Desde el 5 de abril de 2017, el líder del partido opositor Copei ha estado bajo protección en la embajada, debido a la orden de captura que pesa en su contra por parte de Nicolás Maduro. Escribió un libro, profundizó sus nexos con Chile y ve cada vez más cerca la libertad
Por Felipe Vargas Morales para El Mecurio On Line (EMOL) de Chile
El vienes se cumplieron dos años desde que acudió hasta la residencia del entonces embajador de Chile en Venezuela, Pedro Felipe Ramírez, para solicitar protección ante la orden de captura que emitió Nicolás Maduro en su contra, debido a su supuesto rol como instigador de un quiebre institucional.
El 5 de abril de 2017, y tras las gestiones del ex presidente de la DC, Juan Carlos Latorre, el líder del partido opositor socialcristiano Copei decidió poner fin al hostigamiento que desde hace meses vivía por parte del chavismo, e ingresó a la casa ubicada en el barrio Country Club de Caracas, de la cual no ha salido en setecientos treinta días.
“Se trata de la primera vez que un venezolano dura tanto tiempo asilado en una embajada”, destacan desde su entorno, quienes compartieron con Emol sus impresiones sobre cómo ha sobrellevado este largo periodo de encierro. “Es una prisión impuesta por la dictadura, pero con confort y con afecto”, dicen, destacando la gratitud que el político siente hacia Chile.
Ha sido tanto el tiempo, que ha tenido que convivir con dos representantes chilenos designados por distintos presidentes. Ramírez, nombrado por Michelle Bachelet y con quien cultivó una gran cercanía, y Roberto Araos, el encargado de negocios que fue mandatado por Sebastián Piñera tras su decisión de no enviar embajador a la capital venezolana. “Aquí el equipo diplomático es de un profesionalismo y humanidad que impresiona. Están siempre pendiente de los detalles, de saber cómo está él de ánimo, de salud, de compartir. Son cosas que no están establecidas en ningún acuerdo de asilo. Es expresión de humanidad, una norma no escrita que lo ha conectado con el pueblo chileno”, aseguran.
Durante este periodo, sus principales apoyos por parte de Chile han venido desde distintos sectores. El más importante, aseguran, ha sido el del ex embajador Ramírez, con quien hasta hoy tiene contacto. “Un hombre que siendo izquierda pudo comprender la naturaleza criminal del régimen y convirtió a Chile en el decano de la diplomacia acá”, destacan.
De hecho, Enríquez recuerda con cariño al diplomático y las largas conversaciones sobre la caída de Salvador Allende y las diferencias y similitudes con el proceso venezolano, las cuales plasmó en un libro que escribió en el encierro. “Tiene varios títulos tentativos, la embajada, el asilado, por ahí anda, esperamos que pronto vea la luz”, detallaron.
Otro respaldo importante ha sido el de la DC. Ayer habló con Latorre, quien le contó sobre el viaje que realizará a Bruselas la próxima semana para participar en la Internacional Demócrata Cristiana, donde expondrá una vez más sobre su caso y ha mantenido contacto permanente con Fuad Chahín y otros dirigentes de esa colectividad.
Esperanza por la libertad
De acuerdo a quienes han convivido con Enriquez, su rutina ha tenido ciertas variaciones durante este periodo. “Han habido cambios, en el ejercicio intelectual. Ahora hace más ejercicio, cosa que al principio no hacía”, comentan, junto con agradecer la compañía de Freddy Guevara, el otro dirigente opositor que permanece en la embajada.
Las visitas familiares disminuyeron con el tiempo, ya que la mayoría de sus cercanos abandonaron Venezuela debido a que el régimen confiscó todas sus propiedades: Por seguridad, emigraron a Canadá, Panamá y Estados Unidos. Algunos aún lo visitan, como su madre, quien pese a las limitaciones de salud ha acudido hasta la embajada.
El líder del Copei ha mantenido cierto contacto con sus camaradas de partido, con quienes conversa continuamente por teléfono. En su cuenta de Twitter ha podido expresar algunas ideas y posiciones, aunque aclaran que esa cuenta es manejada por la colectividad.
Pese a que en un momento Chile le ofreció asilo, el político se comprometió consigo mismo a salir de la embajada en el momento en que su país recupere la democracia. “Quienes se van a ir del país van a ser otros, los tiranos”, suele decir Enriquez, quien ve de cerca el fin de la dictadura gracias a las gestiones del presidente encargado, Juan Guaidó.
“Esto ha sido muy duro y traumático, pero estamos en los estertores parturientos de la libertad. Venezuela se va a encontrar este año con la libertad, eso va a resolver su problema judicial y el de todos los presos y perseguidos”, aseguran. Una vez que eso ocurra, lo primero que tiene pensado hacer es viajar a Chile para agradecer la ayuda.
El viernes, en Washington, sus compañeros de partido estuvieron en la OEA y en la Comisión Interamericana de DD.HH. para pedir un pronunciamiento sobre su caso. Mientras, en Caracas, y al igual que todos los otros días desde hace dos años, el huésped pasará la jornada en introspección, pero convencido de que este es el último año que pasará en la embajada.