José Daniel Montenegro: Liberalismo clásico para Venezuela

José Daniel Montenegro: Liberalismo clásico para Venezuela

Con las siguientes palabras, décadas atrás, ya nos advertía el liberal clásico venezolano Carlos Rangel sobre los peligros del estatismo que se estaba gestando en nuestro país:

“La encrucijada dramática del intervencionismo ha dejado a Venezuela postrada y malherida por las consecuencias ineluctables del comportamiento destructivo, asfixiante y corrompido de un Estado que no asume a la población como ciudadanos sino como vasallos, semejante a un gigante de cerebro minúsculo y sin control de sus actos, y que, sin embargo, persiste en postularse como único capaz de conducir hasta en sus más mínimos detalles, la vida de una sociedad a la cual supone compuesta de eternos menores de edad, en eterna necesidad de tutela”

Para 1950, mientras el resto del mundo trataba de recuperarse de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela tenía el cuarto Producto Interno Bruto más rico del mundo.





El país era dos veces más rico que Chile; cuatro veces más rico que Japón y doce veces más rico que China (Fuente: World Economic Forum.)

Entre 1950 y 1980, la economía venezolana disfrutó de un aparente crecimiento económico. Era una nación rica, pero dependiente de los precios del petróleo. Para 1982, Venezuela todavía era la economía más rica de Latinoamérica.

Pero luego de 1983 debido al impacto de una devaluación, producto de los bajos precios del petróleo, la solidez de la economía venezolana empezó a desmoronarse.

En la década de los noventa, bajo la administración del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, la inflación que había dejado su predecesor, Jaime Lusinchi, disminuyó. El presidente venezolano intentó abrir la economía del país y liberarla; sin embargo, maniobras políticas le impidieron a Pérez continuar las reformas. Carlos Andrés Pérez, había entendido que el modelo rentista (y populista) de la socialdemocracia, las estatizaciones y la intervención gubernamental en la economía ya no era viable y había que dar un giro hacía el liberalismo, por lo menos en lo económico.  Con la asunción de su sucesor, Rafael Caldera, la inflación se elevó. Y luego llegó la Revolución Bolivariana, bajo la tutela de Hugo Chávez Frías.

El militar tomó posesión en 1998 y “fue electo con la promesa de que Venezuela podría reducir la pobreza y dar un paso adelante hacia una mejora de los estándares de la vida, al añadir más presión a los ingresos del petróleo”. “El aumento de los precios del petróleo ayudó a que esto se volviera realidad en los 2000, y luego Chávez murió en 2012”, (World Economic Forum).

Apenas asumió Nicolás Maduro, el “hijo heredero” de Chávez, los precios del petróleo se vinieron abajo. Fue una caída drástica que generó el inicio de una ardua crisis económica. El modelo rentista venezolano no se alteró, como lo exigía el país, sino que fue profundizado bajo la administración chavista. De hecho, según la OPEP alrededor del 95 % de los ingresos de Venezuela depende todavía de las exportaciones del petróleo.

Actualmente el país padece escasez de comida, electricidad y otros bienes esenciales, y la violencia está escalando en Caracas. Más recientemente, el Gobierno está tratando de endurecer su control sobre el poder, y la mala gestión de la economía ha llevado a las personas a morir de hambre en las calles.

En Venezuela se vive una crisis humanitaria, que es extremadamente desalentadora de ver en un país que alguna vez fue de los más ricos del planeta.

El caso venezolano puede (y debe) analizarse desde diferentes perspectivas, pero sin importar desde donde se le observe, es tiempo de hacer énfasis en que ésta que guarda una íntima relación con el intervencionismo estatal (moderado) que fue el preámbulo del chavismo que, una vez en el poder, comenzó una sistemática destrucción de las instituciones y las libertades individuales, profundizando el control gubernamental a un nivel nunca antes visto en nuestra historia moderna.

Las distorsiones que hoy atraviesa Venezuela, no son causa sino consecuencia de la ausencia de libertad en cada sentido posible. Nuestra tragedia (inducida) no es un asunto que deba justificarse de forma simplista, como una consecuencia del derrumbe de los precios del petróleo en comparación con los altos precios que en su momento disfrutó la administración de Hugo Chávez, quien fue precisamente “el arquitecto”, “el precursor” de la destrucción de las iniciativas privadas ,paulatinamente arrinconadas y, a través de las importaciones que permitían los petrodólares, ofrecer a los venezolanos una falsa idea de riqueza y de progreso ,con la clara intención ideológica marxista de, llegado el momento, gobernar, dominar y doblegar a millones de venezolanos mediante el chantaje que permite el hambre y la necesidad generalizada de un país cada vez más dependiente de las “dadivas” del líder y su partido.

