Pescadores como José da Cruz se han ganado la vida durante décadas cazando cangrejos entre los vastos bosques de manglares costeros de Brasil, densos laberintos de plantas retorcidas en el profundo lodo negro que crecen donde el agua dulce de los ríos se encuentra con el salobre océano Atlántico.
Cruz, conocido por el apodo de “Vampiro” por sus característicos dientes, no usa caña de pescar ni red. En su lugar, deja su pequeño bote en la orilla del río Caratingui y se desplaza a pie a través de la maraña de manglares para sacar cangrejos del barro con sus manos.
Lentamente comienza a confundirse con el paisaje que le rodea, según empieza a cubrirse de barro, tumbándose a veces en el suelo para enterrar su brazo en busca de cangrejos. Consigue sacar dos crustáceos más grandes que sus manos.
Las cuatro o cinco docenas que captura en un día le darán a Cruz unos 200 reales (50 dólares) por semana, lo suficiente para sobrevivir, dijo.
Pero este endeble medio de vida se enfrenta a una serie de amenazas, que incluyen alteraciones rápidas del medio ambiente causadas por el cambio climático, y la captura diaria promedio de Cruz es la mitad de lo que era hace 10 años. En ese tiempo, la línea de agua ha avanzado 3 metros tierra adentro desde donde solía estar, según Cruz.
Puede que su principal conexión con el mundo exterior sea una radio de pilas, pero Cruz sabe sobre el calentamiento global.
“La naturaleza está molesta (…) La Antártida se está derritiendo, la naturaleza se está derritiendo”, afirmó. “Gente, hay que tener cierta conciencia sobre lo que está sucediendo. Está claro lo que está sucediendo”.
Los científicos dan crédito a la interpretación que hace Cruz de lo que ve. Según dicen, el aumento del nivel del agua es un signo de calentamiento global, que también hace que aumente la temperatura del agua, matando parte de la vida marina.
A nivel mundial, los expertos advierten que las temperaturas del agua están aumentando mucho más rápido de lo esperado, lo que eleva el nivel del mar. El cambio climático y el desarrollo humano están poniendo a 1 millón de especies, una gran parte de las cuales viven en ambientes marinos, en riesgo de extinción, según un informe publicado este año.
Estos cambios, a su vez, amenazan a la decena de familias de la aldea de Cruz que dependen del ecosistema costero.
Su comunidad es conocida oficiosamente como “El Tren” porque las casas de barro están dispuestas en una sola fila a lo largo del borde del río Caratingui, como vagones de ferrocarril. La isla, rodeada de manglares, está retrocediendo rápidamente bajo el agua.
Según el investigador climático Carlos Nobre, de la Universidad de Sao Paulo, los niveles de agua aumentaron entre 20 y 30 centímetros en los últimos 100 años en el estado costero de Bahía, donde se encuentra Cairu.
Los manglares cubren 13.989 kilómetros cuadrados a lo largo de la costa de Brasil y son una protección vital contra el cambio climático, según el biólogo Renato de Almeida, de la cercana Universidad Federal do Recôncavo da Bahia.
Un acre (0,4 hectáreas) del ecosistema absorbe tanto o más dióxido de carbono que un área similar de la selva tropical del Amazonas, dijo.
Asimismo, los dos científicos coinciden en que protegen la costa de la erosión a medida que las tormentas intensas se hacen más frecuentes a consecuencia del cambio climático. Las plantas son resistentes en sí mismas, siguiendo los niveles de agua según aumentan, pero criaturas como los cangrejos y las ostras que Cruz recoge lo son menos.
El calentamiento global está provocando un aumento de las temperaturas del agua, lo que puede matar a los cangrejos y otros animales en su cadena alimenticia si la temperatura supera el estrecho rango al que están adaptados, dijo Almeida. El agua más caliente también es más ácida, lo que corroe las conchas de los cangrejos y otras especies marinas, agregó.
Sin embargo, según Almeida, la sobrepesca por parte de pescadores como Cruz, es probablemente también una de las razones principales del declive de la cantidad de cangrejos y otros peces según crece la demanda urbana de productos del mar, dijo Almeida.
Según los investigadores, el crecimiento del turismo ha provocado la limpieza de manglares para dar paso a pequeñas posadas y muelles que emergen a lo largo de la costa. El aumento del tráfico puede impedir que las ostras crezcan en las orillas de los ríos y la constante inundación de las embarcaciones que pasan puede erosionar la unión de los manglares al suelo.
Áreas como “El Tren” se enfrentarán a cambios más rápidos en los próximos años. Incluso si acabaran hoy todas las emisiones de gases de efecto invernadero, los niveles de agua podrían aumentar otros 2 o 3 metros en los próximos 200 años, 10 veces más que en los últimos cien, según Nobre.
“No es solo aquí. No soy solo yo. Hay muchos pescadores que dependen de la obtención diaria de alimentos de los manglares”, dijo Cruz.
Reuters