento, estabilidad monetaria, baja inflación y desarrollo tecnológico de la región.

Eso sí, acechado por la fiebre del oro, por el rentismo y la estatocracia que llegó en su versión más nutrida con el retrosocialismo de Hugo Chávez, asaltante del poder y de la riqueza en todas sus formas, pero quizá como en ninguna otra en la riqueza minera que conduce a la riqueza fácil, la que no se produce porque ya la tiene la madre tierra y lo que hay es que extraerla para empezar a vivirla, a disfrutarla, a gozarla.

Y entre las primeras, la bulla, la quimera, la fiebre del oro, la que está destruyendo nuestra riqueza acuífera y forestal, por el desvío más rastrero que en la política que se pueda imaginar.

Pero que está siendo enfrentado por la Venezuela democrática, republicana y honrada y en este orden no me queda sino aplaudir y apoyar la campaña que viene haciendo el antropólogo, ambientalista y profesor, Alexander Luzardo, y quien en fecha tan temprana como el 2 de marzo del 2016, llevó a los medios y la Asamblea Nacional los peligros que escondía el “Arco Minero”.

Es una obra de largo aliento que propuso y logró que la AN aprobará una ley que anula el “Arco Minero” y establece la creación “por ley” de un área ambiental superprotegida que incluye los Estados Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro.

La continuidad de una guerra contra ecocidas y depredadores y en la que no dudo saldrá triunfante el pueblo de Venezuela.