Dejó establecido Charles Darwin que: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. En la Venezuela de hoy toda percepción del escenario social, económico y político nos lleva a desarrollar la hipótesis de que hemos regresado a la ley de la selva. No encontramos ni un solo referente institucional fiable en pie: todo se reduce al rey dinero junto al tráfico de influencias. El pobre, y el no tan pobre, no todos sino aquellos que “se adaptan mejor al cambio”, se dedican a traficar en el mercado negro obteniendo gigantescas ganancias. En cambio el nuevo rico bien relacionado con el status quo sabe aprovechar el momento y alardean sus dólares mal habidos en restaurantes de lujo y camionetas blindadas.
En cambio el asalariado, que ha asistido a más de cien marchas cívicas por restaurar la democracia y que no sabe cómo orientarse en el despelote actual, no logra manejarse con su presupuesto de hambre. Y luego están las “fuerzas del orden” que han devenido en árbitros de la picardía recogiendo siempre su muy buena tajada. A todas éstas tenemos a los cuatro millones de compatriotas en un exilio forzado invitando a otros tantos millones a emprender la huida de éste desorden diluviano en que el “socialismo del siglo XXI” ha sido su principal arquitecto. Ese exilio doloroso no es de turistas entusiastas sino de venezolanos desorientados incapaces de adaptarse a una realidad social desarreglada que les robó calidad de vida y los sueños de aspirar a progresar en el propio país en que nacieron.
En el año 2000, a sólo dos del ascenso del chavismo al poder, una logia militar que aupó el resentimiento social hasta límites demenciales utilizando como Caballo de Troya tanto la institucionalidad democrática preexistente como los procesos electorales, hubo un visionario del naufragio que hoy se vive de manera absoluta en éste aciago año 2019 que alertó sobre la actual tragedia histórica. Nos estamos refiriendo a Arturo Uslar Pietri (1906-2001) en una lúcida y penetrante entrevista que le hizo Rafael Arráiz Lucca en un libro que recomiendo: “Venezolanos excepcionales” (2015). Otros “visionarios” del desastre actual chavista fueron Carlos Andrés Pérez (1922-2010) en una entrevista con Marcel Granier en el año 1998, y sobre todo, el acto de valentía absoluta de Jorge Olavarría (1933-2005) en pleno Congreso y con la presencia de los principales instigadores tanto gubernamentales como opositores en el año 1999.
Que un hombre de 94 años haya dado con las claves de la actual marcha de la locura, en un momento en que Chávez fue idolatrado como el nuevo mesías nacional maridado al boom petrolero, que posteriormente la más grande corrupción engulló, es muy meritorio. Todos los pronósticos de Arturo Uslar Pietri, diríamos que fúnebres sobre Venezuela, lamentablemente se han cumplido. Veamos.
Profecía I: Opulencia y desvarío nacional. “Estoy muy angustiado con esto que está pasando con este país. Este es un momento muy malo, muy peligroso. Hay mucho dinero, muchísimo dinero y no hay orientación. La educación es un desastre; la política, espantosa; no hay debate. El país está sin rumbo, sin destino, sin clase dirigente. Hay aventureros, picaros, gente que tira la parada”.
Profecía II: La Revolución. “Ahora hablamos de revolución. Es muy curioso, la idea de revolución desapareció del mapa. En este momento no queda ningún poder revolucionario en el mundo, menos en Venezuela, claro, y en Cuba”.
Profecía III: Chávez y el atraso nacional. “Yo oía a Chávez el domingo. ¡Qué cantidad de disparates dijo y con qué autosuficiencia, con qué arrogancia! Este es un país muy infortunado. Era muy difícil que aquí las cosas hubieran pasado de otra manera, porque este siempre fue un país muy pobre y muy atrasado, aislado, lleno de inestabilidad, de golpes de Estado, de eso que llaman revoluciones y, además, apareció esa riqueza inmensa del petróleo en manos del Estado, que provocó una distorsión total”.
Profecía IV: Una Venezuela sin sentido común. “Ya le digo, yo estoy en un estado de ánimo muy malo; no tengo esperanzas; estoy como en el infierno de Dante. Aquí no hay de dónde agarrarse. Es lastimoso un país sin clase dirigente, aluvional, improvisado, improvisante, improvisador. Hay que ver lo que hubiera sido éste país, con esa montaña de recursos, si el gobierno hubiera tenido un poquito de sentido común”.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTORICOS DE LUZ