Luis Alberto Buttó: Mensaje encriptado 

Luis Alberto Buttó: Mensaje encriptado 

En materia política es bueno recordar que el futuro nunca está tan cerca o tan lejos como la simple y/o contagiosa percepción colectiva lo hace parecer. Por más que las circunstancias se empeñen en aupar la creencia de que hay que hacer cosas por hacerlas, bajo la simplista e hiperquinética asunción de que ésa es la demanda gritada de la gente, en las difíciles lides de empujar la transformación de un modelo de configuración y ejercicio del poder, de tanto en tanto (realmente siempre), es imprescindible tomarse el tiempo necesario para reflexionar y hacer el ejercicio de otear el porvenir. Para ello sólo se cuenta con una fórmula efectiva de operar: el futuro está más cerca o más lejos en la medida que con propiedad se actúa, consciente o inconscientemente, en función de alguna de esas posibilidades. Si bien es imposible agregar algo al pizarrón si de él no se ha borrado lo previamente escrito, la esquina donde se trazó esta fórmula debe permanecer intocada. Es la única manera de tenerla en cuenta.

Como es de suponerse, como tal, dicha fórmula requiere su insoslayable despeje: si la lectura del pasado y del presente es inadecuada, el entendimiento de la tarea por realizarse será tan equivocado, como, en sí mismos, erróneas serán las acciones concretas a ejecutarse y desastrosos los resultados a obtenerse; esto último en la medida que lo encontrado termina alejándose de lo buscado. De la misma forma que la conducción y/o el desarrollo de un proceso político pueden ser exitosos, también puede fallarse al respecto. Toda moneda tiene dos lados. Aquí el punto es reconocer que empecinarse en tal o cual concepción, en tal o cual línea estratégica y tácticas asociadas, producto de la soberbia o de la pereza-comodidad de pensamiento, es torpeza costosa que bien puede evitarse. Más bien, que debe evitarse.





Por supuesto, como irremediablemente es la vida (los procesos políticos tienen vida propia y eso no debe olvidarse), lo opuesto a lo anteriormente argumentado no constituye garantía alguna de triunfo. En verdad, la correcta lectura del pasado y del presente no es pócima mágica para eliminar las sombras de lo que apenas se vislumbra. La ciencia incuestionable del asunto radica en que las mencionadas lecturas, al ser apropiadas, ayudan considerablemente a acercarse al mañana anhelado. Es perentorio recalcarlo: al descifrar los signos de los tiempos se avanza hacia el éxito, pero, hay que preverlo, en el camino puede aparecer, intempestiva y desgraciadamente, el fracaso. La diferencia estriba en que sin la comprensión señalada la derrota es 100% inevitable. La sana escogencia de lo por hacer queda clara en este sentido.

Con base en lo expuesto, alguna recomendación puede sugerirse desde la teoría política. En materia de cambios, los saltos a veces lucen necesarios, pero con su materialización, por más que parezca que se avanza, no siempre se logra caer donde se espera, desea o quiere. Pisar terreno minado o desconocido es peligroso. Suicida se torna entonces el acometerlo. Al opósito, la seguridad del andar reposa en el paso a paso, en especial si cada uno de estos pasos es dado con contundencia sobre suelo abonado y se transforma en victoria parcial que suma con creces a la victoria total. Por esto, hay que ser consciente de que los respaldos ilusorios, los productos de la emotividad desbordada, que por eso en tantas oportunidades se atascan en lo irracional, nunca son suficientes. Los importantes hay que construirlos, agenciarlos, no basta con demandarlos. En política no se puede andar apostando solamente a tener la razón.

Como aprendí de una mente sagaz, a veces es indispensable releer lo que aún no se termina de leer. Yo agregaría que, también a veces, es imprescindible reescribir lo que aún no se termina de escribir.

@luisbutto3