Desearía haberlo escrito, por @ArmandoMartini

Desearía haberlo escrito, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Y por ello, con la venia de Ustedes, agradeciendo a la @la_patilla y a su Director @morandavid al permitir reproducir textual, por nuestro articulo habitual, el magnífico, realista y pedagógico escrito de Bernardino Herrera León, @herreraleonber, a quien no conozco ni de trato, vista o comunicación, titulado:

ESPIRAL DEL SILENCIO.

Entre otras, el “efecto Guaidó” ha provocado una nueva “espiral del silencio”. Cualquier crítica que se le haga, la más mínima, es de inmediato etiquetada como parte de una campaña del G2. Que semejante censura venga del chavismo, no me extrañaría. Pero de mis propios amigos, opositores al chavismo de por vida como quien esto escribe, jamás me lo hubiera esperado. “Vamos bien”, me dicen que reza la campaña. “Deja el fatalismo y el inmediatismo”, me reprochan. “Espera a que cese la usurpación para criticar”, me recomiendan.

Se trata de una espiral del silencio muy similar a la provocada por la llamada “corrección política”, que tiene un buen tiempo ya callando disidencias. Se trata de una legión de comunicadores sociales, líderes, académicos… dispuestos a impedir que “verdades sagradas” de la izquierda sean refutadas por otros argumentos y opiniones diferentes. Todo lo que no coincida con lo “correcto” es despreciado como de derecha o de “facha”, diminutivo de fascista. La campaña “Vamos bien” sigue el mismo patrón. El desprecio público sería el precio a pagar por transgredir lo correcto.

Para conocer mejor el término “espiral de silencio”, baste con remitir a su autora, la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann (1916). La investigadora observó que las personas tienden a callar sus opiniones personales para no desentonar con la opinión mayoritaria del grupo, y así no ser rechazado por éste. Se recomienda su relectura, pues el efecto que describe se impone.

Pero, la espiral del silencio no aplica en mi caso. Soy profesor, y como tal, tiendo a expresar mis criterios. Aún a riesgo de rechazo y exclusión. Así que voy decir algunas inconformidades sobre el desempeño opositor, en las líneas que siguen.

Como la mayoría de los venezolanos, considero a Juan Guaidó nuestra esperanza cierta de deshacernos del nefasto régimen chavista. Es, por decirlo en metáfora, nuestro único boleto legal, constitucional y legítimo para escapar de la desesperante desgracia que es el chavismo. El otro camino sería una temida, indeseable e impredecible guerra civil de largo plazo.

Sumergido el país en la desesperanza, ocurre la afortunada aparición de Guaidó, resultado de una frágil posibilidad. ¡Cómo es esto? Que el pacto acordado en 2015, sobre las sucesivas presidencias anuales del parlamento, estuvo a punto de ser desconocido. Las carambolas forzaron que tocara el cuarto período al siguiente partido, Voluntad Popular. Tocaba enfrentar la coyuntura del fin del período presidencial del señor Maduro.

Los desprestigiados partidos mayoritarios de la Asamblea Nacional (AN) sabían que el modelo catatónico de Barbosa, del 2018, no podía alargarse por más tiempo. AD, PJ y UNT estaban por desaparecer. Tomando en cuenta las dificultades que tuvieron para recaudar firmas, puede afirmarse que esos partidos no resistirían unas elecciones libres. Ellos lo saben.

Pocos conocían al joven diputado Guaidó. Inicialmente, al decir de las declaraciones de otros directivos, no estaba previsto juramentarse como presidente encargado. Pero, Guaidó desatiende los temores de sus colegas y se atreve, sorpresivamente, a prestar juramento presidente interino del país, en medio de una masiva concentración que recordaba los mejores tiempos opositores. La oposición había resucitado.

Lo que sigue primero fue el mantra: 1. Cese a la usurpación; 2. Gobierno de transición; 3. Elecciones libres. Y una saga de cabildos. Poco después aparece el “Plan País”, que no encaja en el mantra, pues se supone que un gobierno de transición no está pensado para un plan de gobierno a largo plazo. Se supone que un plan de gobierno se dejaría para que los venezolanos elijamos nuevo presidente y su plan específico.

