Juan Carlos Rubio Vizcarrondo: La Verdadera Reinvención Nacional

Juan Carlos Rubio Vizcarrondo: La Verdadera Reinvención Nacional

Han sido veinte años. Sí, veinte años de mitos, corruptelas y calamidades de tal envergadura que ni nosotros, los venezolanos, famosos amnésicos perennes, podemos deslastrarnos de la cantidad de heridas y costras que cunden en nuestro ser. Por ello, incluso con el actual proceso de transición democrática requiriendo de nuestro apoyo, no podemos perder la vista sobre lo que todos sabemos: requerimos un cambio total e irreversible.

Nosotros no podemos pensar como lo hicieron generaciones anteriores. Estos venezolanos, como bien lo afirmó el gran dramaturgo José Ignacio Cabrujas; cometieron el gran error de creer que, una vez depuesto el oprobio autoritario, nuestro país era uno que podía ser prospero por simple osmosis, porque así es como debía ser, sin importar como se pensase o el talante de quienes dirigieran el destino de la nación. Esto fue, como hoy ya sabemos, un increíble y groso error.

Venezuela, en pocas palabras, no tiene un destino manifiesto. De hecho, no puede tener otro destino, por lo menos al final del día, que aquel que los venezolanos forjemos para ella. En tal sentido, y quiero ser muy enfático en esto, no todos los caminos llevan a Roma. Con esto quiero decir que debemos tener extremo cuidado en no seguir dando más pasos en falso y reiterando las ideas y las prácticas que nos llevaron hasta el fracaso.





El nuevo país es uno que efectivamente debe aprender del pasado, pero siempre precaviendo que una cosa es aprender de nuestros antecedentes y otra, muy diferente, querer reensayar los “tiempos felices” de antaño. La idea no es y no puede ser la prolongación del gigantismo estatal venezolano, pensando que éste es viable siempre y cuando cambien los jerarcas que lo controlan. Si así fuese, solo sería demostrativo de que, como sociedad, no hemos aprendido absolutamente nada.

Ahora bien, soy del pensar que el anterior supuesto no es el caso, ya que las nuevas generaciones de venezolanos están interesados es en avanzar y no en retroceder. Tras haber visto tanto robo, despilfarro, humillación y pérdida, lo que menos queremos es un Estado rector de nuestras vidas y dueño tácito de nuestros recursos. Tras haber sido manipulados y tiranizados por todos los costados, no nos es tanto una prioridad que el Estado nos sirva o subsidie mejor, sino que se quite de nuestro camino y nos deje en paz.

Así es cómo, por efecto de la historia, los venezolanos hemos visto nuestro anhelo de cambio cristalizarse en un vuelco hacia la libertad. Nosotros, cuyo anhelo primario fue mayor representatividad y, con ello, mayor acceso a beneficios y prebendas del Estado; hemos por fin visto la perversidad en la dependencia y lo virtuoso en la emancipación. No queremos que nos controlen más, no queremos seguir siendo participes de la destrucción nacional, no toleramos más sinvergüencerías vengan de donde vengan, se llamen CADIVI o CENCOEX, caja CLAP o Carnet de la Patria.

Producto de la tragedia chavista los paradigmas de la política venezolana han cambiado y, con ello, se han plantado las semillas de la verdadera reinvención nacional. Ya no es chévere proclamarse de izquierda. El discurso antiamericano suena trasnochado y anacrónico. El populismo y el patriotero asquean. Los venezolanos aspiran a nuevas ideas y a un nuevo liderazgo que sea frontal, patriótico, gallardo, con visión de país y que se le vea ejecutando acciones, en vez de hablar tanto gamelote.

Cuando se dice, sin mayor tapujo, que ya basta de socialismo en Venezuela, se sintetiza lo que se quiere: todo lo opuesto a lo que hemos tenido. Esto implica, en sí mismo, una transformación radical de cómo hemos entendido al país, cómo nos hemos relacionado con el Estado, cómo hemos entendido el rol de la economía y cómo hemos de definir nuestro rol, como ciudadanos, con nuestros derechos y deberes, en todo esto.

Las prescripciones para lo que se añora son más que conocidas: división de poderes, democracia, libre mercado, estado de derecho, disciplina fiscal, sana política monetaria, respeto al individuo, entre muchas otras cosas. Lo de veras importante de tales prescripciones es que no son planteamientos ideológicos, sino que la práctica y la experiencia internacional comprueban tajantemente su efectividad. Puesto de otra manera, si nosotros siguiésemos esos caminos, entonces el desarrollo vendrá de manera inexorable. Tendríamos la oportunidad, capaz por primera vez en nuestra historia, de realmente explotar nuestro verdadero potencial.

Como se indicó al principio, dadas las circunstancias, debemos apoyar al intento de Transición que actualmente se está dando. Sin embargo, debemos cuidarnos de las expectativas que podamos tener sobre él. Un Gobierno de Transición es solo eso, un estado intermedio. Éste debe establecer ciertas bases mínimas para la restauración de la República, la convivencia pacífica y la recuperación de la economía, pero, por su propia naturaleza, no está en la capacidad de ejecutar el relanzamiento definitivo de Venezuela.

La nueva hoja de curso, la nueva agenda que llevará a Venezuela a la modernidad, será aquella generada por los venezolanos y para los venezolanos. Ese camino esplendoroso será tomado no por cogollos o coaliciones partidistas, sino por una sociedad viva y luchadora que participará en unos comicios trasparentes y que, ahí, en ese momento, demostrará que de las cicatrices se aprende y que nunca más se repetirá la pesadilla.

@jrvizca