“Blitzkrieg” es un término alemán que significa guerra relámpago. En la 2da Guerra Mundial comprendió en, las tácticas de ataques militares, bombardeos iniciales y la movilización de unidades móviles con “velocidad y sorpresa” para impedir que un enemigo pueda llevar a cabo una defensa coherente.
Y ahí van las claves, velocidad, sorpresa y el impedimento de una defensa coherente o simplemente efectiva.
Luego de un año de advertencias y de sanciones individuales a miembros de la oligarquía roja y a otros, con el claro propósito de indicarles de la determinación a avanzar en impulsar la salida de Nicolás Maduro del poder, el gobierno de Trump comenzó desde el 28 de enero una especie de blitzkrieg multidimensional, en los ejes diplomático, de mercados y de comunicación.
La comprensión del poder rojo en Venezuela
Sin haberlo hecho explícito, se concluye que la administración de Donald Trump ha avanzado en la comprensión de cómo el poder público en Venezuela está dividido en tres bloques principales, que conviven bajo el concepto mafioso de la destrucción mutuamente asegurada en caso de “traición” a la causa (mantenerse en el poder como sea) por algunos de los bloques.
Tenemos el bloque de la “oligarquía roja”, el que anteriormente la administración de Obama considerada como el único detentador del poder. En ese bloque, tal como la oligarquía rusa, conviven Maduro y Cilia, junto a ministros, jefes de empresas públicas (civiles y militares) y una parte del resto de la estructura del Estado, como algunas salas del TSJ ilegítimo, el sistema de medios públicos y parte de la cúpula militar.
Le sigue el bloque de “perdedores radicales”, aquellos que hacen vida en la periferia de la oligarquía roja, con lazos con estructuras mafiosas regionales ligadas al Psuv, a la Constituyente cubana y a fuerzas irregulares como colectivos paramilitares. Se autodenominan como los herederos del chavismo original.
Y el tercer bloque, quizás el más poderoso, es el de los “titirireros”, los que manejan los hilos del poder económico producto de las corrupción y la depredación de dineros públicos sucios, que fungen como el aparato de corrupción y cooptación de operadores políticos, tanto del oficialismo como de la oposición, para sus propios intereseses, que es el mantenimiento de status quo que los hizo inmensamente ricos. Sus lazos fuertes están en la fiscalía, TSJ y tribunales superiores, bancos estatales y en la banca situada en paraísos fiscales. Han sido los lavadores del dinero saqueado por el socialismo en la sombra.
También a nivel regional hay múltiples pequeños bloques en apariencia interdependientes, pero en realidad gozan de mucha autonomía en un país somalizado. Los hay en el Arco Minero, en el oriente del Estado Sucre, en el occidente de la Guajira venezolana, en el codo andino, al sur del Estado Apure, en el centro del Estado Guárico, entre otros.
Velocidad, sorpresa y amplitud
Los intereses de los tres bloques sólo coinciden en la defensa de status quo, pero los incentivos para resistir son absolutamente asimétricos. Y la velocidad, sorpresa y la amplitud de las acciones en los vectores diplomáticos, de mercados y de comunicación de la administración Trump y sus aliados regionales y europeos los han metido en un “cuarto oscuro” que es una situación dónde no pueden anticipar anticipar las acciones por venir, y por lo tanto coordinar una defensa conjunta de los tres bloques, por lo que separados su debilidad crece exponencialmente.
