Reina Peley dio a luz en medio del primer masivo apagón de marzo que afectó a gran parte de Venezuela. La mujer de 20 años llegó al hospital atravesando las oscuras calles de Maracaibo, capital del petrolero estado de Zulia.
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“Parir sin luz fue lo más terrible que me tocó vivir. Los médicos se alumbraban con linternas”, agregó la vendedora de empanadas, sentada en las afueras de su casa por el sofocante calor de la zona que supera los 35 grados centígrados.
“Mi hija no sabe lo que es disfrutar las comodidades de la electricidad desde que nació. Sufre con el calor, llora”, señaló durante una entrevista reciente.
Venezuela sufrió en marzo dos apagones que dejaron a casi todo el país en tinieblas, en un corte de luz que el gobierno atribuyó a un sabotaje, pero que expertos eléctricos dicen que obedece a la merma de las inversiones, la corrupción y la falta de mantenimiento en las instalaciones.
La interrupción de la electricidad en el interior deja sin el servicio de agua corriente y comunicaciones, y afecta la prestación de servicios hospitalarios, la producción de las industrias, y ha cambiado la rutina de los venezolanos.
Para recuperar la infraestructura eléctrica, Nicolás Maduro ordenó en abril un plan de cortes programados de energía de tres horas diarias en casi todo el país, que excluye a la capital Caracas y los estados Vargas y Delta Amacuro.
Sin embargo, gran parte de la nación OPEP pasa más horas sin luz que las previstas en el plan, mientras que Caracas cuenta con energía.
El régimen anunció el plan, sin explicar las razones para mantener a Caracas con el servicio, ni ha dado detalles sobre las fallas o el incumplimiento del programa de racionamiento en áreas sometidas a cortes mayores a los programados.
En Barinas, capital del estado del mismo nombre al oeste de Venezuela, los maestros deben dar clases en escuelas donde los ventiladores no funcionan por los cortes y donde falta el agua.
“Los muchachos vienen a clases somnolientos, algunas veces sin bañarse, hace días no llega agua a las tuberías y muchas veces, la que se almacena se usa para cocinar y lavar los baños”, dijo Tomás Cervelione, un docente de 37 años.
El país petrolero enfrenta cinco años de recesión con hiperinflación y deterioro en la calidad de los servicios públicos, que varios estados ya padecían con frecuentes cortes de luz, pero desde los mega apagones de marzo las interrupciones son más prolongadas por la debilidad del sistema eléctrico.
José Aguilar, ingeniero y experto eléctrico, dijo que tras los últimas fallas se ha agudizado la crisis en el sector y agregó que “el racionamento en el interior del país se ha agravado para mantener a Caracas” centro neurálgico de Venezuela y su termómetro político.
Por esa falta de energía, quienes reciben tratamientos médicos están entre los más golpeados.
Libia Pacheco de 56 años debe dializarse tres veces a la semana, pero el proceso se interrumpe cuando San Cristóbal, capital del fronterizo estado de Táchira, se queda largas horas sin servicio.
“Esto es desesperante. Todos los días llegamos a diálisis y no hay luz. Aquí no hay plantas eléctricas”, dijo recostada sobre una camilla en un centro de salud público a la espera de seguir con el tratamiento.
En la población Los Guayos, en el estado central de Carabobo, Luisa Pérez, una jubilada de 69, vive con sus tres nietos de seis, ocho y 10 años porque su hija de 28 se fue a vivir a Ecuador hace siete meses.
En la casa “tengo dos velitas. Una la ponemos en la mesa del comedor y otra en la cocina. Casi siempre la luz se va a las siete de la noche y empieza el calvario. Llegan los zancudos y el calor, no hay nada que hacer”, dijo Pérez en su humilde vivienda en una barriada pobre de Los Guayos.
“Sin luz, sin agua ni gas la vida es muy dura, insoportable y no entiendo por qué nos castigan con estos apagones, mientras en Caracas ni parpadea la luz”, agregó.
Por Mariela Nava y Tibisay Romero/Reuters