Resolver en el día a día de nuestro país es cada vez más difícil. La cotidianidad es agobiante para la inmensa mayoría. La desesperación se manifiesta en una gama de variables; desde la emigración en búsqueda de oportunidades, hasta el deseo de una invasión militar, sobre todo esta última circula profusamente en las redes sociales; aunque sí nos atenemos a los resultados de encuestas recientes, no pareciera contar con el respaldo que se expresa desde los teclados.
Esa misma mayoría aspira razonablemente salir de la actual situación cuanto antes, obviamente no se trata solo de deseos, no nos cansamos de repetir que los tiempos de la lucha social y política no están solo determinados por nuestros anhelos, la terca realidad cuenta a la hora de los desenlaces. La situación actual es incomparablemente superior a la confrontada a fines del año pasado, los avances han sido notables en el campo de las fuerzas democráticas, la unidad es un factor fundamental en la recuperación de la iniciativa política, nos aproximamos a una coyuntura decisiva, la presión nacional e internacional se intensifica y la alternativa de cambio aparece con mayor nitidez.
La desesperación en el territorio adversario tiene otros signos, el sentirse aislado le exaspera, comienzan a vislumbrarse fisuras en su entorno, crece la desconfianza hacia el factor determinante que lo sostiene, el aferrarse a mantener los privilegios le puede resultar sumamente costoso. Temen a la desbandada como sustituto de las actuales deserciones individuales pero continuas. Saben que no las tienen todas consigo. Aparentan fortalezas, para disimular debilidades, apelan a la manipulación más descarada y a la represión feroz.
A pesar de todas las dificultades presentes en la sociedad venezolana, el panorama político no luce sombrío, las expectativas transformadoras están en el ambiente general, la voluntad de cambio no podrá ser contenida con las acostumbradas artimañas, ni por la acción represiva.
La dirección está consciente de todas las potencialidades actuales, de los escollos por superar y del rol que tiene que cumplir. Se ha colocado a la altura de la circunstancias, ha sopesado sus actuaciones, no exentas de suma audacia y evidente coraje. La ruta diseñada cuenta con amplio respaldo y existe la plena disposición a perseverar en ella hasta conquistar el objetivo propuesto.
Existen abundantes razones para confiar en la conducción y el liderazgo emergente, plantear exigencias o reclamos por no alcanzar alguna meta, luce un despropósito, en tres meses se ha producido un cambio en la magnitud y calidad de la lucha que no puede ser opacado por la impaciencia. No se trata de solicitar lo contrario, algo así como un aguante estoico que sería absurdo, sino de una comprensión de la realidad y asumir a conciencia la complejidad de la lucha que estamos emprendiendo.
Se trata de no perder las perspectivas, mantener la constancia y el acompañamiento de las acciones planificadas en correspondencia con la estrategia para lograr el cambio político, condición imprescindible para salir del atolladero en el cual nos encontramos los venezolanos.
El estrepitoso fracaso del modelo implantado bajo la falsa denominación de “socialismo del siglo XXI”, es en verdad un proyecto decimonónico que corrió la misma suerte en todos los lugares donde se intentó imponer. Además, la camarilla usurpadora tiene el descaro de hablar de independencia y soberanía. cuando han asumido una conducta vergonzante, sumisa y entreguista ante el régimen cubano, junto a los beneficios otorgados en el suministro suministro de petróleo, le han concedido una onminosa presencia en áreas tan sensibles y vitales como la seguridad, identificación, registros y notarias, tal como ha sido denunciado por numerosos oficiales hasta en las propias Fuerzas Armadas.