La tragedia venezolana no sólo es un campo fértil para los más diversos experimentos sociales, sino que además es consecuencia de un experimento social macabro, inhumano, que va contra la naturaleza humana y los principios y derechos naturales más básicos y fundamentales que nos definen como individuos. Tal experimento lleva décadas gestándose, con muchos nombres y sin mostrar su verdadero rostro: el socialismo.

Los modelos de análisis que han venido utilizando los autoproclamados “expertos”, reiteradamente hacen caso omiso de lo que podría sin duda ser la solución. Muchas de las recetas más publicitadas, no son más que las mismas viejas ideas que parten de negar la libre iniciativa individual como la raíz del árbol cuyo fruto es el progreso. En nombre del progresismo, una y otra vez se han vuelto a proponer, y peor aún, a utilizar,  bajo otros nombres cada vez más seductores, las mismas fórmulas que nos han traído hasta aquí. Con ello queda asegurada la perpetuación de la crisis, como en una especie de eterno retorno donde el planteamiento parece ser extinguir ciertas situaciones, para acto seguido volver a crearlas asumiendo una visión circular del tiempo, y por consiguiente los acontecimientos deben seguir reglas de causalidad. Pero tal terquedad, emana del hecho, de que de tales crisis, cada día y cada vez más, viven y se lucran políticos sin escrúpulos, militares, burócratas, asesores internacionales, organismos de ayuda exterior y hasta funcionarios estatales de bajo rango.

Lo que requiere nuestro país, es un “milagro económico” que nos permita erradicar la pobreza que agobia a nuestros ciudadanos, y que es el caldo de cultivo de no pocos males sociales, y para ello, es necesario integrarnos a la comunidad mundial, pero no levantando banderas de modelos ideológicos absurdos y fracasados, sino a través del libre comercio y la cooperación voluntaria y pacífica. Pero, por sobre todo crear las condiciones que permitan verdaderas oportunidades de desarrollo de los individuos de manera plena e integral.

Para quienes han entendido que el fundamento del progreso reside en la libertad, en la iniciativa privada, donde cada quien puede buscar la felicidad valiéndose de la cooperación voluntaria con otros individuos, no existe un razonamiento que los lleve a pensar en el éxito como “un milagro”. El progreso es la consecuencia de las decisiones de cada individuo que busca mejorar su situación en un medio social de respeto a los demás. Por lo tanto, “el milagro” se produce cuando las instituciones sociales positivas, El Estado, las organizaciones empresariales, las aduanas, los impuestos etcétera, no van contra la naturaleza espontanea del orden de la libertad; y quienes aún hoy, tratan de negar la evidencia histórica de que nada más eficaz que la libertad, la libre empresa y la economía competitiva sobre todo para elevar el nivel de vida de “los más necesitados” son por lo general (aunque no siempre) quienes han amasado grandes fortunas con el muy lucrativo negocio de vender pobreza.

La premisa aceptada históricamente en Venezuela, de que la razón de existir de los gobiernos es planificar la vida de los individuos en cada aspecto de su esfera privada, incluso si se esgrimen buenas intenciones, es perversa y totalmente incompatible con los principios fundacionales de una sociedad libre, abierta y próspera. Otro aspecto a señalar, es el hecho de que muchos venezolanos han asumido, que si algún error hemos cometido en materia política, ha sido haber creído de buena fe en las personas equivocadas, dejando de esta manera intacta y sin que debata en torno a ello, lo que afirmamos objetivamente, es la verdadera causa de nuestros males: el modelo de gobierno intervencionista, funcionarios con poderes extralimitados de sus competencias, de donde emana la corrupción, el amiguismo, el tráfico de influencias, los sobornos y la mayoría de las distorsiones sociales.