Percibo que el “Plan País” se ha convertido en la plataforma electoral de los partidos en proceso de extinción. Un nuevo traje para alargar y volver a la vida. En medio del desastre nacional, dicho plan pasó desapercibido. La desesperación por salir del régimen pesa más que esos detalles. Insistirían. Personalmente, desconfié. Primero por lo vago y mal redactado del texto. Y segundo, porque plan país y gobierno de transición no coinciden. Los venezolanos tendremos derecho a elegir entre opciones algún día.

El plan país se propone como opción única, en nombre de la unidad. No votaría por más estatismo, por ejemplo. Necesitamos diversidad y opciones como en una democracia normal. Cuánto la extrañamos. No cambiaría, por ejemplo, un culto a la personalidad por otro culto a la personalidad. Rechazo a los partidos estáticos de la oposición, incapaces de una mínima discusión doctrinaria. O de la más mínima reflexión: ¿Qué nos pasó estos tres años inútiles de control absoluto de la AN? Así que sospeché que dicho plan sería una nueva plataforma electoral, y desde entonces los hechos no hacen sino confirmarlo. Ni modos. Lo importante es liberarnos del régimen chavista. Así que muchos aceptamos que antes de enfrentar al régimen Guaidó se dedicara a recorrer el país en mítines, visitas, recorridos, selfies.  Aunque se argumentaba que se trataba de reanimar el pulso popular, no puede negarse que se trata de una campaña electoral. Y eso se llama ventajismo, un vicio muy practicado por el chavismo.

Luego vino la estrategia de la Ayuda Humanitaria. En mi opinión, una vergüenza para nuestra nación, porque es una vergüenza que hayamos llegado a este extremo de conmoción social. La dádiva, las ayudas sociales se ha consolidado peligrosamente en nuestra cultura nacional. De eso vive el chavismo. Me siento como en Haití. Y se siente más al saberse que Honduras, el país más pobre de América Latina, aportaba un contingente de ayuda humanitaria. Pero esa fue la opción que emprendió Guaidó, organizando para ello un gran movimiento de voluntarios. El propósito ingresar toneladas de víveres y medicamente desde Colombia, “sí o sí”.

El 23 de febrero todo resultó en un verdadero desastre. Muertos, heridos, cierre de fronteras, militares disidentes abandonados a su suerte y nada de la ayuda humanitaria. La quema de un camión cargado generó suspicacia y dudas, manipulada astutamente por el chavismo con la ayuda de la prensa izquierdista internacional, que sigue simpatizando con este horroroso régimen. Fue un desastre que dio al régimen otro aire de superioridad.

Después, tocó el turno al regreso de Guaidó, tras su gira por los países amigos. El trance de su regreso dejó al país expectante. Y en efecto, logró entrar. Fue apoteósico. El fracaso del 23F y el tema de la ayuda humanitaria salieron de inmediato de la agenda. Regresamos al “juego de presidentes”, parafraseando la famosa serie de “Juego de Tronos”. A los dimes y diretes. “Te esperamos en Miraflores”, decía, retador, Fredy Bernal. “Atrévete a ponerme preso”, respondía Guaidó, anunciando una marcha hacia palacio de Miraflores, desde todo el país.

Por último, la “Operación Libertad”. El joven presidente debe saber que exponer a la población civil como blanco fácil de asesinos paramilitares acarrea una grave responsabilidad. Esperemos que sepa lo que hace cuando asegura que las fuerzas armadas y policiales protegerán a los civiles de los llamados colectivos armados.

Los venezolanos hemos sido actores de utilería en esta “serie televisiva” de tensión, absurda, agotadora e inútil. Por un lado un régimen decrépito, corrupto hambreador, genocida y en estado de guerra. Por otro, los partidos opositores de la AN y una multitud de grupos e individualidades cuya única arma son la acción cívica y la Constitución y las leyes.

Pero el deterioro cumple al pie la segunda ley de la termodinámica, se deteriora en función del tiempo. Agravada por la crisis eléctrica, se suma la prolongada sequía, la escasez de alimentos y medicinas y los precios inalcanzables. Los sueldos son un ridículo chiste de mal gusto. El cataclismo social provocado por el chavismo amenaza con extenderse. O peor, amenaza con permanecer.

Los tres años de errático desempeño opositor en la AN es causa principal de la desconfianza, la desesperanza y la incredulidad de buena parte del país. Pero la mayoría de sus dirigentes siguen al frente absoluto de sus partidos y con el control de la mayoría de los votos que les dimos en 2015. Su comportamiento alejado de toda reflexión crítica continúa empecinada. Sin lograr encarar en su intensa dimensión y desde su perspectiva real la tragedia que sufrimos: que el chavismo se niega a dejar el poder. Que no está dispuesto a negociar. Que el chavismo no tiene escrúpulos en practicar un genocidio mayor con tal de mantenerse.

La ideal salida pacífica negociada, o transición pacífica como gusta llamarla los teóricos del “quiebre del régimen”, ha sido intentada muchas veces. El último intento, desde enero pasado ha ampliado el margen de la oferta al chavismo: largarse por las buenas a cambio de exilios dorados, amnistía civil y militar. Pero ni la presión de bloqueo de cuentas, captura de Citgo, condenas y desconocimiento internacional parece hacer mella. El chavismo manipula propagandísticamente esas presiones para victimizarse y justificar su desastre, la hambruna y la feroz represión criminal que han desatado. Los reiterados llamados de conciencia patria a los militares de Guaidó, no encuentra eco. Pocos militares han desertado. La opositora AN insiste en necesitar más tiempo para lograrse el ansiado quiebre definitivo del chavismo. De tiempo carecen los que más sufren.

Tanto Guaidó como la AN tendrán que hacer algo diferente para superar el ghetto impuesto por el régimen chavista.  En Caracas, dicho ghetto se limita a Altamira, Chacao y Las Mercedes. De la UCV no ha podido salir una marcha de protesta en años. Hasta ahora el régimen ha jugado al gato y al ratón con el presidente encargado. Esperará el momento adecuado para cansarse.

El chavismo sabe que el tiempo corre en contra de Guaidó. Apuesta al desgaste de su popularidad, lo cual ocurrirá de seguir ofreciendo la ilusión de la salida cívica. El régimen contribuye haciendo guiños, cada vez menos creíble, de que desea negociar.

Puede pronosticarse que la “Operación libertad” será otra tragedia de represión, lacrimógenas, colectivos, jóvenes detenidos y frustraciones. Las acciones cívicas, es preciso reconocerlo de una vez, no funcionan contra un régimen sin escrúpulos. Esperemos que no. Que ocurra un milagro.

Quienes pensamos con esta lógica somos el objeto de la campaña de espiral del silencio “guaidoneana”. Antes se burlaban de los “guerreros del teclado”. Ahora nos tachan de fatalistas, de inmediatistas. Han viralizado campañas en serio y en bromas burlescas, para ridiculizar a quienes imploramos una estrategia diferente y contundente para acabar con esta pesadilla.

Nos piden callar. Pero la espiral del silencio tiene fecha de vencimiento. No podrán silenciar la demanda social, el reclamo, la evaluación. Algún día habrá elecciones. Los venezolanos no esperamos un mesías. Tampoco pedimos un gran líder. Sólo aspiramos dirigentes sensatos que escuchen, que atiendan, que no insulten. Que sean transparentes, éticos. Que permitan participar y hacer viable nuestro país. No pedimos nada extraordinario. Pedimos que lo ordinario lo hagan bien. No nos traten como idiotas. 20 años de chavismo son más que suficientes. Algo hemos aprendido.  O asumen o tendrán que hacerse a un lado.

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