Con tres años de retraso sobre el calendario inicial, SpaceX intentará el sábado enviar un maniquí a la Estación Espacial Internacional (ISS), un lanzamiento del que dependerá el tan esperado retorno de los vuelos tripulados desde suelo estadounidense, este mismo año si todo marcha bien.
Desde el regreso del transbordador estadounidense Atlantis el 21 de julio de 2011, ningún otro astronauta voló al espacio desde Estados Unidos. La NASA paga a los rusos 82 millones de dólares por el viaje de ida y vuelta de cada astronauta a la ISS.
En 2014, la Agencia Espacial de Estados Unidos firmó con SpaceX y Boeing para que se hicieran cargo de ello. Pero el desarrollo se ha retrasado porque los criterios de seguridad son más exigentes que para lanzar satélites. Dos de los cuatro transbordadores originales de la NASA, el Challenger (1986) y el Columbia (2003), explotaron en el aire, y nadie quiere revivir esa pesadilla.
El sábado a las 02H49 locales (07H49 GMT), en la legendaria plataforma de lanzamiento 39A en Cabo Cañaveral, Florida, un cohete Falcon 9, con una cápsula Crew Dragon en la parte superior, despegará hacia la ISS, donde la nave debe amarrarse al día siguiente, para regresar a la Tierra el 8 de marzo.
Si todo va bien, el siguiente viaje tendrá dos astronautas a bordo de la cápsula, que contiene siete asientos. En teoría sucederá en julio pero es probable que, nuevamente, haya retrasos.
“Estas cosas siempre llevan más tiempo de lo esperado”, dijo a la AFP Lori Garver, quien fue la número dos de la NASA en la adjudicación de contratos bajo la administración de Barack Obama.
En ese momento, la decisión fue controvertida. En el Congreso, los funcionarios electos impugnaron el cambio de modelo y la pérdida de contratos y empleos para los grandes grupos aeroespaciales tradicionales instalados en sus estados.
“Ya no tenemos muchos héroes, y los astronautas son nuestros héroes”, dice Lori Garver. “Para algunos ha sido difícil ver que la NASA cede parte del control del transporte de astronautas a las compañías, y para algunos todavía lo es”.
– Menos caro –
SpaceX no es nueva y está familiarizada con el trayecto de ida y vuelta de la Tierra a la ISS. La compañía fundada por Elon Musk y con sede en Los Ángeles ha logrado con éxito 15 reabastecimientos desde 2012; un cohete explotó en 2015.
La Dragon Crew es una adaptación de la versión de carga, que ha demostrado su fiabilidad.
El lanzamiento del sábado “es un primer paso absolutamente clave para el regreso de los vuelos tripulados aquí a Estados Unidos”, dijo William Gerstenmaier, administrador adjunto de la NASA.
Pero “pocas personas pensaron que pasaría tanto tiempo entre el final del transbordador y la llegada de un nuevo vehículo”, dijo el exhistoriador jefe de la NASA Roger Launius a la AFP.
El enfriamiento de las relaciones con Rusia aumentó la presión para que vuelvan a volar astronautas desde Estados Unidos.
La NASA siempre se ha apoyado en la industria para su programa espacial. En las salas de control de Apolo, recuerda Roger Launius, “casi todas las personas eran subcontratistas, no empleados de la NASA”.
La novedad es que la agencia no paga todo el desarrollo y no es propietaria de las naves. Compra un servicio por un monto fijo: los contratos de 2014 contemplaban 4.200 millones de dólares para Boeing y 2.600 millones para SpaceX, con seis misiones incluidas además del vuelo de prueba, bastante menos de los 4.000 millones de dólares anuales que habría costado mantener con vida a los transbordadores, según Lori Garver.
La misión de prueba de Boeing, sin humanos, está programada para abril.
Michael Neufeld, curador del Museo Nacional del Aire y el Espacio en Washington, también destaca la elección de la NASA de confiar en dos compañías competidoras.
“Una de las lecciones del transbordador es: no apuestes a un solo vehículo”, dijo a la AFP. “Si hay un accidente al menos no quedarás totalmente atascado”.
AFP