La doctrina del liberalismo clásico se fundamenta en un conjunto de ideas cuya característica principal es la libertad del individuo. En su forma original es una corriente económica, filosófica y política, se fundamenta en ciertos principios básicos: los gobiernos limitados, tanto en funciones, poderes y recursos; los mercados libres y abiertos a la competencia; el absoluto respeto a la propiedad legítima, fundamento de la rigurosa independencia de las instituciones privadas respecto al Estado; y la igualdad de todos los individuos ante la ley. Los Gobiernos limitados constituyen la única garantía para gozar de la libertad, y también de otros valores como el orden, la seguridad, la justicia, la paz y la prosperidad.

El objeto de la sociedad, es la cooperación voluntaria y libre asociación común entre los ciudadanos que la componen;  por tal motivo, se han establecido gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de sus ciudadanos. Los gobiernos han sido instituidos  para servir a los individuos, y lejos de lo que se han convertido en la praxis,nunca para servirse de ellos, para asegurar al individuo en la sociedad, protegiendo la mejora y perfección de sus facultades físicas y morales,  aumentando la esfera de sus goces y procurándoles el más justo y honesto ejercicio de sus derechos. Estos derechos son la vida, la libertad, la propiedad, la igualdad y la seguridad, de su garantía emanan todos los demás aspectos de una sociedad libre y próspera.

La vida es un derecho sagrado y por lo tanto supremo, y difícilmente exista una comunidad humana donde pueda violentarse este derecho legalmente, basándose el atacante o victimario en el placer y no en la legítima defensa sobre su víctima.

La libertad es la facultad de hacer todo lo que no daña los derechos de otros individuos, ni el cuerpo de la sociedad. Los derechos de otros son el límite moral de los nuestros y el principio de nuestros deberes relativamente a los demás individuos del Cuerpo Social. Ellos reposan sobre dos principios que la naturaleza ha grabado en todos los corazones y a los cuales se puede acceder mediante la razón, a saber: “Haz siempre a los otros el bien que quisieras recibir de ellos. No hagas a otro lo que no quisieras que se te hiciese”

La propiedad es el derecho que cada uno tiene de gozar y disponer de los bienes que haya adquirido honesta y legítimamente a través de su trabajo, esfuerzo, ingenio, talento, visión y/o industria, sin que bajo disfraces conceptuales aparentemente hermosos, como “la justicia social”, “el bien común” o “la redistribución de la riqueza” gobierno alguno pueda, mediante manipulaciones legales, expoliar a los ciudadanos sus propiedades o parte de ellas.

La igualdad consiste en que la ley sea una misma para todos los ciudadanos, sea que castigue o que proteja. Ella no reconoce distinción de nacimiento, ni herencia de poderes. Cualquier otra forma de igualdad diferente  ésta, implicará una violación a la libertad individual como derecho supremo y un flagrante ataque a la persona y la propiedad de los individuos, puesto que no hay manera de igualar a los ciudadanos sin antes despojarlos de su libertad y con ella de su dignidad, a lo que sobreviene la iniquidad, la ignominia, la barbarie, resultando así los individuos igualados únicamente a las bestias salvajes.

La seguridad existe en la garantía y protección que da la sociedad a cada uno de sus miembros sobre la conservación de su persona, de sus derechos y de sus propiedades. Garantizarlos y promoverlos en lugar de atacarlos o violentarlos, es una de las más elementales funciones de las administraciones de gobierno.

En una sociedad libre, esto es, con existencia del Estado de Derecho, cada ciudadano tiene plena libertad de reclamar sus derechos ante los depositarios de la autoridad pública, con la moderación y respeto debidos, en ningún caso podrá impedirse ni limitarse. Todos, por el contrario, deberán hallar un remedio pronto y seguro, con arreglo a las leyes, de las injurias y daños que sufrieren en sus personas, en sus propiedades, en su honor y estimación.

Aplaudimos como Movimiento, todos los avances que durante la gestión del Presidente Encargado de Venezuela, Juan Guidó se vienen adelantando en lo que se refiere a salir de la narcodictadura venezolana, con ayuda del gobierno de los Estados Unidos de América y otros países de la región y el mundo, por lo que somos conscientes que esta es sólo la primera fase, luego vendrá algo si se quiere más complejo aún, sentar las bases de una Nación que nunca más vuelva a retroceder a niveles tan trágicos de miseria social y oscurantismo moral, por ello, con el mejor de los ánimos y la más noble de las intenciones, nos movemos al abrigo del deber ciudadano de sugerir con firmeza ante el país, el Liberalismo Clásico para Venezuela

 

Que Dios Bendiga a Venezuela y nuestros aliados alrededor de todo el mundo.