Una semana. Apenas una semana le duró al régimen de Maduro el brío. Ese brío que se atribuía producto de haber bloqueado la operación de la ayuda humanitaria en las fronteras con Brasil y Colombia. Una semana para encajar este golpe moral, el regreso de Juan Guaidó a Venezuela. un duro golpe moral que hace daño en lo político, en lo militar, en lo internacional, en lo personal a todo el entramado del poder madurista.
El equipo de Guaidó, lo sabemos de primera mano, se había planteado, como parte de la estrategia, comenzar a quebrar la moral del régimen madurista. Ya el trabajo hacia la unidad opositora está hecho, el trabajo hacia la calle también, aunque falta más; el trabajo hacia el campo internacional, que se irá ampliando; el trabajo hacia los objetivos económicos, PDVSA, Citgo, cuentas en el exterior.
Todo lo anterior va encaminado. Va bien. Muy bien. Donde el plan no ha logrado el objetivo es en el campo militar. Todavía no se ha producido el quiebre aunque el quiebre en la realidad es un hecho. La Fuerza Armada ya no es un todo. Y falta el evento para que el pronunciamiento en bloque se produzca. El regreso de Guaidó no lo era. Pero el significado es de una alta repercusión interna en el poder militar, en el poder civil, de arriba, y en la estructura civil, en las bases del Estado, en las bases de las gobernaciones y alcaldías, en las bases del PSUV. Es un golpe moral del que difícilmente puedan recuperarse porque ahora vienen otros eventos.
El equipo de Guaidó mantiene una hoja de ruta clara. El propio Guaidó reconoció el fracaso de la operación de la ayuda humanitaria. El régimen de Maduro quiso transformarla en victoria. De hecho, se envalentonó Maduro, se envalentonó Iris Varela, se envalentonó Diosdado Cabello, se envalentonó Freddy Bernal, se envalentonó Aristóbulo istúriz. Y me contaron unos empresarios que hasta empleados de oficinas públicas, los mismos que antes del 23 de febrero, tenían la moral por el piso, cambiaron de actitud estos días, esta última semana.
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