Los tres bloque están sufriendo el estrangulamiento de sus líneas financieras, aunque sea por diferentes motivos, pero con efectos similares: la congelación de activos propios o por medio de interpuestos. También los tres bloques están sufriendo sanciones individuales, ahora extendidas a sus familiares. Para muchos de los miembros prominentes de los tres bloques, las acciones internacionales ya son amenazas creíbles, por lo tanto son menos proclives a apoyar a Maduro, o a Cabello o a Gorrín por nombrar a algunos miembros de los diferentes bloques, que no se quieren “enterrar con el muerto”
Esta semana se pusieron en práctica nuevas acciones a velocidades vertiginosas: Retiro de visas de EEUU a funcionarios del gobierno y a familiares; sanciones a los bancos estatales Bandes, Bicentenario, Venezuela y Prodem; sanciones a la comercialización del oro de Venezuela y al la estatal Minerven; cancelación de la Asamblea General del BID en China; la cancelación anticipada de los contratos con Pdvsa de operadores navieros, el retiro voluntario de empresas privadas rusas de los negocios con Venezuela, el encuentro en Roma entre el representante de EE UU para Venezuela, Elliot Abrams, y el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serghei Ryabkov, para analizar la crisis en la que está sumergido el país; la reunión de Donald Trump con los jefes de la República Dominicana, Haití, Jamaica, Santa Lucía y las Bahamas en Miami.
En el eje diplomático y multilateral resaltamos la lectura de un informe oral por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet quien presentó esta semana un amplio dossier de violaciones a los DDHH documentadas por su oficina en visita a Venezuela: en educación, salud, ataques a la libertad de expresión, criminalización de la protesta, colapso de los servicios públicos, persecución a la prensa, ejecuciones durante actuaciones policiales, torturas y el uso de grupos armados para atacar a la población. Un adelanto del informe que debe presentar en junio por mandato del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. El informe de Bachellet es inusualmente duro, quizás sorpresivo de quien fuera una notable aliada del presidente Chávez, pero que en la actualidad, ese informe, es un carburante para aquellos que, con razón, invocan la “responsabilidad de proteger” a la comunidad internacional.
Los efectos de estas acciones se comenzarán a sentir en el término de las próximas dos a tres semanas, y como dije al principio, de manera asimétrica en los tres bloques rojos principales, así como en los regionales. Los incentivos para cooperar para “restaurar la democracia” comienzan a hacerse mayores en los que ya perciben esas acciones como amenazas creíbles.
Por otro lado, las sanciones a Pdvsa comienzan en firme a partir del 29 de abril, mientras tanto estaban limitadas y aún así sus efectos sobre ella han sido sorpendentemente intensos, ratificando la ranchificación de sus instalaciones y operaciones que tantos años atrás venimos denunciando.
Esto es en apenas una semana. Imagínese cuando una coalición internacional dice que le quedan todavía muchas opciones sobre la mesa. Y más aún cuando no tienen defensa efectiva contra ellas.
Al cierre
¿Importa si Maduro entiende estas acciones como amenazas creíbles? Si, pero mucho más si su entorno las cree. Y si los jefazos de los otros bloques también. Pinochet comprendió que Allende era una amenaza creíble para Chile. Paul Mangwana recientemente en Zimbabwe al deponer a Mugabe. La entrega del poder por parte General Guido Vildoso Calderón al Congreso Nacional de Bolivia en 1982 que organizó elecciones que permitió el retorno a la democracia, evitando así la amenaza del colapso de Bolivia. En Paraguay el general Andrés Rodríguez guió al país a elecciones libres en 1993, luego de derrocar al dictador Alfredo Stroessner, cuatro años antes, que fueron ganadas por el empresario Juan Carlos Wasmosy.
La guerra es el fracaso de las amenazas creíbles. Hitler y Mussolini no creyeron la amenaza que significa EEUU y los aliados junto a la URSS. Pagaron inútilmente con su vida. Japón tampoco comprendió que atacar a EEUU sería su derrota. Saddam Husseim se le advirtió que no invadiera ni se anexara Kuwait y años después que permitiese la visita de inspectores de armas de destrucción masiva. Pagó con su vida y no evitó la invasión de EEUU a Irak.
Si Maduro no comprende, quizás tenga a su lado a personas más inteligentes.
David Morán Bohórquez es ingeniero industrial y articulista venezolano @morandavid