Hay un caso excepcional. Venezuela, por obra de la destrucción de su capacidad de producción de hidrocarburos y de su plantel de refinación, por el desmantelamiento de su corporación multinacional, PDVSA, y la liquidación de su excelencia gerencial y técnica, ya, precozmente, está en vías de país postpetrolero
Difícil de explicar cómo, por la acción conjunta de odio, corrupción, ignorancia y soberbia, Venezuela, de potencia petrolera de primer orden, tiende hoy a la marginalidad en el mercado energético mundial. Pero esta historia se complementa con otro terrible relato: las posibles fuentes de diversificación de la economía –estatales y privadas, industriales y agrícolas- sustitutivas o complementarias al petróleo, en su mayoría también han sido arruinadas.
Es tal la magnitud de la devastación acumulada en estos 20 años, que si permitimos que se prorrogue en el poder el malandraje gobernante, no es aventurado anticipar algo más serio aun que ese salto prematuro a la Venezuela postpetrolera. En manos de la banda que nos rige, se abriría el camino de retorno a la Venezuela prepetrolera, a aquella de atrasada sociedad preindustrial, la de la malaria y el tifus, que existió anterior al reventón del pozo Barroso-2 en 1922 en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo…