Igual me sucedió con un cargador de teléfono celular, en desuso con linterna que me fue de suma utilidad para cuando estaba en casa poder desplazarnos sin tropiezos. Recurrir a esos vetustos aparatos me permitió retrotraerme a las imágenes reseñadas por mi abuela, durante su juventud a principios del siglo XX.
Si existían dudas del retroceso que ha significado el modelo impuesto durante las dos ultimas décadas, las vivencias recientes evidenciaron de manera dramática el fracaso en materia de los servicios públicos, indispensables para el funcionamiento de la sociedad. La recurrente suspensión de actividades escolares y laborales, sumadas al anuncio de la disminución de las horas de trabajo y el racionamiento eléctrico reflejan la crisis que el gobierno pretende disimular atribuyendo los apagones a supuestos atentados, con inventos y subterfugios cuando no llaman las cosas por su nombre y hablan de “auto administración de carga eléctrica”; subestimando a la opinión pública y la gente no es tonta, por supuesto sabe de qué se trata.
Lo cierto es que el pequeño radio, solo me sirvió en los primeros apagones – ya perdí la cuenta- porque desde que CONATEL, prohibió los operativos especiales que realizaban unas pocas emisoras privadas en el área metropolitana de Caracas permitiendo obtener alguna información de los sucesos, no tiene el menor sentido escuchar las emisoras encadenadas con Radio Nacional de Venezuela, para oír las consignas y canciones de la época de mis inicios militante desde los primeros años de la década de los sesenta.
Las cadenas más allá de unos pocos anuncios y de las inverosímiles versiones sobre las causas de los sucesivos apagones, no proporcionan información veraz y mucho menos oportuna, ratificando una de las características propias de los regímenes autoritarios y dictatoriales, como lo es la opacidad en su comunicación informativa con la sociedad, utilizándola esencialmente como una herramienta propagandística.
La dimensión de la crisis no puede ser silencIada y no tendrá que ser televisada, la hiperinflación, escasez, inseguridad, la luz, el agua y el gas doméstico, están en el día a día de los venezolanos que la sobreviven. La protestas sociales en las diferentes zonas populares de Caracas, expresaron un salto cualitativo en la lucha, sin abandonar su carácter reivindicativo, han incorporado el señalamiento de los responsables y la exigencia del cambio político.
El gobierno ha tenido que admitir el ingreso de la ayuda humanitaria a través de la Cruz Roja Internacional, intentando asimilar el costo político que ha significado tal admisión. Se oyen voces que claman por no politizar ese tema, estando de acuerdo con el llamado, resulta claro para los venezolanos conocen quienes la solicitaron y quienes se negaban al principio a recibirla.
Lo que he denominado el salto cualitativo implica, desde mi punto de vista, manteniendo la ruta diseñada, producir afinamientos en aquellos enunciados generales para posibilitar nuevos desarrollos y avances en la consecución de los objetivos definidos. El gobierno continúa debilitándose, se mantiene aislado y a la defensiva, el mantener la presión nacional e internacional y la eventualidad de posibles fisuras o “ruptura en la coalición dominante” no se pueden descartar en la búsqueda de la solución que abra paso a la transición y reconstrucción del país. La vida para la mayoría de los venezolanos, especialmente para los sectores más vulnerables es verdaderamente terrible, los relatos de las vivencias cotidianas son alarmantes y hoy existe en la sociedad en general, una mayor comprensión de la necesidad y urgencia del cambio político.