David Morán Bohórquez: La fragilidad petrolera de China y su fracaso en Venezuela

David Morán Bohórquez: La fragilidad petrolera de China y su fracaso en Venezuela

En esta imagen del 21 de marzo de 2016, la entrada de un complejo para trabajadores de ferrocarril prácticamente abandonado por sus gerentes chinos, en Chaguaramas, estado de Guarico, Venezuela. (AP Foto/Ariana Cubillos)

 

La dependencia de China del petróleo importado es ahora mayor que la que alguna vez tuvo EEUU. Casi el 70% de todo el petróleo consumido en China es cubierto por las importaciones. Una posición sin duda frágil y con implicaciones geopolíticas definidas.

China importó en 2017 petróleo crudo por un valor de 162 mil millones de dólares, una cantidad que es casi doble del PIB total de 91,9 mil millones de dólares de Venezuela (según el IMF WEO Oct 2018). Fueron 45 los países que exportaron petróleo a China en 2017, pero el 55,5% provino de sólo cinco:  Rusia con 14,6% del valor total de la importaciones de crudo chinas, Arabia Saudita 12,6%, Angola 12.2%, Irak 8,5%  y Omán con el 7,5%.





Venezuela representó el 4% del valor total de las importaciones de crudo de China, otros como el Reino Unido el 2,5%, Colombia el 2,1% y EEUU el 2%.

El crecimiento económico de China le ha impuesto una gran dependencia energética de fuentes inestables, como el Medio Oriente y de África y crecientes costos para su aseguramiento. Si bien la seguridad del mercado petrolero mundial es en gran parte un bien público, mantenerlo tiene una importancia estratégica y sus costos asociados. La menor dependencia de EEUU al petróleo del Medio Oriente aumenta la presión a China al mantenimiento de esa seguridad, fundamentalmente naval. La seguridad de las vías marítimas de comunicación hacia y dentro de Asia ahora es de vital importancia para la seguridad energética de China.

 

 

 

La producción interna de China es muy pequeña para sus necesidades. De un pico de 4,4 MMBD de producción en 2015, la producción actual se encuentra en el entorno de 3,7 MMBD.

Pero paradójicamente, la revolución del petróleo no convencional (de lutitas) en EEUU no liberó a China de su dependencia de fuentes no confiables.

Este aumento de producción se produce gracias a la utilización de mejoramiento en las tecnologías petroleras convirtiéndolas en tecnología de punta que han mejorado los resultados de la perforación horizontal, la técnica de la fracturación hidráulica, la logística de transporte de crudo, la disponibilidad de financiamiento y conocimiento de los mercados. Un proceso que ha consumido inversiones por más de 120.000 millones de dólares, una cantidad bastante menor de lo que pagó China por importar petróleo en 2017.

Se inició así un cambio drástico, “revolucionario” lo califican otros, de la matriz de energética de EEUU elevando su producción de crudo y gas en magnitudes e intensidad sin precedentes  mundiales.

 

EEUU produjo 5,56 MMBD de crudo en Noviembre de 2010. Ochos años después, en Noviembre de 2018 produjo 11,9 MMBD, un incremente del 6,24 MMBD.

 

Estas tecnologías y la inversión han permitido recuperar campos de petróleo maduros dentro de los EEUU, como la cuenca Permian en Texas o el yacimiento Balken en Dakota.

Al priorizar la economía de la oferta, Trump cuando apenas tenía tres meses en la Casa Blanca, firmó un decreto en el que ordenaba una revisión de todas las concesiones públicas a la industria petrolera “para incentivar la exploración y la producción de energía”. De esta manera quería preservar la posición estratégica de EE UU en el mercado global de la energía. “Seremos autosuficientes en materia energética” fue una de sus promesas electorales claves.

Hoy EEUU está registrando récords positivos recientes en desempleo, crecimiento económico, producción industrial, transacciones bursátiles, con una seguridad energética mejorada notablemente. Hoy se da el lujo de no importar crudo de Venezuela, un imposible apenas dos o tres años atrás.

Pekín no se siente cómodo confiando en la seguridad proporcionada por los Estados Unidos a la seguridad del mercado petrolero mundial y esto moldea su estrategia marítima en la región Indo-Asia-Pacífico, incluida su modernización naval y los planes de expansión. Del mismo modo, la importancia de la seguridad de Medio Oriente para la estabilidad del mercado petrolero mundial, en la que China ahora se basa tan profundamente, es uno de los factores que lleva a Pekín a la diplomacia regional .

La dependencia de las importaciones de petróleo de Estados Unidos está disminuyendo, mientras que China está aumentando. No significa que Washington perderá interés en la seguridad del mercado petrolero global, sino que se cruzará cada vez más con Pekín en este campo.

Y Venezuela es un ejemplo proxy de lo que podría ocurrir.

 

 

China y Venezuela, el perder-perder

La fragilidad de su matriz energética llevo a Pekín a un ambicioso plan de aseguramiento de crudos mediante el trueque de obras de infraestructura y bienes y productos producidos en China por petróleo.

Buscaba así la expansión de sus empresas diferentes al petróleo, mediante contratos adjudicados a dedo por los gobiernos de los países participantes, para segurar la dieta de sus refinerías locales por años venideros.

