Para enfrentar a un régimen totalitario, devenido en una corporación criminal, hace falta oponerle la dimensión del coraje, la cual implica carácter, valentía, constancia, integridad personal y búsqueda permanente de la verdad. Esta ha sido la falla presentada, justamente en el remate, por los diferentes liderazgos que han tenido el rol protagónico en los momentos clave que se nos han presentado para realizar el cambio y derrotar al totalitarismo empobrecedor, asesino y violador de la esencia de la venezolanidad.
Sabemos que para delinear una exitosa estrategia se requiere un proceso de planificación que implica acciones, metas y objetivos. En estos 20 años de combate contra el comunismo mafioso que ha permitido la pérdida de nuestra sagrada soberanía y el libre negocio del narcotráfico, hemos desarrollado y compartido buenas estrategias, pero se ha quebrado el liderazgo, y lo admitimos con dolor, en los momentos decisivos.
Tenemos que, con miras a superar los escollos y alcanzar el objetivo de la libertad, señalar las fallas del liderazgo que ha sucumbido ante las maniobrillas y manipulación de la corporación criminal, y en consecuencia provocado que la presión social magnífica se desinfle, frustre y caiga aletargada en el día a día de arrastrar una existencia con arreglo a los acordes del poder que manipula con el hambre como factor de dominación para mantener al régimen en el poder.
Tomemos en cuenta que la corporación criminal destruyó las instituciones a las cuales solíamos acudir para dirimir civilizadamente y con apego al Estado de Derecho, las diferentes contradicciones que se presentan en una sociedad democrática.
Cierto liderazgo democrático carece de grandeza y firmeza ante las imposiciones de un régimen que ha decidido no entregar el poder y conservarlo por la fuerza. Con las instituciones demolidas y el tejido social roto, es difícil ser libre de alguna complicidad con los bandidos asidos al mando, que se han robado mil millones de dólares y esto ha permeado aguas abajo. Sin querer se ha convertido en compañeros de viaje del totalitarismo depredador, y no pocas veces ha compartido discurso y promesas.
Se han fijado estrategias buenas que han sido compartidas y apoyadas por la sociedad democrática, pero el liderazgo a cuyo cargo se ha confiado las decisiones en los momentos estelares, ha carecido de la capacidad, la constancia y entereza moral para mantener la mano firme en el timón.
Frente a ese fallido liderazgo se presenta un liderazgo auténtico, con representatividad también, ante la situación excepcional que estamos viviendo. Un liderazgo que apuesta y se la juega todo por la recuperación moral del país; desafiante y valiente con arreglo al poder liberador de la verdad y del ejercicio de los valores fundamentales.
El coraje es un componente esencial de la virtud política y de aquí se genera la enorme capacidad transformadora necesaria para producir el quiebre y cambio total de sistema. Derrotemos la atmósfera de ficción, temor y mentira en la que se sustenta el totalitarismo.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!