El pueblo Venezolano está en la calle porque anhela un cambio en el rumbo político y democrático del país. Las marchas del 23 de enero y del 2 de febrero, dan testimonio de un pueblo que anhela un mejor futuro, donde la vida no esté en riesgo permanente, con oportunidades para el desarrollo humano integral y la reactivación de los valores de la paz, la reconciliación y el encuentro en democracia.
Experimentamos en el ámbito nacional, una dolorosa situación de injusticia y sufrimiento por la carencia de lo necesario para una vida digna y productiva, y la indefensión ante la justicia. Esto ha generado, con determinación y esperanza, la búsqueda de un cambio político a través de un proceso de transición pacífica y transparente, que ponga término a la usurpación y que lleve a elecciones libres y legítimas para retomar el rumbo democrático y lograr la recuperación del Estado de Derecho, la reconstrucción del tejido social, la producción económica y la moral en el país.
Es moralmente inaceptable la creciente represión por motivos políticos, la violación de los Derechos Humanos y las detenciones arbitrarias y selectivas. Exigimos el respeto absoluto y la protección del pueblo, cuando ejerza el derecho a la protesta pacífica. Ya es hora que se acaben los abusos de poder y en particular, las detenciones de menores de edad.
Reconocemos a los activistas que defienden y promueven los Derechos Humanos en momentos de crisis y tensión, por el servicio que desempeñan a pesar de los riesgos. Esta clara posición no es del suscrito, que la comparte totalmente, sino de la Conferencia Episcopal Venezolana, la cual ha observado en estos largos 20 años de tiranía, una posición muy firme y con eco en los sectores populares, donde desarrolla su acción de base, acompañándolos y promoviéndolos. Y contando con el apoyo decidido del calumniado Papa Francisco.
La Iglesia Católica viene acompañando y auxiliando a la población más afectada, a través de sus Parroquias, Cáritas y sus diversas instituciones de promoción social, desplegadas con un extenso alcance en todo el territorio nacional. La Iglesia está lista para ejecutar la ayuda humanitaria como un medio para mitigar el impacto de la crisis sobre la gente más vulnerable. Y aquí se aplica enteramente el apotegma: “Obras son amores y no buenas razones”.
El fin de la tiranía lo determinan tres hechos: el robo del referéndum revocatorio en 2016, el esperpento de la Asamblea comunal cubana y la facinerosa usurpación tras unas elecciones presidenciales a destiempo, espurias y trucadas, con nula participación. El pueblo dijo: te vas, no hay vuelta atrás. El régimen se sostiene por militares que el pueblo mantiene para que lo defiendan, no para que lo opriman. Inaceptable la invasión de nuestro territorio por el ELN con efectivos uniformados y colectivos armados por la usurpación.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!