En el caso venezolano, esos trueques tuvieron plagados de opacidad y corrupción, en más de 780 proyectos por medio de Fondos binacionales, a lo largo de una década. A partir de 2017 los fujos de China a Venezuela se detuvieron, y quedaron sólo para las operaciones directas de las empresas que aún operan acá: La Corporación Nacional de Petróleo de China (Cnpc) y que a su vez dispone de cinco empresas mixtas en su mayoría en la Faja del Orinoco; además de  Sinopec y Petrochina Internacional.

 

 

Hoy el país está plagado de ruinas de esos proyectos, como ferrocarriles, asentamientos agroindustriales, ensambladoras de teléfonos celulares, de motocicletas, empresas aeroespaciales, de compras militares. Un festín de fracasos que el gobierno de Xi Jinping intenta haecr control de daños ante las críticas del Partido Comunista Chino y la opinión pública de ese país, mientras que las empresas privadas chinas hcieron sus maletas tiempo atrás.

Venezuela es visto por los inversionistas chinos como el país con menos oportunidades y más riesgos para colocar inversiones.  De acuerdo con el Índice de inversión global de China en 2017, elaborado por la unidad de inteligencia de la revista británica The Economist, Venezuela ocupó el último lugar de los 59 destinos de inversión analizados por el informe. Las principales entradas de capitales chinos en el país se ubican en el sector petrolero. “En 2016 CNPC invirtió $1.500 millones en Petróleos de Venezuela”, indicó el documento.

 

En la matriz de riesgo de inversionistas chinos Venezuela se ubicó como el país con menos oportunidades y más riesgo

 

El lamentable resultado de los intereses chinos en Venezuela, quizá sólo lo salva Petrosinovensa, una empresa petrolera mixta, entre la Empresa Nacional China de Petróleo, CNPC en inglés, y Pdvsa vía la CVP, que ha venido produciendo, en cifras extraoficiales, algo más que 100.000 barriles diarios de petróleo, que a la empresa china le tocarían unos 49.000 b/d luego de una cesión no aprobada por la AN del 9,9% de las acciones de CVP en Petrosinovensa. En todo caso, un nuevo acto ilegal que acumula el gobierno chino en Venezuela.

En agosto de 2014, la principal calificadora de de riego en China, Dagong Global Credit Rating Co., Ltd, decidió rebajar la calificación de la deuda venezolana de BB+ a BB- con “panorama negativo”. La calificación BB- para la calificadora Dagong corresponde a inversiones de “riesgo o especulativas”. El informe de la calificadora, publicado en su portal, señaló duras críticas al manejo de la economía y de las finanzas públicas en Venezuela “serios desequilibrios macroeconómicos arrastrarán a Venezuela a la recesión en el corto plazo y exacerbarán el riesgo de intranquilidad social. Su gran déficit fiscal, insuficientes reservas internacionales y la presión de la significativa devaluación de la moneda local contribuyen a una evidente tendencia de decrecimiento en moneda local y extranjera para el gobierno

Concluía el informe de la calificadora Dagong sobre Venezuela con “En el corto plazo, las políticas de medidas como la intervención administrativa directa y la expansión fiscal, apenas pueden resolver el desequilibrio estructural interno, y a la prolongada recesión económica, se le añadirá la incertidumbre política. El alto déficit fiscal aumenta la presión sobre el financiamiento del gobierno, elevando sus deudas. Por otra parte, en vista de los riesgos de devaluación de la moneda local y la grave escasez de reservas internacionales, la solvencia del gobierno tanto en moneda local como extranjera enfrenta a grandes riesgos. Por lo tanto, Dagong mantiene una perspectiva negativa para ambas calificaciones soberanas en moneda local y extranjera de Venezuela para los próximos uno o dos años”.

El gobierno chino carga la culpa de haber quedado atrapado con deudas de Venezuela. Estaba suficientemente advertido. Y lo peor, de haber ayudado a financiar el saqueo socialista, que arruinó a una nación anteriormente próspera y que ha causado una de las mayores tragedias humanitarias en la historia mundial. El colapso económico de Venezuela, hasta ahora, sólo es superado por el de Siria.

 

 

 

Después de la fiesta, suficientemente escandalosa para alertar al planeta, las inversiones chinas en Venezuela están en jaque. Su fuente de repago, Pdvsa, está irremediablemente quebrada y el régimen de Maduro perdiendo sus pocos soportes de manera acelerada.

Venezuela, como ejemplo proxy deja muy mal parada la estrategia geopolítica china global. Y aún más, su fragilidad energética, que es muy alta.

Si fuesen más inteligentes, apoyarían a los países latinoamericanos, a Europa, a Canadá y principalmente a EEUU en el rescate de la democracia en Venezuela. Esa es su mejor jugada. Pero en cambio, insisten en cometer errores, como ese de apoyar a escondidas al régimen de Maduro en el bloqueo y censura a las redes sociales y medios digitales.

Los chinos tardan en aprender, pasaron años antes de comprender el suicidio colectivo que significó el Gran Salto Adelante de Mao, que provocó la muerte de millones de chinos. En Venezuela tienen la oportunidad de decirle al mundo que al menos saben rectificar aunque sea tardíamente.


David Morán Bohórquez es ingeniero industrial y articulista venezolano @morandavid