El crimen de Chávez y su logia militar fue haber desarticulado y acabado con el Estado, mediante la destrucción de sus instituciones democráticas y los pilares morales que soportaban el tejido y el relacionamiento de la sociedad entre sí.
El difunto resentido con la democracia insertada en el ADN de los venezolanos se planteó y ciertamente decidió, bajo un éxtasis de personalismo autoritario, implantar aquí la Revolución cubana, empobrecedora y negadora de la dignidad humana, y para ello apuró como un trago seguidillas de acciones tipificadas en crímenes de lesa humanidad. El militarismo subversivo subvirtió el orden democrático. Ante la historia quedará la logia para siempre señalada de tamaña ignominia.
Venezuela es hoy un campamento militar en el que los usurpadores dictan órdenes y obligan a cumplirlas asentados en el poder de las armas, contraviniendo la Constitución. El régimen encarna una cleptocracia de corte totalitario, nunca habíamos pasado por algo así, en términos de sufrimiento humano atroz.
Perdió la capacidad para responder a los ciudadanos, de darle solución a sus necesidades básicas. Hemos retrocedido 50 años en el sistema de salud. Se viola el derecho humano al agua potable. Disuelto el Estado, entramos en una situación en el que las mafias criminales actuando por sus fueros atacan la población civil y la priva de sus derechos. Armó los colectivos contra la población.
Ya son 20 años de mentiras. No estamos dispuestos a seguir viviendo de esta forma. La incertidumbre es la norma. Una Venezuela secuestrada y convertida vilmente en un laboratorio de manipulación. Un país paralizado sin educación, sin salud ni servicios básicos. Todavía la banda que se hizo del poder no ha demostrado de lo que son capaces. Gana tiempo y lo pierde el venezolano secuestrado. Está más que comprobado que el costo de salida, para ellos, es infinito y su costo de represión nulo, así lo asumen sus capitostes quienes están sumergidos en algo diabólico, una especie de pulsión enajenante de asesinar al país.
De otro lado, el mundo democrático no reconoce el mandato del usurpador, vinculado a las FARC, Hezbolá y Hamas. Un régimen que emite pasaportes a terroristas y cede territorio al narcotráfico, terminó convirtiéndose en una amenaza enorme para el hemisferio, que concuerda como única solución el cambio político.
Los venezolanos tenemos el derecho natural a la legítima defensa y por eso solicitamos activar ya el 187, en medio de una catástrofe humanitaria y sanitaria. Resulta patético el padecimiento de la gente.
Seremos incontenibles, si tenemos confianza en nosotros mismos como pueblo. Presionamos por la aceleración de los tiempos de la comunidad internacional. Estamos a punto de que las Naciones Unidas lidere la ayuda humanitaria.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!