El opositor Hanssel Vásquez dijo aún sentirse preso pese a su liberación este lunes en Nicaragua bajo una ley de amnistía que le impide protestar, tras haber sido secuestrado, golpeado y condenado por manifestar contra el gobierno de Daniel Ortega.
“Estoy alegre de volver a casa con mi familia y decepcionado” por salir con una amnistía “que los presos políticos no requeríamos porque no somos delincuentes”, dijo Vásquez a la AFP al regresar a su casa en Villa Reconciliación, en Managua.
Vásquez, un periodista de 27 años, es uno de los primeros 50 opositores beneficiados con una ley de amnistía que entró en vigor este mismo lunes tras su aprobación parlamentaria el sábado, en un país enfrascado en una profunda crisis desde que estallaron las protestas antigubernamentales el 18 de abril de 2018.
Asimismo, ley exime de juicios a los responsables de la represión que causaron, según grupos humanitarios, al menos 325 muertos, en su mayoría civiles, cientos de detenidos y el exilio forzado de 62.000 personas.
“El pueblo de Nicaragua no puede perdonar las muertes, los desaparecidos, los ataques de los paramilitares aunque estén amparados en una amnistía. Este dictador no puede ser perdonado nunca”, afirma Vásquez, quien salió de prisión con 30 kg menos.
Estuvo 11 meses detenido, primero la cárcel El Chipote de la Policía de Managua, un antiguo centro de torturas, y luego en el penal La Modelo, 20 km al norte de la capital, donde fueron recluidos los disidentes del gobierno.
“Fuimos atrapados por paramilitares” en julio pasado la ciudad de Nindirí (sur) y luego trasladados a una estación de policía “donde recibí una golpiza que jamás voy a olvidar en mi vida”, contó Vásquez, quien trabajó como periodista en un canal oficialista antes que estallaran las manifestaciones contra el gobierno.
En la estación “nos amarraron, patearon y golpearon con mansa bolos (bastones), nos preguntaban dónde estaban las armas y no teníamos idea cómo responder porque nuestra lucha siempre fue cívica y pacífica”, anotó.
Relató que paramilitares amenazaron luego con llevarlos a una antigua fortaleza llamada El Coyotepe, en la entrada de la sureña ciudad de Masaya, donde la pasada dictadura somocista torturó en los años 70 a los exguerrilleros sandinistas.
“Allá te torturo, te saco todo lo que sabes y luego te echo en el cráter del volcán Masaya por andar de golpista, por andar en contra del gobierno”, recuerda el joven que lo coaccionó un paramilitar.
“La cárcel es un infierno”
Un cambio de planes de sus verdugos le salvó la vida. Fue conducido a cárcel La Modelo y luego condenado junto con dos líderes juveniles a 18 años de prisión por “terrorismo” y el incendio de la oficialista Radio Ya, acto que asegura no cometió.
El proceso, que afirma fue “arbitrario”, se realizó al amparo de una cuestionada ley aprobada en medio de la crisis, que criminalizó las manifestaciones hasta con 20 años de prisión.
Vásquez afirma que “aunque la vida en la cárcel es un infierno, el apoyo y la solidaridad entre compañeros” es lo que mantuvo fuertes a los opositores.
Afirma que el momento más difícil fue el 16 de mayo pasado, cuando los guardias atacaron a balazos a opositores que realizaron una protesta en la cárcel, en la que murió el reo Eddy Montes, de nacionalidad nicaragüenses y estadounidense.
“Fue el día más terrible. Ese día Montes murió sin salir del perímetro, sin violentar a nadie. Nos atacaron solo porque pedimos que trasladaran a un funcionario que amenazaba con su fusil con pegarnos un balazo”, relató.
La balacera les impidió socorrer a tiempo a Montes, quien murió durante su trasladado al hospital.
Ese día “más de 600 agentes de operaciones especiales del penal entraron con golpes y disparos de fusil, con gases lacrimógenos, hierros (…) con todo lo que tuvieron arremetieron contra nosotros”, recordó Vásquez.
Pese a haber sobrevivido y a su liberación, Vásquez dice que aún no se siente libre porque la amnistía que lo favoreció le prohíbe volver a protestar.
“Ahora mi cárcel es mi país”, lamentó.
AFP