En la sede de la PNB de Boleíta, mantienen herido de perdigón a Jonathan Batatima Noria (29) quien fue arrestado el 30 de abril a las 2:30 pm. Así lo reseña laverdaddevargas.com
Pasó por el distribuidor Altamira, donde ocurrió el amovimiento cívico militar. Ahora él es un preso político, uno de los 859 que hay en el país y su familia sortea el retraso procesal.
Jonathan es albañil y mototaxista. Nunca participó en protestas por sus derechos. Tampoco seguía de cerca la lucha de la oposición al Gobierno de Nicolás Maduro y mucho menos estaba al tanto de que Juan Guaidó iniciaba el “cese de la usurpación”.
El pronunciamiento desencadenó represión. Funcionarios de la PNB y de la GNB atacaron a todo aquel que se mostró a favor de Guaidó. Perdigones, bombas lacrimógenas y hasta disparos. También detuvieron al menos cinco personas, registradas por Foro Penal. Entre esas estaba Jonathan y su pasajero.
Una carrera, un desvío
A kilómetros del conflicto, Jonathan aceptó llevar a un joven a La Bandera. “Se fue por la Francisco de Miranda y quiso tomar la autopista por Altamira. Ahí se dio cuenta de que no podía pasar, porque había un piquete de la GNB. Cuando se regresaba, los militares le cortaron el paso y se lo llevaron”, dijo Juan Carlos Batatima Noria, hermano del detenido.
Según sus parientes, el mototaxista y cliente fueron encapuchados. A ambos les dispararon a quema ropa con la carabina de perdigones. Esa noche, durmieron en las celdas de la PNB en La Yaguara con heridas en la espalda y en las piernas.
Primera vez
El Ministerio Público imputó a Jonathan y otros seis hombres más por delitos de terrorismo. La prueba que usó el fiscal fue un chaleco antibala, un pasamontañas y armas que le habrían incautado.
“Eso es mentira. A Jonathan lo sembraron. Si él tenía un chaleco antibalas ¿por qué tiene esa herida de perdigón en la espalda?”, argumentó su hermano.
El Tribunal 5° de Control del Área Metropolitana de Caracas impuso una medida cautelar de dos fiadores y cuatro testigos.
Lo tienen recluido en la celda “El Inframundo”. Pese a que tiene una herida abierta, permanece hacinado con más de 20 hombres en un espacio tan pequeño que debe dormir de pie.
Diariamente, los parientes deben reservar al menos 10 mil bolívares para ir a verlo. La comida es una necesidad que el cuerpo policial no cubre a sus aprehendidos. Por eso, papá, hermano, cuñada, hermana y abuela deben hacer hasta cinco horas de cola. Un esfuerzo cuya única recompensa es saber que Jonathan aún sigue vivo.
Jonathan no es un delincuente. Esa es la esperanza de la familia Batatima.