El régimen castro madurista es ya un enfermo terminal, no tiene chance para escapar a su destino. Es natural que termine, aunque se retrase. Sigue pataleando y no se conoce cuándo ocurrirá, pero sucederá, es consecuencia de sus propios empeños.
Mientras acontece continúan los muertos, siguen los presos políticos habitualmente por las malas, se incrementan los exilios por política o derecho elemental de vivir mejor, las sanciones económicas se acrecientan, empiezan a asfixiar y dejar sin medios económicos al régimen castrista venezolano, para lograr el quiebre y la rendición tan anhelada.
Como gato boca arriba, delincuentes puestos contra la pared, la autocracia se defiende y, viable o no, -asunto diferente- busca alargar su tiempo, a la espera del final del actual período de la Asamblea Nacional. Los rojos lo saben -también Guaidó, quienes lo rodean y los jefes estadounidenses se supone que están conscientes del lapso- que, si logran el objetivo, se producirían cambios en la directiva de acuerdo a convenios establecidos y el Presidente interino se quedará sin legitimidad tal como ya está Maduro.
La gravísima situación que sobrelleva Venezuela está en pleno desarrollo. Lo demuestra el Informe Bachelet, cuyas precisiones se resumen no sólo en la espantosa realidad, sino en la negativa del opresor a reconocer la dificultad, el deterioro en el ejercicio de los derechos civiles, sociales y económicos, la devastadora crisis generalizada que desmejora día a día y cuyas repercusiones son impredecibles.
El mundo está al corriente, y ahora también las Naciones Unidas, cuando el absolutismo impone restricciones a la libertad de expresión, usando a conveniencia la Ley Contra el Odio que sirve a los deseos de Miraflores para, cerrar medios, imputar periodistas, dirigentes opositores y a cualquiera que exprese opinión disidente, lo cual genera, violación del derecho a informar y estar informado.
La sanidad empeora, implicando mortalidad y propagación de enfermedades infecciosas. Se estima en cientos de miles los niños que han dejado de asistir a la escuela, sus padres no pueden proporcionarles alimentos, el colapso de los programas alimenticios gubernamentales es evidente, además de la inocultable gravedad por la falta de profesores; los cuales han abandonado el país o, presionados por la desatención oficial y esmirriados salarios, han cambiado de oficio.
La reciente interrupción y calamidad eléctrica afectando al país, con la consecuente insuficiencia de agua, gas y transporte público, perturban a toda la colectividad, escenario que, combinado con hiperinflación, genera atroces condiciones que desencadenan protestas sociales, en las cuales se comprueban violaciones y abusos de los derechos humanos perpetrados por personal de seguridad y colectivos armados, incluyendo el uso brutal, excesivo de la fuerza, asesinatos, detenciones arbitrarias, torturas en condiciones de detención, así como actos de amenaza e intimidación.
El resultado de la vasta crisis humanitaria es la desesperación absoluta, y abrumadora pérdida de fe ciudadana en el Estado, Gobierno y lo que castro maduristas llaman socialismo, pero no es más que absolutismo atemorizado, lo cual lo hace más feroz. El caos anuncia un estallido y/o ambiente permanente y devastador. Los militares puede que decidan algo, pero el deber es civil, ciudadano, y para desobedecer constitucional y civilmente, lo primero es decidir hacerlo. No es posible predecir cuándo terminará el régimen abusador, tampoco el tiempo ni dónde estallará la rebelión ciudadana. Pero reventará, la furia popular es impredecible.
La dicotomía entre lo legítimo e ilegítimo sólo se resolverá asumiendo posiciones históricas de valentía y coraje. Obedecer sin miramientos el mandato inequívoco de la Constitución en su Artículo 187.11 señala clara y contundente, que corresponde a la Asamblea Nacional: “autorizar el empleo de misiones militares venezolanas en el exterior o extranjeras en el país”; y asumir con arrojo ciudadano el principio sagrado de la Responsabilidad de Proteger (R2P), un compromiso de humanidad, político global respaldado por todos los miembros de Naciones Unidas en la Cumbre Mundial de 2005 sobre prevenir genocidios, crímenes de guerra, limpiezas étnicas y crímenes de lesa humanidad. Banalizarlo, tratarlo en forma trivial, es un error inexcusable, no darle importancia, una torpeza irresponsable, además, de una inmensa pendejada. Lo juicioso, inaplazable, ineludible es, proteger, socorrer y liberar a Venezuela de las garras castristas.
Los devotos de la estulticia y practicantes de la sandez, juegan al fracaso y deterioro de la confianza en Guaidó, que como Presidente interino es depositario de la esperanza colectiva. Apuestan a pactos, negociaciones turbias, componendas con chavistas desprestigiados, maduristas bandidos, y tracaleros cubano-castristas. Para algunos negociar es un sueño, para muchos sólo una excusa. Los conversadores son repudiados, sean gobierneros y/o de presuntos opositores. La ayuda humanitaria es transcendental, vital. Una cosa es ayuda y otra negociación. Los auxilios no se negocian. El problema primordial de vida para los ciudadanos, es la salida de Maduro. Sin él hay república e ilusión, con él desastre y miseria.
El país percibe un sálvese quien pueda de los tiranos criminales, que tienen las manos manchadas de sangre y los bolsillos rebosantes de robo, y el de los sinvergüenzas, descarados cohabitantes que han oxigenado la ignominia privilegiando intereses personales y partidistas, y que hasta hace pocas semanas apostaban e impedían no se diera y fracasara el cumplimiento del artículo 223 y ahora juegan sin piedad contra el R2P y, particularmente, frente al deber insoslayable moral, ético y hasta religioso, que tiene la Asamblea Nacional de aprobar el 187.11 consagrado en la Constitución Bolivariana de Venezuela y activar el principio de Responsabilidad de Proteger (R2P) santificado por Naciones Unidas.
Un dato histórico, para los que se excusan acomplejados en la petulante y engreída soberanía: “En 1819, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, más conocido como Simón Bolívar, -sí, el Libertador y Padre de la Patria-, requirió cooperación internacional para el cese de la dominación, emancipación y liberación de Venezuela. En ese momento se llamó la Legión Británica, 5 mil soldados respaldaron al ejército libertador”.
¡Vamos Venezuela, la ayuda humanitaria no se negocia!
@ArmandoMartini