“Si volviera a parecer una mujer, no me atrevería a salir a la calle”.
Por BBC | Mundo / Guillermo D. Olmo (@BBCgolmo)
A André le llevó mucho tiempo y esfuerzo construir la apariencia del hombre que siempre sintió ser.
Transformar el cuerpo de Bolivia Andreína Bellorín, la mujer cuyo nombre figura en su cédula de identidad pero en la que nunca se reconoció, le costó dos intervenciones quirúrgicas, meses de un caro tratamiento hormonal y un doloroso desencuentro con una madre ya fallecida que nunca terminó de aceptarlo.
Ahora, al encontrarlo en la cafetería de un centro comercial de Caracas, nadie diría que el cuerpo de este empleado en una empresa agrícola fue un día de mujer.
Pero él siente que algo está cambiando, que lo que tanto le costó podría, poco a poco, malograrse.
“Ya no me sale barba en muchas partes de la cara y me estoy poniendo más caderón”, cuenta preocupado. “Pero lo peor es mi voz, no soportaría que mi voz fuera otra vez la de antes”.
Como todos los transexuales que inician lo que los especialistas denominan “transición” para adecuar su sexo biológico a su personalidad, André Bellorín necesita un tratamiento hormonal de por vida para mantener los cambios alcanzados.
Su cuerpo se está feminizando de nuevo porque en 2014 lo interrumpió.
¿La razón? La misma que la de muchos otros problemas en Venezuela: la escasez.
De acuerdo con el Informe sobre la Situación del Derecho a la Salud elaborado el año pasado por varias ONG locales, Venezuela vive “un agotamiento extremo de los inventarios de medicinas, vacunas e insumos básicos” que se traduce en que muchos pacientes tienen graves dificultades para encontrar los medicamentos que necesitan.
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