Con la facilitación del gobierno de Noruega, las fuerzas democráticas han concurrido a Barbados en búsqueda de una solución política a la crisis terminal que hoy padece Venezuela. Y lo han hecho con espíritu constructivo porque enrienden que un día más que se prolongue este régimen se agrava la situación de penuria del pueblo venezolano. Esas negociaciones no serán un proceso interminable que permita a Maduro tratar de oxigenarse y seguir ganando tiempo, es decir, prolongando la agonía. Este modelo de gobierno en lo económico y político es absolutamente inviable y su representación política, Maduro y el PSUV, ya perdieron su momento histórico y están de salida.
Ahora bien, esa salida tiene que ser con apego a la Constitución y respetándose el espacio que como minoría va a ocupar el PSUV si es que no opta por el suicidio político al querer aferrarse al poder por cualquier medio. Un proyecto o partido que es una minoría clara puede procurar mantenerse en el poder con el uso de la represión tal como sucede en Venezuela actualmente, pero ello no es garantía de nada. Lo que puede implicar esta posición es que la reacción, no deseada, es que se desaten fuerzas que se planteen su desalojo del poder por hechos de fuerza, con lo cual el país puede entrar en una etapa de confrontación civil armada con resultados impredecibles.
Por estas razones lo mejor que puede hacer Maduro y el PSUV para su asegurar su futuro es propiciar una solución política que en las negociaciones de Barbados lleven a la realización de unas elecciones en un plazo razonable, para elegir un nuevo presidente de la República y una nueva Asamblea Nacional, en comicios libres, transparentes y competitivos, organizados con un CNE independiente y vigilados por la comunidad internacional. Eso es lo central para desatar las amarras que tienen al país en este estado de caos. Acompañado con la celebración de las elecciones, debe haber una ley de amnistía y perdón, para cerrar el capítulo oscuro de represión, que se liberen todos los presos políticos y que haya el compromiso sustentado por la comunidad internacional de que no habrá venganza ni retaliaciones. De esta manera, el PSUV y sus dirigentes tendrán todas las garantías que ellos nos han negado a nosotros y también la oportunidad de volver al gobierno, si el pueblo los vuelve a considerar como una alternativa viable, tal como lo fueron en 1998, cuando se constituyeron en una opción de poder que luego hicieron realidad.
Venezuela y su pueblo han sufrido demasiado. El socialismo del siglo XXI ha sido excesivamente costoso y requiere ser reemplazado, eso sí, respetando a quienes todavía piensan que ese modelo tiene algo que hacer por el país. Allá ellos creyendo en la resurrección de proyectos fracasados mundialmente, pero quienes así lo piensan tienen todo el derecho a seguir con su error. El cambio es inevitable en Venezuela y hay que prepararse para ese evento. Y ya lo estamos.